“La esperanza sobrenatural”

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“La esperanza sobrenatural”

A menudo contemplamos las esperanzas de alcanzar bienes humanos que perfeccionan al hombre.

A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no se necesita de ninguna otra. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que solo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. Por la fe, el hombre sabe que Dios le ama, que quiere salvarlo y que ha dispuesto los medios oportunos para que pueda realmente salvarse; y sabe también que podrá unirse plena y definitivamente con Dios, que podrá conocerlo cara a cara, amarlo y ser amado por él por toda la eternidad.

La fe presenta a la voluntad este bien de la unión plena y definitiva con Dios no como un bien utópico, sino como un bien real y posible, en razón de la promesa divina y del poder amoroso, misericordioso y fiel de Dios.

Para que la voluntad inicie el movimiento hacia un bien, éste tiene que ser captado como adecuado a la perfección humana. Pero como la felicidad eterna, participación de la Felicidad con la que son felices las Personas divinas, no es un bien proporcionado, propio de la naturaleza humana, el deseo o amor natural no es capaz de originar eficazmente ese movimiento. Solo con el amor natural de su voluntad, la persona es incapaz de desear realmente la gloria. Por tanto, para que el hombre pueda desear para sí mismo este bien que es solo propio de Dios, su voluntad tiene que ser elevada, hecha semejante a la divina, por la virtud sobrenatural de la esperanza. Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder plenamente al amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.

Siendo una virtud sobrenatural, la esperanza es, a la vez, perfectamente humana, porque corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.

Es humana también porque es libre, solo espera quien quiere esperar y razonable, pues tiene como fundamento la lealtad omnipotente de Dios: «Mantengamos firme la confesión de la esperanza, porque fiel es el que hizo la promesa» (Hebreos 10, 23).

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