CASA CERRADA

Jorge Lobillo

A Guillermo Zúñiga Martínez

Aquella casa terminó sola.

Los moradores partieron hace mucho,

y la herrumbre violenta de los días

paralizó puertas y ventanas.

Invisible, el polvo se coló

por las rendijas y sigilosamente

invadió muebles y estantes:

la biblioteca se convirtió

en un espacio de calladas voces.

En este sellado hogar,

sólo cuadros y retratos continuaron

mirando desde rincones infinitos,

ojos y colores. Sin embargo,

la vida prosigue: todas las mañanas

acuden pájaros a picotear

los higos maduros de tiempo

en el gris abandono del patio.