ANARQUÍA EN DEJADAS Y TARIFAS DEL TAXI, TIENEN ENOJADOS A PASAJEROS

60 SEGUNDOS

RAUL GONZALEZ RIVERA

ANARQUÍA EN DEJADAS Y TARIFAS DEL TAXI, TIENEN ENOJADOS A PASAJEROS

                Pasajeros del taxi en la ciudad y el resto de la entidad, lamentan que no exista un tope de tarifas en el taxi, sin duda, uno de los servicios de transporte humano más utilizado, pero que lastimosamente opera sin aplicar una sola tarifa oficial, tan solo porque los gobiernos del PRI jamás la impusieron.

                Inclusive, cuando la cifra de prestadores de estos servicios, se elevó de una cifra pírrica de dos mil taxis, a los 18 mil que según cuentan los propios taxistas, circulan en Xalapa, tanto que el alcalde Hipólito Herrero, diría al iniciar su gestión municipal, que Xalapa, era rehén del taxi. No se equivocó, pero no coadyuvó el ayuntamiento de la 4t a regular dicho servicio, menos para meter en cintura a no pocos de los gandules y aspirantes de delincuentes, que se sientan todos los días detrás de un volante y se acomoda la casaca de taxista.

                Para ocupar un lugar en ese concierto de trabajadores, basta saber que hay un concesionario que necesita quien le conduzca su automóvil, para  contratarlo, sin saber a ciencia cierta quien es ese personaje, pues no pasa ninguna prueba como tal, menos que sepa algunos principios de la mecánica automotriz, y la consecuencia, no se ha dejado esperar, pues no pocos de esos conductores han sido sorprendidos cometiendo delitos como el secuestro, el asalto a mano armada y otros catalogados, como violadores sexuales.

                Comparativamente, y conste que hacer algo semejante es odioso, subirse a un taxi en el vecino estado de Puebla o la ciudad de México, el usuario de antemano sabe cuánto va a costar su carrera, no tiene que discutir ni pelear nada con el chofer de la unidad, cuyos colores negro y amarillo, han sido prácticamente siempre los utilizados por dichos prestadores de servicios al común de los usuarios y pasajeros poblanos.

                Xalapa, además se ha negado a la introducción del servicio uber, el cual, en la CDMX por caso, resulta de primer mundo, es un servicio confortable, seguro y cobra tarifas establecidas institucional y oficialmente. Claro, la prestación de diversas comisiones que cubren los motociclistas de uber, han relevado de una gran carga a los tradicionales taxistas, a los cuales, más de dos de cada tres usuarios temen verdaderamente subirse a sus unidades, bajo el temor consabido de que pueda ser atracado.

                Aquí en la aldea, el servicio de radiotaxi, reúne algunas de las condiciones que quisiera contar el grueso de usuarios y pasajeros, consistentes en el cobro de tarifas previamente elaboradas, unidades limpias, no apestosas como sucede en una mayoría del taxi libre y conductores que afortunadamente se bañaron, portan su mascarilla y usan constantemente el gel para limpiar sus manos.

                A raíz de que los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte entregaron las miles de concesiones que nunca antes ni después han sido entregadas para presuntos taxistas, igual inició una etapa de excesos, abusos y constantes arbitrariedades, además que por las congestionadas y angostas calles de la ciudad, circulan todos los días de la semana, miles de prepotentes conductores del taxi, transformados en una grave amenaza para la tranquilidad del resto de la población, que ninguna autoridad pública ha sido capaz de imponer el orden, en un gremio elemental para el transporte de personas en nuestras ciudades. Esperemos.

A LOS GUARDIANES DEL ORDEN PÚBLICO, SE LES TIENE MIEDO; EL RESPETO, ES UNA CONSECUENCIA

                A las distintas corporaciones policiacas, a los marinos y quizá a muchos de los uniformados de verde, el común de ciudadanos tiene miedo, no les causa efectivamente el respeto, que los gobiernos esperan.

                Este sentimiento del casi total de los ciudadanos mexicanos, ha sido desde siempre. Cuentan los antiguos aztecas, que las huestes del presidente Porfirio Díaz causaban tal horror, que el verlos caminar en las calles del país, inmediatamente, sintiendo quizá una culpa, quién sabe de qué, optaban por salir corriendo para esconderse.

                Lo suyo, al presenciar un convoy de marinos y a los uniformados de verde, salvaguardas de la patria ante los presumibles ataques del exterior, igual, lo impecable de sus uniformes para el grueso de la gente, el miedo deriva de un sentimiento culto, al cual teme inexplicablemente, aun sin ser atacada, menos ha de atreverse alguno de los ciudadanos a entablar un diálogo una palabra con alguno de aquellos seres rostros impenetrables, cuerpos erguidos y ojos de lince avistando todo en su entorno.

