Rescatan novela de Yolanda Oreamuno
|- La colección Vindictas de la UNAM publicó recientemente La ruta de su evasión.
CIUDAD DE MÉXICO.
Unos personajes que se desintegran ante el lector, que se pudren, se van descomponiendo y, de esta forma, lo interpelen. La escritora costarricense Yolanda Oreamuno (1916-1956) dio vida a seres sicológicamente complejos, como ella misma, se anticipó al Boom latinoamericano y su obra fue incomprendida en su momento.
Ella no describe, no cuenta, pone enfrente a sus personajes y se oculta detrás de ellos. Es la parca que teje un bordado que contiene al hombre, a la mujer y su conciencia”, comenta en entrevista la ecuatoriana Natalia García Freire (1991), quien define la voz literaria de Oreamuno como “íntima, pero universal” y la compara en originalidad con la británica Virginia Woolf y la ucraniana-brasileña Clarice Lispector.
Fueron mujeres con una ambición literaria muy grande, que no dudaron, no se sintieron menores, sino que acogieron esa ambición estética y la plasmaron en papel. Estaban seguras de la magnitud de su obra y no le tenían miedo a lo que iban a hacer”, explica.
La autora del prólogo de La ruta de su evasión (1948), la única novela de Oreamuno que sobrevive, y que ahora Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM rescata en su colección Vindictas, dice que esta pieza sigue siendo muy moderna porque recrea la decadencia y el desmoronamiento de la familia.
Oreamuno enfrentó una vida tortuosa, marcada por la tragedia, la soledad y la enfermedad. Su primer esposo, el diplomático chileno Jorge Molina, se suicidó al descubrir que tenía un mal incurable; perdió la custodia de su hijo Sergio, fruto de su segundo matrimonio, con el abogado Óscar Barahona.
Es una de las escritoras pioneras en rebelarse contra la situación de la mujer en la sociedad de Costa Rica. Su primera novela, Por tierra firme, se perdió; otra, se quemó. Sufría de los nervios, en dos ocasiones le dieron los santos óleos, porque pensaban que iba a morir.
Ella vaticina que no será reconocida hasta que muera y quizá ni después. Cuando muere, una de sus amigas recopila sus textos. Hay un compendio, El largo recorrido del angosto camino, que integra sus ensayos; uno que escribió a los 16 años, donde cuestiona el papel de la mujer y reflexiona sobre la literatura que se hace en ese momento”, detalla.
García Freire explica que Oreamuno tuvo una relación dolorosa con Costa Rica. “En una de sus cartas dice que no quiere ser incluida en la lista de escritores ticos, que ella nunca significó nada para su país, que ahí no se sentía ella, le quedó como una herida. Vivió en Chile, Guatemala y México, donde murió. Era amiga de Alfonso Reyes y de su grupo cercano. Por eso es significativo que aquí empiece el rescate y la revaloración de su obra”, añade.
La narradora dice que le gustaría seguir estudiando la obra de Oreamuno, “porque se preocupa por alcanzar la fusión de forma y fondo, un referente que no podemos ignorar. Para la época, esta propuesta no era nada común, por eso recibió fuertes críticas; pero creo que en este momento será muy bien comprendida, llegó su tiempo”, concluye.