DESATINOCRACIA

DESATINOCRACIA

Por Juan Baizabal

A lo largo de estos meses transcurridos, para ser exactos, desde el martes 27 de abril, fecha de la primera publicación de Desatinocracia, un servidor ha reiterado la importancia de la mejora educativa y la profesionalización en política.

Lo anterior, como consecuencia de la realidad que se vive en nuestro país, y sobre todo en Veracruz, donde, en los últimos años, hemos sido testigos de la improvisación, inexperiencia e ineficiencia gubernamental, derivado del perfil de quienes han asumido los diferentes cargos públicos.

Y como resultado, las múltiples manifestaciones sociales, el uso excesivo de la fuerza pública, los altos índices de robos y secuestros, la censura y amenazas a periodistas y medios de comunicación, el incremento en la percepción de la corrupción en gobierno, nepotismo, la falta de transparencia gubernamental, los pocos o nulos resultados en atención oportuna ante la presencia de daños causados por desastres naturales, entre otros más.

Si bien es cierto, estos actos, son producto de la falta de un elemento clave: la ética. Misma, que como se pensaba en la Grecia Arcaica, acompañaba a los hombres virtuosos, amantes del saber y conocimiento.

Juan José Rodríguez Prats en su libro “Cartas a un Joven Político”, dice que la preparación del político debe ser sumamente Plural. Debe saber de historia, a la que identifica como la maestra de la política; derecho, en lo referente a las normas que regulan las instituciones que debe dirigir; sicología, para desentrañar personalidades todos los días con todos su vicios y virtudes; administración pública, para diseñar las mejores políticas y su aplicación; pedagogía, puesto que se trata también de educar.

“Toda una variedad de conocimientos relacionados entre sí como un solo propósito: servir” (Rodríguez, J. 2017).

El político debe ser culto, conocedor de todas las ciencias del conocimiento. Esto le permitirá tomar decisiones objetivas y humanas, a la hora que se presente tal oportunidad.

Debe aprender a escuchar, mirar, hablar y callar, cuando tenga que hacerlo. No siempre se tiene la razón, debe actuar con humildad.

Max Weber en su libro “El Político y en el Científico”, habla de las tres cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura.

“Pasión en el sentido de “positividad”, de entrega apasionada a una causa, al dios o al demonio que lo gobierna. La pasión no convierte a nadie en político, sino está al servicio de una “causa” y no hace de su responsabilidad hacia esa “causa” el norte que oriente sus acciones. Para ello se necesita (y ésta es la cualidad sicológica del político), mesura, capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir, para guardar la distancia con los hombres y las cosas” (Weber, M. 1919).

Weber, también apunta que, la política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma.

“La fuerza de una personalidad política reside, en primer lugar, en la posesión de estas cualidades” (Weber, M. 1919).

De lo contrario quedaremos expuestos y seremos señalados, como Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien hace unos días, desde sus redes sociales, reaccionó de forma denostativa e intolerante en contra del Premio Novel en Literatura, Mario Vargas Llosa.

Cabe mencionar que no es la primera vez, donde la primera dama, queda exhibida por hacer este tipo de señalamientos.

Por y para eso existe la prudencia.