El espacio poético de Ely Núñez

Gabriela Mistral nació en Chile en 1889

GABRIELA MISTRAL (1889-1957) fue una de las poetas más notables de la literatura chilena e hispanoamericana. Se le considera una de los principales referentes de la poesía femenina universal y por su obra obtuvo en 1945 el primer Premio Nobel de Literatura para un autor latinoamericano.

Nació el 7 de Abril de 1889 en Vicuña, ciudad nortina situada en el cálido Valle del Elqui, «entre treinta cerros» como ella misma gustaba de recordar. Fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga, según consta en los registros parroquiales de su ciudad natal. Su familia era de origen modesto. Sus padres fueron un profesor, Juan Jerónimo Godoy Villanueva, y una modista, Petronila Alcayaga Rojas.

La influencia de su hermana resultó determinante en su decisión de dedicarse a la enseñanza, promoviendo un pensamiento pedagógico centrado en el desarrollo y la protección de los niños. Su carrera docente fue sumamente precoz. Empinando los 15 años de edad, en 1904, ya había sido nombrada ayudante en la Escuela de La Compañía Baja, y en 1908 se desempeñó como maestra en la localidad de La Cantera. Su ingreso a la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena se vio frustrado debido a la resistencia que despertaron algunos poemas suyos en círculos conservadores locales, que los calificaron como «paganos» y «socialistas».

En 1910 se trasladó a Santiago, donde trabajó en la Escuela de Barranca y aprobó los exámenes especiales en la Escuela Normal de Preceptores. A partir de ese momento empezó a trabajar en distintas escuelas alrededor del país, como las de las ciudades de Traiguén, Punta Arenas, Antofagasta y Temuco. En esta última conoció al joven Neftalí Reyes Basoalto (Pablo Neruda), a quien introdujo en la literatura rusa.

Los progresos en la profesión docente corrieron paralelos al desarrollo de su producción poética. La prensa regional de La Serena (El Coquimbo), Ovalle y en Vicuña (La Voz del Elqui) difundió sus primeros escritos, entre los cuales se cuentan «El perdón de una víctima», «La muerte del poeta», «Las lágrimas de la huérfana», «Amor imposible» y «Horas sombrías», publicados entre agosto de 1904 y septiembre de 1910.

En 1908 sus trabajos fueron objeto de un primer estudio por parte de Luis Carlos Soto Ayala, quien recopiló en el volumen Literatura Coquimbana prosas como «Ensoñaciones», «Junto al Mar» y «Carta íntima». Durante su residencia en Coquimbito, Los Andes, compuso los famosos «Sonetos de la Muerte», obra por la que obtuvo en septiembre de 1914 la más alta distinción en los Juegos Florales de ese año. Las lecturas que en ese entonces fascinaban a la autora incluían a Montaigne, Amado Nervo, Lugones, Tagore, Tolstoi, Máximo Gorki, Dostoievski, Rubén Darío y José María Vargas Vila.

En junio de 1922 viajó a México invitada por el Ministro de Educación mexicano, el poeta José Vasconcelos, con el fin de colaborar en la reforma educacional y la creación de bibliotecas populares en ese país. Fue también en este año que apareció en New York Desolación bajo el alero del Instituto de Las Españas, dirigido por el crítico literario español Federico de Onís. A partir de esta publicación Gabriela Mistral adquirió reconocimiento y prestigio internacional siendo considerada como una de las mayores promesas de la literatura latinoamericana. También marca el inicio de una serie de publicaciones de la poetisa nacional en tierras extranjeras. En México se edita Lecturas para Mujeres en 1923 y un año más tarde en España se publica Ternura.

Durante la década de 1930 Gabriela Mistral dictó numerosas conferencias y clases en Estados Unidos, Centro América y Europa. En 1932 inició su carrera consular en Génova, Italia, pero que finalmente no logró ejercer al declararse abiertamente en oposición al fascismo. Hacia 1938 retornó a América Latina coronando este regresó con la publicación de Tala, libro editado en Buenos Aires a instancia de su amiga Victoria Ocampo. Posteriormente regresó a Estados Unidos con el respaldo de la Unión Panamericana.

A finales de la década de 1930 círculos literarios de distintos países comenzaron a promover a Gabriela Mistral para el Premio Nobel de Literatura. El Presidente Pedro Aguirre Cerda y la escritora ecuatoriana Adelaida Velasco Galdós se mostraron interesados en respaldar su candidatura a través de la traducción de sus obras.

En el ámbito de su vida íntima, la poetisa vivió trágicos episodios. En 1942, mientras vivía en la ciudad de Petrópolis, Brasil, fue impactada por el suicidio de dos de sus amigos, Stefan Zweig y su esposa, ambos judíos que habían huido de la persecución nazi. Un año más tarde, en 1943, recibió un golpe aún más doloroso, cuando su sobrino Juan Miguel, a quien apodaba con cariño maternal «Yin Yin», también decidió quitarse la vida. Convertida en una figura pública, sus relaciones personales despertaron una curiosidad que aún no se extingue, particularmente en lo que concierne al vínculo con sus asistentes Laura Rodig y Doris Dana.

En 1945 la Academia Sueca galardonó finalmente a Gabriela Mistral con el Premio Nobel de Literatura, premio que recibió el 10 de diciembre de aquel año. Años después de este reconocimiento de carácter universal en Chile se le otorgó el Premio Nacional de Literatura en 1951. Galardón que viene coronado a nivel nacional en 1954 con Lagar, que corresponde al primer libro de toda su producción publicado en Chile antes que en el extranjero

El 10 de enero de 1957, luego de padecer y luchar largamente con un cáncer al páncreas, Gabriela Mistral falleció en el Hospital de Hemsptead, en Nueva York. De manera póstuma aparecieron libros que reunieron parte de sus prosas, rondas, cantos, oraciones y poemas, como Motivos de San Francisco en 1965, Poema de Chile en 1967 y Lagar II, entre otros. El Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile conserva actualmente el más importante fondo documental dedicado a su legado, compuesto por 563 piezas, que incluyen manuscritos, epistolarios, fotografías y otros documentos privados.

LOS SONETOS DE LA MUERTE

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,

te bajaré a la tierra humilde y soleada.

Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,

y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvareda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,

¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna

bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,

y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir

arrastrando su masa por la rosada vía,

por donde van los hombres, contentos de vivir…

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,

que otra dormida llega a la quieta ciudad.

Esperaré que me hayan cubierto totalmente…

¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura,

para las hondas huesas tu carne todavía,

tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;

sabrás que en nuestra alianza signo de astros había

y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día

en que, a una señal de astros, dejara su plantel

nevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él…

Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales

le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales

o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.

Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir…

¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?

¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!