TARDE GRIS
|Alejandra Márquez
En esta tarde gris, la lluvia que suena en los tejados me remonta a los días húmedos de mi niñez.
Vuelven a mi memoria como una fotografía intacta, esos días en que las gotas al deslizarse en cada hoja reavivaban su hermoso color verde, ese que los días soleados y polvorientos opacaban y secaban.
La lluvia que se cargaba como pequeños cristales acumulados en las ramas de los árboles, y los ramos de flores hasta jorobarse, y en la calma, gustosa sacudía para de ellos empaparme.
Tarde gris, en plena primavera que alborotaba el canto de las ranas y el susurro de los grillos escondidos en la maleza.
Frente a la casa que habité, un río sin cauce pareciera muerto, es el emblema del paisaje que desde mi ventana solía ver.
Los pájaros saliendo de su escondite, posando sobre los cables de luz, o de alguna rama, sacudiendo de sus plumas la pesadez del agua recibida y aprovechando el cese de la lluvia para degustar algún insecto, su trino para despedir la tarde, y el instante perfecto en el que desaparecían, era el fin de la lluvia, del día.