LOS ENCUENTROS
|El cuento
Damián Sastré
Dicen que del roce nace el amor. Algunas veces desde el primero.
Él es un tipo mimado y privilegiado, acostumbrado a tener servidumbre a su disposición, comida en su plato, manos entregadas a sus caprichosos deseos y secretos inenarrables bajo la alfombra. De esos que nunca han conocido, ni conocerán el verdadero mundo.
Ella es una cualquiera, acostumbrada a valerse por sí misma, a allanar y robar cuándo y dónde le es posible, a profanar la tierra con sus sucios pasos, a causar —sin siquiera pretenderlo— mala impresión, asco, repulsión y —en algunos casos— terror. De esas que sería mejor exterminar.
Se conocieron de manera fortuita; cruzaron pasos en medio de un asalto, ella vio la muerte en los ojos de él, él vio en los ojos de ella el terror… y así comenzó el cortejo. Ella corrió con todo su ímpetu aún sabiendo que era inútil el esfuerzo, él la siguió con los pasos calmos con que un gigante persigue a un enano y la acorraló.
Ella se resignó a su destino, él sintió el sadismo recorrerle la piel y soltó el primer golpe, y quizá estaba escrito en el destino de ambos, o quizá fue el ácido sentido del humor del universo improvisando. Las antenas de ella hicieron cosquillas en las almohadillas de él, las garras de él acariciaron la exoesquelética cabeza de ella; aquello, más que un golpe, fue un roce, el primero… y del roce nació el amor.
Ella vio —en la silueta de él— a la ternura luchando contra la muerte, él sintió la incomodidad —de aquello que va contra natura— erizando su pelaje, revolviéndole el instinto y las entrañas.
Hay cosas para las que el mundo no está listo y nunca lo estará.
Ella sale del nido en las madrugadas, con el pretexto de conseguir comida. Él sube a la azotea, con el pretexto de pelear territorio; allí, dónde sólo la Luna puede ser testigo, se entregan a la pasión de aquel amor tan propio; ella regresa al nido fingiendo la huida, él actúa alguna rencilla y vuelve agitado a casa.
Algunas veces el instinto llama a la puerta y él, sin desearlo, trata de asesinarla; ella corre con todo su ímpetu, él la sigue con paso calmo y la acorrala. Ella lleva en el cuerpo los estigmas de ser quién es y de amar a quien ama. Él continúa —mayoritariamente por guardar la imagen— cazando cucarachas.
- Damián Sastré (Tampico, Tamaulipas, 1988). Es psicólogo, actor de teatro y escritor