“Ante el hijo pródigo, la paternidad de Dios, fuente de nuestra esperanza”
|VIVIR CON ESPERANZA
Pbro. Jacinto Rojas Ramos
“Ante el hijo pródigo, la paternidad de Dios, fuente de nuestra esperanza”
Cuando el hijo pródigo después de haber despilfarrado todo, vuelve finalmente a la casa paterna, ese padre extraordinario, no aplica criterios de justicia humana, sino que siente sobre todo necesidad de perdonar, y con su abrazo hace entender al hijo que durante todo ese largo tiempo de ausencia le ha echado de menos y que ha sido dolorosamente esperado por su amor de padre.
¡Qué misterio insondable de un Dios que nutre este tipo de amor hacia sus hijos! Quizás es por esta razón que, evocando el centro del misterio cristiano, el apóstol Pablo no es capaz de traducir en griego una palabra que Jesús, en arameo, pronunciaba “abbà”. Dos veces san Pablo, en sus epístolas (cf. Romanos 8, 15; Gálatas 4, 6), toca este tema, y en dos ocasiones deja esa palabra sin traducir, en la misma forma en la cual ha florecido en boca de Jesús, “abbà”, un término aún más íntimo respecto a “padre”, y que alguno traduce como “papá”.
La paternidad de Dios nos hace caer en la cuenta que nunca estamos solos. Podemos estar lejanos, hostiles, podemos también profesarnos “sin Dios”. Pero el evangelio de Jesucristo nos revela que Dios no puede estar sin nosotros. Él no será nunca un Dios “sin el hombre”; ¡es él quien no puede estar sin nosotros, y esto es un misterio grande! Y, realmente también el hombre no puede estar y vivir sin él.
Dios no puede ser Dios sin el hombre, y el hombre no puede nada sin Dios: ¡este es un gran misterio!
Y esta certeza es el manantial de nuestra esperanza, que encontramos custodiada en todas las invocaciones del padrenuestro.
Cuando necesitamos ayuda, Jesús no nos dice que nos resignemos y nos cerremos en nosotros mismos, sino que nos dirijamos al Padre y le pidamos a él con confianza, que él nos responderá en el momento que crea conveniente, porque sus tiempos no son los nuestros.
Todas nuestras necesidades, desde aquellas más evidentes y cotidianas, como los alimentos, la salud, el trabajo, hasta la de ser perdonados y apoyados en las tentaciones, no son realidades que enfrentamos solos, hay un Padre misericordioso que siempre nos mira con amor, y que seguramente no nos abandona.
Ahora les hago una propuesta en virtud de que cada uno de nosotros tiene problemas y muchas necesidades.
Pensemos un poco, en silencio, en estos problemas y estas necesidades. Pensemos también en el Padre, en nuestro Padre Providente, que no puede estar sin nosotros, y que en este momento nos está mirando, nos escucha y seguramente nos asistirá cuando dejemos en sus manos todo lo que nos acongoja.
Hay que dirigirse al él con fe y la plena confianza en él, llenará nuestra vida de la esperanza que no defrauda.
Entre más cercanos estemos a nuestro Padre, lo iremos reconociendo y admiraremos su grandeza, su amor, bondad y misericordia que cada día nos ofrece como especial regalo para nuestro bien.
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