En un rinconcito natural del Totonacapan
|Fernando Hernández Flores/ Tepetototl*
Las hojas de las matas de plátanos se mueven de un lado hacia otro. El viento sopla, se siente fresca la noche y la luna sigue creciendo cada vez más, como que quiere llegar a ser llena antes de que se alineen los astros. Mientras por la calle se va deslizando un falso coralillo y en un mal paso, pasan por encima de él, las llantas de un automóvil amarillo. Hasta ahí terminó su vida, su corta juventud se nota al mirar su extensión, si acaso llegará a medir unos treinta centímetros.
En algunos de los brazos del árbol de guayaba se mueven los tizoncillos. Son de diferentes tamaños: chicos, medianos y grandes. No es recomendable acercarse a ellos, porque si llegara a tocar una parte de tu cuerpo, te arderá y se inflamará. Pareciera que te quema la piel. Por eso el nombre que le pusieron los abuelos o los abuelos de nuestros abuelos.
En otros lugares, son los azotadores. Hay muchos bichos en la naturaleza que te pueden ocasionar fiebre como es el caso de las avispas y unos gusanos que parecen orugas con peluche de color blanco o café.
Allá en el pueblo les dicen xocoyos, pero es un insecto muy peligroso. Así que ni te le acerques aunque te llame mucho la atención y tengas la sensación de acariciarlos. Pero volvamos a mirar a esa luna que aún no es de octubre, pero sí de agosto. Son buenas fechas para preparar la tierra y sembrar la flor de cempoalxóchitl y mano de león. En unos meses más se pondrán los altares en distintos hogares y a veces se escasean estas flores o su precio son muy elevados.
Al terminar de cenar, te asomas por la ventana y ves a la luna. Le tomas varias fotos y tratas de elegir la mejor para ponerla en el perfil de tus redes sociales. Piensas en aquellas noches de estar en el pueblo, de ir casa por casa. De llevar las mañanitas a las cinco de la madrugada y como a las siete estas tomando el primer chocolate acompañado de unas piezas de pan elaboradas artesanalmente en horno de leña. Ves las noticias y hay amenazas de una tormenta. Por lo tanto, debes evitar atormentarte dejando vivir y viviendo adecuadamente tu vida.
El conejo de la luna se distingue a lo lejos. Pareciera que va saltar pero necesita un pastizal para que vaya a comer y el otro punto, es que no sea atrapado por ningún cazador a determinadas horas de la noche, en un rinconcito agradable de la bendita Región del Totonacapan. Cuando te duela la garganta puedes tomar un té preparado con las hojas de guayaba. Esas hojas que puedes rescatar, antes que se la terminen de comer los gusanos tizoncillos, que de soncillos no tienen nada. En otras palabras, son demasiados listillos y peligrosos para los niños. Paxkatkatsini (Gracias).
(*) Autor del libro “Andanzas Interculturales de Tepetototl”.
Correo: venandiz@hotmail.com Twitter: @tepetototl