DESATINOCRACIA
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Por Juan Baizabal
Los cambios de gobierno en México responden a una sumatoria de carencias y desprestigio político. Esta fórmula contempla el descontento social, la constante percepción de ineficiencia gubernamental, la poca o nula credibilidad en las instituciones públicas, como también en las organizaciones sociales e incluso en los símbolos determinantes del concepto de nación, además una economía inestable que genera incertidumbre entre los actores económicos.
En las últimas dos décadas hemos transitado por una vorágine de cambios profundos en sus estructuras políticas, que tienen su principal expresión en los triunfos anteriormente impensables de diferentes y confrontadas corrientes ideológicas que accedieron al poder público mediante elecciones legítimas.
El PRI, el PAN y ahora MORENA, han tenido la oportunidad de ocupar la silla presidencial; de gobernar, administrar y ejecutar un plan de acción que responde a sus propios intereses y que en su mayoría se aleja de las prioridades comunes o de la sociedad.
Administraciones públicas alejadas del pueblo; ciegas, sordas, carentes de ética y justicia, la virtud más necesaria de todas para la conservación del mundo como lo apuntó Aristóteles en su libro de Ética Nicomáquea: “Llamamos justo a lo que produce y preserva la felicidad o sus elementos para la comunidad política”.
Llamemos “felicidad” a la plenitud, rendimiento, eficiencia y a la satisfacción del pueblo, durante y después de un gobierno. Es decir, la finalidad de la política: el bien social.
Y en este sentido, ¿qué tan satisfecho ha estado el pueblo mexicano en relación al ejercicio de los últimos gobiernos? La respuesta ha sido clara.
¿Hoy se es más consciente a la hora de emitir el voto?
Desde la antigüedad, en la Grecia arcaica, Sócrates dijo que “el gobierno no se puede confiar a ciegos conductores de ciegos, todo lo contrario, solo se le puede confiar a los que poseen ideales claros, procurando también que no les falte la experiencia”.
En la República, Platón apunta que los amantes de la verdadera filosofía están destinados al gobierno del Estado ideal, porque en ellos se consagran las ideas abstractas, una concepción sistemática y coherente de la vida.
Habrá que estar sumamente atentos, seguir los pasos de cada aspirante, conocer y evaluar sus propuestas, priorizar los ejes rectores y demandas sociales de mayor relevancia, hacer a un lado las dádivas o regalías electorales.
La sociedad debe tomar el control de las elecciones y no los partidos políticos, quienes por décadas han seleccionado los perfiles de los candidatos bajo sus propios intereses, apartándose del común de la comunidad.