Ray Liotta, el actor de aura salvaje y aniñada de ‘Uno de los nuestros’
|- El actor, de 67 años, ha fallecido mientras dormía en República Dominicana, donde rodaba la película ‘Dangerous Waters’
RAY LIOTTA, ACTOR INCLASIFICABLE, muere a los 67 años de edad
Ray Liotta ha muerto en la República Dominicana, donde rodaba su próxima película, Dangerous waters.
El fallecimiento se ha producido mientras dormía. Tenía 67 años. Su rostro mineral, levemente picado, sus ojos de azul muy puro, centellean a quemarropa en los sótanos de algunas de las películas más impactantes del último medio siglo. Para entrar en combustión no necesitaba más que un parpadeo.
Como en los westerns clásicos, Liotta abandonó el escenario después de una primera escena apoteósica; había retornado, años más tarde, para reverdecer sus laureles. Una de sus últimas interpretaciones fue en The many saints of Newark, la desigual cinta, de 2021, donde Alan Taylor y David Chase contaban el nacimiento de la saga de Tony Soprano. Fue una lástima que la precuela no estuviera a la altura del mito.
Algunos dirán que Liotta, un trueno en los primeros años 90, sufrió la maldición de un arranque sísmico. Igual que esos tenores, impetuosos por jóvenes, que abren su carrera con Wagner para después quemarse las cuerdas vocales, aplastados por el vértigo.
El actor, que sobrevivió a todo, estaba lejos del aura peligrosa que nacía en la pantalla. Sale de escena cuando apenas faltaban dos semanas para el décimo aniversario de la muerte de Henry Hill, el mafioso al que encarnó a sangre y fuego en Uno de los nuestros. Un tipo que «soñaba con ser gánster igual que otros hombres crecen deseando programar computadoras, volar en misiones especiales o jugar para los New York Kinks», por decirlo con la palabra, conmocionada por lo que acababa de ver, del crítico del New York Times Vicent Canby, en 1990.
Curiosamente, la cinta tardó en ganarse al público. Aunque los colegas del director Martin Scorsese detectaron muy pronto la revolución. Uno de los nuestros acabaría por discutir con El padrino el podio de la mafia vista por el cine. Allí donde Francis Ford Coppola inyectó Shakespeare y suntuosos claroscuros, Scorsese y el resto del gang trajeron machetazos de rock and roll, chandalismo, albóndigas, realismo pop y hectolitros de adrenalina y sangre.
En mitad de un reparto volcánico, aureolado por una banda sonora como un cuchillo entre Tony Bennett, los Cadillacs, las Shangri-Las, Al Jolson, Aretha Franklin y Derek and the Dominos, sobresalía la mirada, aniñada y letal, como de jaguar tibio de asteroires, de un Liotta en avalancha.
Para la historia, su entrada en el club Copacabana, mientras la cámara planea y las Crystals cantan Then he kissed me; sus risotadas, entre gozosas e histéricas, al lado de un Joe Pesci endemoniado, y cómo no, esos minutos finales, dinamita en vena, con el pájaro de los antinarcóticos detrás suyo y los ojos bañados en paranoia. Pocos momentos más salvajes, pocas escenas más efervescentes.
Antes de ametrallar su nombre en la historia del cine junto a unos Robert De Niro y Pesci en estado de gracia, ya había actuado a las órdenes de Jonathan Demme en Algo salvaje, de 1986, donde compartía focos con Melanie Griffith y Jeff Daniels, y al lado de Kevin Costner en Campo de sueños (1989), un clásico algo sensiblero, pero venerado por todos los amantes del béisbol. No fueron sus únicos títulos.
40 años de trayectoria dieron para trabajar en la fallida Hannibal (2001), junto a sir Anthony Hopkins y para firmar cintas con Sigourney Weaver, Denzel Washington, Robert Duvall, James Woods, Brad Pitt, Scarlett Johansson y Adam Driver, con los dos últimos en Marriage Story, producida por Netflix y puerta de entrada para presentarlo ante las nuevas generaciones.
Abandonado por sus progenitores biológicos en un orfanato, adoptado con seis meses, de joven peregrinó hasta la Costa Oeste.
Cumplió con creces en la conquista de Hollywood. Su madre adoptiva llegó a asomarse a sus primeras hazañas, aunque no vio el estreno de Uno de los nuestros: enferma de cáncer, muere en mitad del rodaje. Con ocasión del 25 aniversario de la película, el New York Times reunió al reparto y Liotta recordó la sombría peripecia de un trabajo marcado por los fines de semana en el hospital, cuando regresaba a Newark para estar a su lado. También comentó que posiblemente había seducido a Scorsese la noche en que éste le contempló, durante el estreno en Cannes de La última tentación de Cristo (1988), quitándose de encima a los guardaespaldas. El hacedor de Taxi driver y Toro salvaje quedó prendado de su limpieza para hacerse valer al tiempo que no mostraba ningún tipo de agresividad. Sobraba con moverse.
Irregular, sensible, inteligente, magnético, quedará en el recuerdo por un puñado de papeles magistrales. Estaba en posesión del octanaje propio de las estrellas. Sabía cómo robar un libreto en cinco minutos. Lorraine Bracco, otra de las veteranas de Uno de los nuestros, llora en las redes: «Estoy completamente destrozado al escuchar esta terrible noticia sobre mi Ray. Puedo estar en cualquier parte del mundo y la gente viene y me dice que su película favorita es Uno de los nuestros. Luego siempre me pregunta qué fue lo mejor de hacerla. Mi respuesta siempre ha sido la misma… Ray Liotta». De Niro lamentó que ha muerto demasiado joven.