Cuatro poemas de Pedro Cerecedo
|- Aquí la muestra de que la juventud lee, trabaja, para hallar el gozo en lo que hace. Pedro ha tomado varios de mis talleres, desde hace tres años, y de manera individual también. Ahora es su turno, el de ver sus poemas publicados, en la serie donde han salido sus compañeros en “La Jiribilla Veracruzana”, cuatro poemas donde podemos ver, escuchar sus voz, en imágenes de la ciudad. Así su canto al borde del abismo, en que sujeto y circunstancia se vuelven presencia, memoria a la vez. El descubrir la realidad cotidiana le sirve para encontrarse, ahora en su escritura, actividad espiritual, en que se convierte ese ejercicio ascético. De tal manera que las figuras literarias hallan el ajuste en cada artefacto verbal. Aquí pues, su presencia cotidiana. Buscando el acomodo en el poema inasible, volátil como el tiempo
PEDRO CERECEDO. Iztapalapa, Distrito Federal, 3 de febrero de 2002. Cursa el sexto semestre en el Colegio de Bachilleres, Plantel 3, Iztacalco, CDMX. En 2011 tomó el curso de “Seres mitológicos” en el Faro de Oriente, sus pinturas fueron seleccionadas para una muestra colectiva de pintura infantil en Japón. Ha publicado en La ciudad en los ojos, Antología, (Muestra creativa de los talleres literarios). Eterno Femenino Ediciones, 2018 y en La edad de la rosa, FESI Iztacala, UNAM. Así como en “La Jiribilla”, Suplemento Dominical de Gráfico de Xalapa. Asistió al Taller que coordino en Cafetzalli, Coyoacán, CDMX.
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POR EDUARDO CERECEDO
Aquí la muestra de que la juventud lee, trabaja, para hallar el gozo en lo que hace. Pedro ha tomado varios de mis talleres, desde hace tres años, y de manera individual también. Ahora es su turno, el de ver sus poemas publicados, en la serie donde han salido sus compañeros en “La Jiribilla Veracruzana”, cuatro poemas donde podemos ver, escuchar sus voz, en imágenes de la ciudad. Así su canto al borde del abismo, en que sujeto y circunstancia se vuelven presencia, memoria a la vez. El descubrir la realidad cotidiana le sirve para encontrarse, ahora en su escritura, actividad espiritual, en que se convierte ese ejercicio ascético. De tal manera que las figuras literarias hallan el ajuste en cada artefacto verbal. Aquí pues, su presencia cotidiana. Buscando el acomodo en el poema inasible, volátil como el tiempo (Bajante)
ÁRBOL
I
Raíces del aire,
tronco hueco,
oculto entre ramas
sonando al canto del sol.
Tus naranjas, frutos que caen
como el día.
II
Frutos que guardan
el sabor sobre el día,
dulce como las madrugadas de lluvia,
amarga como los calores interminables
de la semana.
Alzas tus brazos en las mañanas
de brisa, de primavera
y ocultas tu aire
de invierno.
III
Raíces talladas sobre la acera,
mil voces suenan sobre
tiempo de bonanza.
Recuerdo que un día
fuiste, ahora,
sonido firme,
taja, cortando en dos tu cuerpo
huerto,
ventisca, madrugada.
Estruendo rondando
tu cabeza,
camino envuelto,
hojas secas,
otoño surgiendo
de las faldas del verano,
ojos gastados
los frutos entre
hierba, nunca crecida
en el patio de mamá.
EL BOSQUE
Amanece,
temblor en la tierra.
Viento que cruza tu población
de agua,
se pierde entre cedros,
sonidos de noche,
silencio de madrugada,
para llenar el vacío.
Fruto caído del día
en busca de un sitio,
el agua.