UN REFUGIO EN LA MEMORIA; JUAN GABRIEL VÁSQUEZ PRESENTA SU MÁS RECIENTE NOVELA

  • ‘Volver la vista atrás’ reconstruye la historia, el exilio y los secretos de la familia del cineasta Sergio Cabrera.

CIUDAD DE MÉXICO.

Una novela que reconstruye los retazos de una familia infectada por la guerra civil española, el exilio, la Revolución Cultural China y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), bajo la influencia mítica de Felipe Díaz Sandino, figura totémica de la familia Cabrera y que sirve de arranque a Volver la vista atrás, la más reciente novela de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973).

En ésta, el autor recrea la historia, los secretos y las tensiones entre el actor y declamador Fausto Cabrera y su hijo, el cineasta y guionista Sergio Cabrera, conocido por filmes y series como La estrategia del caracol, Ciudadano Escobar y Cuéntame cómo pasó.

En este libro encontré un refugio y una manera de poner orden en mis días de pandemia, y tal como digo en la nota de autor, “ordenar una vida ajena, que era la vida de mi personaje, Sergio Cabrera, fue una buena manera de lidiar con el

desorden de mi propia vida, de mi presente, y en eso le estoy agradecido a este libro”, dice a Excélsior el ganador del Premio Alfaguara 2011, definido el heredero literario de Gabriel García Márquez.

¿Qué representa Fausto Cabrera? “Es la imagen perfecta del ser humano sometido a los vaivenes de la historia, algo que siempre he tratado en mis libros. Es la fragilidad del individuo arrastrado por fuerzas que no entiende y que intenta dominar, quien juega su pequeño papel en el teatro del mundo y embarcó a su familia en una misión ideológica. Era un personaje mesiánico que rozaba el fanatismo”.

¿También convoca la fuerza de la literatura? “La poesía siempre ha estado presente en mis libros, como una manera de entender el mundo, es decir, con frecuencia los personajes recurren a versos o poemas para explicarse lo que les está pasando”.

Y añade: “Por ejemplo, en El ruido de las cosas al caer hay versos de José Asunción Silva y de León de Greiff, bajo la idea de que la poesía es una especie de oración laica para los ateos que acompaña a mis personajes. Aquí me encontré con un personaje real para quien la poesía recitada era una manera no sólo de interpretar el mundo, sino de tener un lugar”, abunda el también autor de La forma de las ruinas.

Además, Fausto le permitió al autor construir su propio retrato del artista adolescente (como a James Joyce), “donde ese hombre encuentra su lugar en el mundo a través del arte, aunque también fue interesante ver cómo el poder de la ideología y del fanatismo ideológico puede trastornar el sentido del arte, como cuando ya está metido en la ideología maoísta y cuestiona el hecho de que la poesía no sirve para nada porque no tiene un mensaje claro. Ése es un debate que los latinoamericanos hemos vivido siempre, del arte por el arte contra la idea del compromiso”.

¿Es una tensión constante en su libro? “La tensión entre arte y política está presente en todo el libro. También está en la vida de su hijo, (el cineasta) Sergio Cabrera. Así que el lector encontrará en la novela un segundo retrato del artista adolescente, pero esta vez no desde la poesía, sino desde el cine, que es el ojo a través del cual Sergio percibe el mundo y se encuentra también en esa tensión, entre el cine como herramienta de cambio social o la visión de un mundo sin esas ataduras ni obligaciones”.

¿Es el abuelo Felipe el mito de la familia? “Me interesó el contenido mítico que le da a la vida de la familia porque ese grupo de exiliados (salidos de Barcelona) perdidos en América Latina, entre República Dominicana, Venezuela y Colombia, lo único que llevan en las manos es el mito de este hombre que tuvo un desempeño heroico durante la Guerra Civil Española, combatiendo con los republicanos”.

Además, hay un vínculo entre Felipe y las decisiones de Sergio Cabrera, y eso también lo quise contar en la novela: cómo una decisión que Sergio toma en 1969, por ejemplo, al entrar en la guerrilla de Colombia, sólo fue tomada parcialmente, porque, de alguna manera misteriosa, fue impulsada por el tío Felipe, un héroe que peleó contra los fascistas, es la manera como las mitologías heredadas pueden marcar nuestra vida”.

PODER TOTALITARIO

Una reflexión complementaria que aporta Volver la vista atrás es la censura a escritores y artistas afianzada desde las dictaduras.

Juan Gabriel Vásquez lo define como “una confesión del poder totalitario ante lo incómodo que resulta la existencia de un relato que no domina”.

Lo que más inquieta (al poder) es un escritor, historiador o periodista que cuenta otras historias y lo primero que intenta un sistema totalitario es tener el control del pasado y del presente”.

Explica que los escritores “siempre han tenido la mala costumbre de dar su propio relato y presentar una especie de voz ciudadana que da su versión de los hechos”.

Y asegura que uno de los autores que mejor pensó en esto, en el lenguaje de novela, “fue George Orwell, en 1984, donde mostró que quien controla el presente, controla el pasado; y quien controla el pasado, controla el futuro. Así que la literatura es un elemento incómodo que insiste en tener su propio relato, frente a la versión monolítica de la historia que se pretende imponer desde el poder”, concluye.