Ex escoltas de Gladys Merlín, en la mira tras asesinato y robo
|- Sostener desde el gobierno estatal que ese crimen es atribuible a los “cacicazgos”, ignorando todo lo sucedido, es por lo menos extraño.
Gráfico de la Región Sur
Cosoleacaque
Los ex escoltas de la ex alcaldesa Gladys Merlín Castro, están en la mira del doble homicidio, luego de que días antes a ella le robaron una maleta con dinero con las ganancias de su gasolinera.
De
acuerdo con el periodista Jorge Fernández Menéndez, en su columna titulada
«Morir en Cosoleacaque» publicada este martes en el periódico de
circulación nacional «Excélsior», a la ex alcaldesa le robaron poco
más de un millón de pesos, producto de la venta de gasolina del 5 al 7 de
febrero.
El reconocido periodista relata que en el caso de la ex alcaldesa de
Cosoleacaque y su hija Carla Enriquez, hay muchos hechos extraños.
«Primero, a pesar de lo dicho por los agentes de la empresa privada de
seguridad que protegía su vivienda, nunca se encontró a los hombres armados
con fusiles de asalto, las mujeres murieron acuchilladas, degollada una de
ellas, en una forma brutal», cita la columna; aquí el texto íntegro:
Morir en Cosoleacaque, Veracruz
Por Jorge Fernández Menéndez
Eran las 04:41 horas de la mañana del lunes cuando el agente municipal de
Cosoleacaque, Carlos Luria Martínez, estaba haciendo su recorrido de vigilancia
por la carretera transístmica, a bordo de la unidad es SPM 22 32 23 junto con
el agente José Luis Romay Prieto, cuando por radio le informaron desde el C4
local que solicitaban apoyo urgente en un domicilio ubicado en la calle
Correos, esquina con Marco Antonio Muñoz.
Le dijeron que se trataba de un robo a casa habitación.
Los agentes llegaron tres minutos después a la vivienda (que los vecinos describen
como una verdadera fortaleza) y se encontraron con el vigilante de la empresa
de seguridad privada IPAX, Víctor Trinidad Domínguez, único encargado, ese día,
de la vigilancia externa de la propiedad.
Víctor dijo que en el interior de la vivienda se encontraban unos hombres con
armas largas, y que su compañera, de la misma empresa de seguridad privada,
Isabel Bretón Riberoll, encargada de la seguridad interior de la vivienda,
había sido herida de bala.
Los agentes ingresaron a la vivienda y aseguraron que había impactos de arma de
fuego que habían destrozado ventanas y puertas de cristal, que la vivienda
estaba revuelta por dentro, pero nunca encontraron a los presuntos hombres
armados.
Lo que sí vieron fue los restos de dos mujeres asesinadas. Los cuerpos fueron
inmediatamente reconocidos por Heliodoro Merlín Ortiz, el hermano y tío de las
víctimas, se trataba de Gladys Merlín Castro, de 51 años, y su hija Carla
Guadalupe Enríquez Merlín, de 28 años.
Gladys había sido presidenta municipal del municipio, candidata a diputada,
responsable de los programas sociales en el estado y era una notoria dirigente
priista local. Su hija pensaba seguir el mismo camino, aunque existían
versiones no confirmadas de que podrían buscar candidaturas por Morena.
El gobernador Cuitláhuac García se apresuró a asegurar que se trataba de
asesinatos políticos atribuibles a cacicazgos locales, sin ofrecer una sola
prueba en ese sentido. Lo cierto es que como han señalado analistas locales al
gobernador se le están sumando los asesinatos de personajes con peso local,
municipal, en el estado y la impunidad sigue siendo la norma, lo mismo que
sucede con un altísimo porcentaje de feminicidios.
En el caso de la ex alcaldesa de Cosoleacaque y su hija, hay muchos hechos
extraños. Primero, a pesar de lo dicho por los agentes de la empresa privada de
seguridad que protegía su vivienda, nunca se encontró a los hombres armados con
fusiles de asalto, las mujeres murieron acuchilladas, degollada una de ellas,
en una forma brutal. Los vecinos aseguran que sólo se escuchó un disparo esa
madrugada.
La historia aparentemente es otra. El gerente de la gasolinera propiedad de
Gladys Merlín Castro, que dice la semana pasada, la ex funcionaria, acompañada
con su jefe de escoltas, fue a recoger, para depositar en un banco cercano,
poco más de un millón de pesos en efectivo producto de la venta de gasolina del
5 al 7 de febrero.
Según el gerente, Gladys dejó la maleta con el dinero en su camioneta, pero
cuando regresó a ella, el jefe de escoltas le dijo que un grupo armado le había
robado la maleta. Nadie había visto el robo. La ex presidenta municipal
responsabilizó del hecho a su jefe de escoltas y lo denunció, lo mismo que
todos los miembros de su equipo de seguridad. Por eso Gladys tenía el día de su
asesinato, en su casa, sólo una persona externa y otra interna.
Según los informes de inteligencia, el robo de la maleta con el millón de pesos
estuvo pactado con sus agentes de seguridad. Dicen que luego del robo en la
gasolinera, el dinero producto de las ventas de gasolina de este fin de semana,
Gladys lo había guardado en su casa. Y que el objeto del ataque que sufrieron
las dos mujeres fue el robo de ese dinero, realizado por quienes eran o seguían
siendo parte de su seguridad.
Según informes policiales, las dos mujeres fueron asesinadas en cuartos que no
era sus dormitorios, pero sí el lugar en donde estaba la caja fuerte con el
dinero de las ventas de gasolina. Los datos de criminalística sugieren que
Gladys trato de escapar junto con su hija Carla, pero que fue jaloneada de los
cabellos y degollada; Carla fue asesinada saliendo de ese cuarto. Es
desconcertante, con ese escenario, que la mujer de seguridad que las
acompañaba, sólo recibiera un leve disparo en la mano, y no pudiera ofrecer más
información.
La verdadera línea de investigación pasa por los agentes de seguridad que
custodiaban a Merlín Castro, tanto los que fueron acusados del robo en la
gasolinera como los que estaban en la madrugada del lunes en la casa. Estamos
hablando del asesinato de dos mujeres con una fuerte presencia política local,
con intereses económicos y distanciadas del gobierno estatal. Estamos hablando
de dos feminicidios, en un estado asolado por ellos.
Sostener desde el gobierno estatal que ese crimen es atribuible a los “cacicazgos”,
ignorando todo lo sucedido, es por lo menos extraño. Y ocurre en un estado
donde se repiten, insistimos, los asesinatos relacionados con la política
local, en distintos municipios, donde se multiplican las amenazas y la fuerte
presencia de grupos criminales que, de una u otra forma, con diferentes aliados
y enemigos locales, son parte del juego político y criminal. Por lo pronto, la
impunidad es la norma.