El espacio poético de Ely Núñez

José Gorostiza, poeta tabasqueño

JOSÉ GOROSTIZA ALCALÁ (San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco, 10 de noviembre de 1901 – Ciudad de México, 16 de marzo de 1973) fue un poeta y diplomático mexicano. Al servicio del Estado mexicano durante la mayoría de su vida en varios cargos gubernamentales o diplomáticas, formó también parte del grupo de la revista literaria Contemporáneos (1928-1931) y fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en 1954.

Se trasladó a la Ciudad de México y en 1920 concluyó los estudios de bachiller en Letras. Perteneció al llamado grupo de Los Contemporáneos (1928-1931). Fue profesor de Literatura Mexicana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1929; de Historia Moderna en la Escuela Nacional de Maestros, en 1932, y jefe del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública.

De 1958 a 1963 trabajó como subsecretario de la Secretaría de Relaciones y como secretario de la misma en 1964. Fue miembro del servicio diplomático como canciller de primera en el servicio exterior, para lo que se trasladó a Londres en 1927. De 1937 a 1939 fungió como segundo secretario de la Legación en Copenhague y como Primer secretario en Roma de 1939 a 1940.

En 1944 se desempeñó como ministro plenipotenciario y director general de Asuntos Políticos y del Servicio Diplomático; en 1946 fue asesor del representante de México ante el Consejo de Seguridad de la ONU. De 1950 a 1951 fue embajador de México en Grecia. De 1953 a 1964 participó como delegado en muchas conferencias internacionales y de 1965 a 1970 ocupó la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.

El 14 de mayo de 1954 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente de la española, y el 22 de marzo de 1955 lo fue de número, en la silla número XXXV,1 aunque sus biógrafos refieren que no fue un hombre de cenáculo. A pesar de sus dotes no fue un literato prolífico; hay quien opina que sus actividades diplomáticas y políticas no se lo permitieron.

Si el nombre de Gorostiza se compara con los nombres de algunos de los mayores poetas universales, es porque en efecto la breve obra de este autor es también la de uno de los más profundos poetas de nuestra época. De espíritu sutil y profundo, se le conoce como «el poeta de la inteligencia». Artista valeroso y exigente, cuyo resultado es la pureza más acendrada de la esencia lírica.

MUERTE SIN FIN

(fragmentos)

I

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis

por un dios inasible que me ahoga,

mentido acaso

por su radiante atmósfera de luces

que oculta mi conciencia derramada,

mis alas rotas en esquirlas de aire,

mi torpe andar a tientas por el lodo;

lleno de mí -ahíto–me descubro

en la imagen atónita del agua,

que tan sólo es un tumbo inmarcesible,

un desplome de ángeles caídos

a la delicia intacta de su peso,

que nada tiene

sino la cara en blanco

hundida a medias, ya, como una risa agónica,

en las tenues holandas de la nube

y en los funestos cánticos del mar

–más resabio de sal o albor de cúmulo

que sola prisa de acosada espuma.

No obstante –oh paradoja– constreñida

por el rigor del vaso que la aclara,

el agua toma forma.

En él se asienta, ahonda y edifica,

cumple una edad amarga de silencios

y un reposo gentil de muerte niña,

sonriente, que desflora

un más allá de pájaros

en desbandada.

En la red de cristal que la estrangula,

allí, como en el agua de un espejo,

se reconoce;

atada allí, gota a gota,

marchito el tropo de espuma en la garganta,

¡qué desnudez de agua tan intensa,

qué agua tan agua,

está en su orbe tornasol soñando,

cantando ya una sed de hielo justo!

¡Mas qué vaso -también– más providente

éste que así se hinche

como una estrella en grano,

que así, en heroica promisión, se enciende

como un seno habitado por la dicha,

y rinda así, puntual,

una rotunda flor

de transparencia al agua,

un ojo proyectil que cobra alturas

y una ventana a gritos luminosos

sobre esa libertad enardecida

que se agobia de cándidas prisiones!