La lona azul, segunda novela de Marisol Gutiérrez

Página Nómada 

GUTIÉRREZ, Marisol. La lona azul, Editorial la Hormiga Roja, 2020, (80 pp.)  Imagen de portada: Monstruos Cristinos I. Talla en madera, incrustaciones, de Marisol Gutiérrez.

Eduardo Cerecedo

Marisol Gutiérrez (México, D.F., 1954) ha escrito con gran acierto una novela que se instala dentro de la novelística de la novela negra o hard-boiled es, como la definió Raymond Chandler en su ensayo El simple arte de matar, la novela del mundo profesional del crimen. La autora ha tenido, no sé si la fortuna  de invertir, cambiar los nombres reales de los personajes, por apodos, para no desairar a los habitantes de la colonia a fin. Esos nombres dotándolos de un misterio, para los que conocen a los personajes, tenga a modo de reírse, divertirse a la vez que los hace pensantes para buscar ellos mismos las situaciones cercanas, imaginadas sobre la familia Terrés Garfias. Los personajes centrales son:  Ronda, Tikkis, Boti J. Gordolobo, Rino, Beto, Vero, Susana, que viven,  se, desplazan, merodean, habitan la casa, de La lona azul, que ésta viene siendo la propiedad en disputa, perdón, la propiedad robada en fragmentos por el descorazonado, también santero, brujo, hechicero, ahora asesino. Que viene siendo un personaje malvado, malquerido por los vecinos y la familia Terrés Garfias, excepto por Tikki, quien lo introdujo a su casa por cuestión de enamoramiento. Los hechos narrados en esta novela, La lona azul, son de los últimos tres años hasta 2020. Que fue cuando salió editada la obra de la cual nos ocupamos.

     El protagonista en la novela policíaca es normalmente un policía o un detective, habitualmente recurrente en las obras del mismo autor, que, mediante la observación, el análisis y el razonamiento deductivo, consigue finalmente averiguar cómo, dónde, por qué se produjo el crimen y quién lo perpetró. Pero en este caso, no es una novela policial, aunque roza esos límites. Aquí en esta novela negra, el personaje principal es Ronda, prima de Tikki, —ésta última que es la primera en asumir el rol de ladrona, ya que es ella quien despoja la parte de abajo, es decir, parte de la planta baja de la casa en cuestión. Claro, presionada por el marido, que viene siendo el Santero, para ahorrarnos más adjetivos así lo nombraré— es quien logra descubrir al asesino de su prima, a través de la observación, de la intuición, y también de lo que ha visto y oído. La pandemia es el momento justo para matar a su mujer, la Tikkis, sacarla de su propia casa, y llevarla directo al crematorio; ya que en este tiempo de pandemia se ajusta para eso y más. Así de fácil, no hubo autopsia, y nadie se enteró. Pero los vecinos de Ronda le comunicaron lo ocurrido. Debido a los trucos del santero por y para apropiarse del inmueble, él había colocado lámparas, para vigilar a Ronda que es la que vive en la parte de arriba. Y para evitar ser vista todo el tiempo, ella mandó a colocar esa lona, para tener algo de privacidad. Nulificando así las estrategias del santero, que él pensaba tener todo bajo control. Aunque él había protegido su territorio para que Ronda no lograra mirar hacia su parte, que era la planta principal de la casa.

    Ronda hace una denuncia y varias denuncias ante las autoridades correspondientes en tiempo y en forma como constan en los documentos que muestra al final de la novela. Pero que nadie la ayuda. Dejando así abierta su narrativa para que el tiempo confirme o deshaga ese hechizo de robo y de asesinato. Como quien dice, la víctima ahora sería ella. Allí las autoridades maniatadas por el soborno.

  Con un estilo claro, con un lenguaje saludable, un prosa limpia, Marisol Gutiérrez llega con esta segunda novela a sorprendernos con su manera de contar. También logra divertirnos con esos vericuetos de la infamia en sus personajes, el sarcasmo como mediador entre un personaje y otro. Así la obra de la Dra. Marisol Gutiérrez.