El espacio poético de Ely Núñez

Rafael Delgado, poeta orizabeño.

ÁNGEL DE JESÚS RAFAEL DELGADO (Córdoba, Veracruz, 20 de agosto de 1853 – Orizaba, Veracruz, 20 de mayo de 1914) fue un poeta, escritor, novelista y catedrático mexicano. En 1896, fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, ocupó la silla XII.

Sus padres fueron Pedro Delgado y María de Jesús Sáinz. Se mudó a Orizaba (a la cual le decía «nupcial», por las neblinas) a los pocos meses de nacido, por rechazo al movimiento liberal de Córdoba. Tuvo como guía a un tío: el padre José María Sáinz Herosa, canónigo doctoral de la Colegiata de Guadalupe­ que se movía en las aulas de los colegios de Nuestra Señora de Guadalupe, de Infantes de la Colegiata de Guadalupe y Nacional de Orizaba (cuyo edificio es el actual palacio municipal). Completa su formación en la rica biblioteca heredada del tío, donde abundaban autores griegos, latinos, españoles, franceses e italianos, el conocimiento de esos idiomas y su escrupuloso uso del castellano configuraron su fluido estilo narrativo.

Residió en la Ciudad de México cuando niño y luego cuando ya era un hombre maduro. También residió en Guadalajara, donde se desempeñó como encargado de la Secretaría de Educación de Jalisco, a solicitud de su amigo el escritor José López Portillo y Rojas. Debido a que padeció artritis se vio obligado a regresar a la ciudad de Orizaba.

ORIZABA NO DEBE RENUNCIAR JAMAS A DELGADO

Rafael, el de Pluviosilla, “Pluviosilla de Delgado,” como debiera llamarse la vieja Ahuilizapan, la Orizaba de siempre no debe renunciar a ese Hombre que descargó su mejor emoción y su mayor sensibilidad en su exaltación

Todo lo que se haga por difundir, promover su obra, será poco en relación con el propio valor literario, como por la pasión que entregó a esa tierra fecundándola  con su vigoroso poder descriptivo y su incomparable pluma y su socrática catedra en aquella, “vieja” Preparatoria.

(La triste chirimía de tus versos “En las montañas de Tlilapan”, te sigue llorando a 100 años de tu muerte física Rafael Delgado en tu Pluviosilla intemporal…)

ODA A LA RAZA LATINA

¡RAZA gigante: yérguete

al eco de mi canto,

tú, siempre trágica,

que del mayor quebranto

siempre resurges fúlgida

con nueva juventud!

¿Quién dice, raza indómita,

que al fin estás vencida?

¿Quién dice que en ergástulo

yaces de muerte herida

y que sucumbes mísera

sin gloria ni virtud?

¿Se olvidan de tus ínclitas

innúmeras fazañas?

¿Qué fueron a tus próceres

desiertos y montañas,

ni a tu bajel velífero

el ponto aterrador?

Doquiera tus ejércitos

plantaron sus pendones,

y domeñando Régulos

y pueblos y naciones

doquier dejaste vívido

tu verbo inspirador.

Díjote Dios: «Entrégate

como heredad el mundo … !

A tu poder somételo;

por la unidad fecundo

el deshonor del Gólgota

propicio aceptará.

A tu valor los límites

del Orbe dejo abiertos,

que al retornar tus águilas

y al encontrar desiertos

los templos de sus ídolos

el Cristo vencerá».

¡Y fueron tus manípulos

del Universo espanto … !

¡Cuál se empapó de múrice

la fimbria de tu manto!

¡Siempre tiñó de púrpura

sus clámides el rey!

¡Misterios del Altísimo!

¡Así al Eterno plugo!

Cimbrios, Germanos, Gétulos

rindiéronse a tu yugo,

y entre mundiales vítores,

justa imperó tu ley.

Desde Albión a Heliópolis,

de Gades a Palmira,

¿en qué regiones bárbaras

la Humanidad no admira

entre ruinas épicas

la huella de tu pie?

¡Qué de gloriosas páginas

y de vencidos reyes!

¡El Septentrión y el Austro,

sumisos a tus leyes,

caudillos y ‘procónsules,

heraldos de la Fe!

Tal suele iurte súbito

que rueda desquiciado

y con horrible estrépito

desciende hasta el poblado

sembrar de muerte présago

estragos y pavor;

mas cuando luego plácida

la primavera torna

y con sus galas múltiples cimas y prado exorna,

en flores en los cármenes

y en la heredad verdor.

Si alguien pregona gárrulo

que vives en la escoria,

y que tus pueblos débiles

mueren sin fe ni gloria

bajo la clave férrea

del Anglo y del Sajón,

respóndele que armígera

el Orbe recorriste,

y cuando entre los ámbitos

de Europa no cupiste

un nuevo mundo -América-,

puso a tus pies Colón.

jOh nave que llevándome

rumbo hacia allá navegas,

y al céfiro del trópico

pendón hispano entregas,

canta el poema cíclico

del Nauta Genovés!

Repetirá tu cántico

la Cordillera Andina,

y el regio Citlaltépetl

que al cielo se avecina,

repetirá contándote

los triunfos de Cortés.

En alta empresa mística

por el Señor lanzada,

con brillo de relámpago

resplandeció tu espada,

y de heroísmo pródiga,

fuiste verdad y luz

¡De tu legión mirífica

recuenta las fazañas…

Reina de cien repúblicas

madre de dos Españas,

fue tu glorioso lábaro

la enseña de la Cruz.

Orgullo de los árboles

el roble corpulento

humílimo doblégase

en su enriscado asiento,

si en torbellino rápido

le envuelve el huracán;

mas la raíz prolífica,

hincándose en la roca,

la furia de los ábregos

impávida provoca,

y allí los siglos próspero

y firme le hallarán.

Aún vive, raza heroica, tu verbo poderoso,

aún llenas con tu espíritu el arte prestigioso,

aún brindas en tu crátera

divina inspiración.

¿Quién no bebió en tus ánforas

excelsa poesía

ni oyó el cantar idílico

que dulce prometía

rara progenie célica

y eterna redención?

Escucha… aún vibran mágicas

como en el ancho Foro,

del orador de Túsculo

las cláusulas de oro

con resonar fulmínico

de ronca tempestad…!

Y aún llega de Parténope

a las tendidas playas,

entre las ondas rítmicas

del golfo azul de Bayas,

la voz del fiero Espártaco;

clamando libertad.

Raza invencible: yérguete

y en tus esfuerzos fía,

de tus destinos árbitra

reina serás un día

y emperatriz de América

los pueblos te verán!

y el Amazonas túrbido

y el anchuroso Plata,

y el Tequendama undísono

que en iris se desata,

en coro a nuestros pósteres,

tu gloria cantarán.