Roque Dalton y un libro levemente odioso

ROQUE ANTONIO DALTON GARCÍA (SAN SALVADOR, 14 de mayo de 1935-San Salvador, 10 de mayo de 1975)

Por Lisardo Enríquez L.

En una época de contrastes, de oprobio y miseria en muchos países latinoamericanos, y al mismo tiempo de surgimiento de agujas en el pajar, toca a Roque Dalton ser una de estas agujas en El Salvador su país. Él, poeta revolucionario, dice: “¿Para qué debe servir / la poesía revolucionaria? / / ¿para hacer poetas? / ¿O para hacer la revolución?” Esta es una reflexión para académicos de altos vuelos, que seguro no tienen dificultad para elegir.

Roque Dalton revolucionario, poeta, dramaturgo, ensayista y periodista nació en San Salvador en mayo de 1935 y murió asesinado cerca de Quezaltepeque de la misma República de El Salvador en mayo de 1975, a unos días de que cumpliera 40 años de edad. Estudió leyes en la República de Chile, ciencias sociales en su país y etnología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Combinaba la creación literaria con la actividad política. Fue miembro del Partido Comunista Salvadoreño, encarcelado en varias ocasiones. En 1961 salió al exilio. Vivió en Guatemala, México, Cuba y Checoslovaquia. Después renunció al Partido Comunista. En 1973 se sumó como guerrillero al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

De su producción literaria, algunos libros fueron publicados en vida del autor, otros salieron al público después de su muerte. Uno de estos últimos fue Un libro levemente odioso, cuyos poemas escribió entre 1965 y 1971. La primera edición de este libro es de 1988 en la Colección Obras de Roque Dalton, con el sello de La Letra Editores, S.A. de C.V. El prólogo es de Elena Poniatowska, los dibujos de José Luis Posada y el Diseño de la Colección, así como la portada, de Jordi Enrigue Soler, y fue impreso en la Ciudad de México.

Con la fuerza de las palabras del autor, en este conjunto encontramos versos como estos del poema titulado Difunto solo: “Te han llevado a enterrar casi a empujones / bajo un cielo de plata manchado de palomas / / Pobrecitos los muertos-se diría al mirarte- / ¡Qué cosa más jodida es descansar en paz!” //. En el poema La historia como nudo gordiano, dice en la parte final: “Porque la historia es la cultura, tontos. / Y el historiador es el vengador de los poetas. / Porque él también es un poeta. / Urgido más tarde o más temprano de vengadores”. A Silvio Rodríguez, uno de los pilares de la llamada Nueva Trova Cubana, le escribió el poema Canción protesta que dice así: “Cayó mortalmente herido de un machetazo en la guitarra / pero aún tuvo tiempo de sacar su mejor canción de la funda / y disparar con ella contra su asesino / que pareció momentáneamente desconcertado / llevándose los índices a los oídos / y pidiendo a gritos / que apagaran la luz.”  

La poesía de este salvadoreño algún parentesco tiene con la del peruano César Vallejo; con la del chileno Nicanor Parra y con la del nicaragüense Ernesto Cardenal. Versos de rebeldía con alto contenido social. Vallejo moría de hambre en París con aguacero, como lo decía él mismo; Dalton ofrecía la vida a cada instante para que cambiara el estado de cosas en su patria y lo cantaba con sus versos: “Sí camarada / soy / lo más revolucionario / que me permite / el cuerpo de querube / la lengua celestial”. Su vida, su sangre y su talento, juntos, eran literatura en revolución.