DE CABEZA

Maricarmen Delfín Delgado

Tan importante es nuestro rostro que el cerebro tiene una región especial para reconocerlo, la cara es lo que nos hace únicos, nos identifica y nos da individualidad, es lo primero que vemos al interactuar con otra persona, también es nuestro universo social donde se expresa todo lo que ronda dentro de la cabeza; gesticulamos en todo momento y en toda situación, es parte importante de la comunicación humana, ocupa aproximadamente un tercio de la cabeza.

La cabeza humana es la parte más frágil e importante del cuerpo. Aquí se resguarda el cerebro, los principales órganos sensoriales, es donde se instalan los sentidos (gusto, vista, oído, habla, olfato). Pesa entre 300 y 350 gramos en un recién nacido y llega hasta entre 1.350 y 1.400 kg en la edad adulta, con características específicas casi imperceptibles propias de cada individuo. Hasta hace algunos años se creía que el tamaño de la cabeza, y por ende del cerebro, estaba relacionado con la capacidad intelectual, actualmente se sabe que esta teoría es falsa.

Desde épocas remotas la cabeza ha impresionado, ha sido el eje entre vida y muerte, adoración y castigo, misticismo y realidad, belleza y fealdad, repulsión y admiración, en fin, el todo en la tierra y en el universo cosmogónico. La mayoría de las culturas milenarias centraban su forma de vida en esta parte del cuerpo, su simbolismo es amplio y variado. En las culturas de Mesoamérica la decapitación fue una práctica cotidiana y en diversos ámbitos, estuvo presente en relatos míticos, en los juegos de pelota, en los rituales a los dioses; la decapitación como símbolo de castración en diversos grupos étnicos, todo esto representado en esculturas, códices y cerámica.  Los impresionantes tzompantlis o andamios formados por los cráneos de las personas sacrificadas, desplegados sobre altares o montículos como trofeos es otra prueba de su importancia especialmente entre los mayas y olmecas en el sur de Veracruz.

La cabeza como representación artística en diversas culturas es una constante, desde las famosas cabezas de la culturas olmeca, totonaca e inca por citar algunas en este continente; las cabezas de la Isla de Pascua, los bustos en la griega, la romana, la egipcia. Otra arista son las colecciones de cabezas humanas empequeñecidas, de las tribus de Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela. Las cabezas de animales como híbrido entre el humano y la deidad, tema recurrente en la mitología mundial, o sobrepuestas a manera de tocado como significado de valor e identidad, también como ofrenda, como regalos a los dioses.

Actualmente las cabezas que atrapan la atención son las alegóricas como las que portan las “mojigangas” en los desfiles o carnavales, las de ficción como en los seres extraterrestres, en las botargas, en carteles para fines publicitarios o simplemente en una piñata.

Nuestro idioma es rico en significados y acepciones, la cabeza no escapa a este tema ya que la concebimos como la parte fundamental de nuestra existencia, como el principio o extremo de algo, parte abultada, superior, cumbre o elevación, como la mente o capacidad de razonar, juicio, talento, responsabilidad:

Cabeza de una viga, de un clavo, de un alfiler, parte superior de un libro, de una vena, de una campana, de un proyectil, inicio de una noticia.

Capacidad de razonar o pensar: dijo lo primero que se le vino a la cabeza, no me da la cabeza para pensar, tengo la cabeza revuelta, ahorita no tengo cabeza para eso, Juan es hombre de buena cabeza, es de cabeza dura, tiene cabeza de chorlito, no razona tiene la cabeza cuadrada, tiene mala cabeza, me va a estallar la cabeza, bajar la cabeza (ante alguien), le calentó la cabeza, me da vueltas la cabeza, se le metió en la cabeza, escarmentar en cabeza ajena, sentar cabeza, se le subió a la cabeza, me quebré la cabeza pensando en ello, me trae de cabeza, está a la cabeza.

Todos sabemos reconocer una cabeza de ajo, cabeza de ganado, cabeza de familia, cabeza de gobierno, cabeza de la iglesia católica, cabeza de serie, cabeza de testamento, cabeza de medusa.

Sombreros, moños, diademas, gorras, coronas, tocados, flores, velos, canastas, pelucas, recipientes, peinetas, birrete, cofia, mascadas, pelotas, cascos, penachos, todo acepta nuestra cabeza, hasta algún bicho se puede alojar en ella. Ah, olvidaba el velo que se lleva como complemento del traje de novia para la boda; si aún no hemos tenido la oportunidad de lucir uno, se recomienda poner a San Antonio “de cabeza”.