LOS CIEGOS
|Maxi Pelayo
Nosotros los ciegos soñamos que vamos montados sobre orcas que se elevan por ciudades pasteurizadas. Soñamos que tenemos muelas en los dedos y quinqués en los pies. Soñamos que nos derrumbamos sobre la tierra cada noche y cada noche es como un eterno caer sin despertar. Soñamos con ásperas murallas que no terminan nunca, con murmullos de señora y maullidos de gato, con el pánico a no tener miedo, con frecuencias distantes y negruras que bailan entre nosotros.
Los ciegos soñamos virando la cabeza para advertir lo que soñamos y no soñamos, olfateamos los pesadillas de los demás; escuchamos a las quimeras decir su “bonnes nuits, lapin”, y vivimos en el ámbar dominante de la ofuscación. Soñamos a veces con algarabías de indios quechuas y cantos de salvación de incas muertos, soñamos con el apéndice, con las vísceras a falta de orientaciones. Se sueña sobre una cama de ébano rodeada de flores de adormidera, con Fantaso y con Ceice porque Morfeo también fue ciego. Todas las noches se sueña con la parábola, puesto que todo sueño es un simulacro de la verdad. Un sonoro olor a pastizales, sin brillo (en silencio) asoma su escafandra, es la Luna de los ciegos.
Se sueña regularmente con perros lazarillos que nos llevan por senderos áureos ya que la ceguera no es la ausencia de la luz, si no la totalidad de la nada.
Nosotros los ciegos soñamos con despertarnos continuamente, para poder al fin, cerrar los ojos.