“La esperanza conduce a una vida jubilosa”

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“La esperanza conduce a una vida jubilosa”

El hombre separado de Dios, el hombre ateo, se ha llenado de desesperanza. El hombre que no trasciende espera encontrar en lo finito suficiente agua para calmar su sed, su nostalgia de ser. La esperanza llena la distancia entre la nostalgia de ser y el ser deseado, entre nuestro ser y la perfección.

Vivir la virtud de la esperanza es llenar ese espacio con el Amor de Dios y, de esta manera, sentirnos ya, en nuestra pequeñez, cerca de él. Solo quien cree en Dios, o tiene fe, puede llenar ese hueco; solo lo llena estando cerca de él, es decir, posee la esperanza; solo quien está cerca de él puede traslucir su amor al mundo a través de la caridad.

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.

Solo con la virtud de la esperanza es cómo podemos tener una vida jubilosa, alegre y con verdadero sentido.

Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hebreos 10,23). “El Espíritu Santo que él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tito 3, 6-7).

La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna; preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.

La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham y las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio. “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Romanos 4, 18).

Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Romanos 5, 5). La esperanza es: “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra… “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hebreos 6, 19-20).

Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Romanos 12, 12); para lograr una vida jubilosa que vence toda adversidad.

«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve, largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús).

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