                Algo tendría que hacerse para que dichas instituciones, el común de ciudadanos, las sientan también como suyas en este su cotidiano habitar en el amplio territorio mexicano.

                El sueño de los mexicanos, de convivir en un estado de derecho, representado por las fuerzas encargadas de brindar la seguridad pública a los ciudadanos mexicanos y los extranjeros, que están de paso o afirman su residencia sobre territorio nacional, tendría que ser consecuente con la patria unida, sustentada en principios y valores históricos, los cuales dieron en su momento al país la oportunidad de tener una convivencia armónica y democrática.

                El presidente AMLO en diferentes momentos, ha advertido que un soldado, es pueblo, porque quien viste un uniforme es hijo de un campesino, un agricultor o un trabajador, que eligió precisamente capacitarse y lucirlo, al cual, el resto de la sociedad debe verlo como parte suya, es su trabajo, así tiene que entenderse.

  Los soldados, son tan vulnerables como cualquiera otro ciudadano, como acaba de ocurrir, en que por un equívoco doce elementos de las fuerzas armadas cruzaron la frontera, se internaron en territorio estadounidense y fueron interceptados por guardias gringos, los capturaron, procedieron a desarmarlos y siete horas después, tras de intercambiarse las aclaraciones de rigor, fueron dejados en libertad y ya están de regreso en suelo azteca. Superado el incidente, cada quien a su país.

Empero, al común policía de rancho, sea de la Bancaria, o cualquiera otra corporación, el miedo, en una mayoría de ciudadanos, no anda en burro, huelga señalar el grueso de una comunidad a la mexicana.  Un sentimiento de temor-pánico en ocasiones, sigue provocando a una mayoría aplastante de ciudadanos, los cuales afortunadamente conforman al verdadero y honesto pueblo azteca.

El cómo poder superar esa sensación que es común y corriente en el hombre de la calle, queda entenderla y resolverla a los guardianes encargados de cuidar la paz social, sobre todo, en tiempos de olas monstruosas del crimen y otros ilícitos, que mantienen con los pelos erizados a las grandes mayorías, azoradas debido a las olas violentas que se levantan por todos los rincones de la patria mexicana. Al tiempo.

A CLASES PRESENCIALES, PARA QUE LOS MENORES SOCIALICEN CON LOS DEMÁS

                Llegó el tiempo en que más que los menores, sus padres deben entender que sus menores hijos deberán acudir a sus salones y recibir presencialmente las enseñanzas de sus maestros.

                La epidemia del coronavirus, llegó para quedarse, ya no se irá y pasa a formar parte del cuadro voluminoso de las infecciones que van a seguir contaminando a más seres humanos, no solo en suelo mexicano, sino también en el resto del país y el mundo.

                Lo que se creía que sería una pandemia de tres meses únicamente, ya alcanza más de año y medio. Entonces nada se sabía de la acometida de un virus invisible y que puede ser mortal.

                Mientras China y los Estados Unidos continúan cruzándose acusaciones, en el sentido de que se trata de un bicho que escapó de alguno de los laboratorios en donde se mantienen encapsulados millones de virus y bacterias, pero al final del día, se ignora cuál es su origen, en el resto de países su control, es dejado a un bloque de vacunas, las cuales afortunadamente ponen de alguna manera, un dique de contención al avance de la epidemia.

                Sin embargo, los niños y jóvenes, medularmente, fueron sacados de sus escuelas para preservarlos de contaminarse y que pudieran enfrentar inclusive la muerte. Sus planteles educativos fueron abandonados, y los infantes y los jóvenes, se confinaron en sus domicilios desde los cuales atienden sus clases por vía de la internet y el resto de herramientas que la tecnología les permite seguir interactuando con sus académicos.

                Sin embargo, llegó la hora de volver a clases en sus salones de rigor. Las condiciones en que se encuentran, seguramente deberán ser   atendidas por sus mentores y los padres de familia y los propios estudiantes.

                Les conviene en aras de la socialización, que debe registrarse en todos ellos, con vistas a evitarse consecuencias mayores en la salud física y mental de los educandos. Igual sus profesores. Acabó la larga ausencia de ver por sus responsabilidades frente a grupo, que si bien, fue inesperada, los académicos de vocación, sienten ya la necesidad de retomar su lugar, de cara ante un alumnado que necesariamente debe tornar a sus labores habituales.

                En España, por ejemplo, nunca suspendieron clases en todo el sistema educativo, desde el jardín de niños, pasando por la escuela primaria, la secundaria y el bachillerato, así como los estudios universitarios. Al fin país del primer mundo, aplicaron las medidas de prevención a pie juntillas, como se las marcó el régimen sanitario, pero las labores escolares nunca las suspendió la república española. Es todo.