El Espacio poético de Ely Núñez

ANTONIO PLAZA LLAMAS (Apaseo, Guanajuato, 2 de junio de 1833 — Ciudad de México, 26 de agosto de 1882)

ANTONIO PLAZA LLAMAS (Apaseo, Guanajuato, 2 de junio de 1833 — Ciudad de México, 26 de agosto de 1882), fue un militar, poeta y periodista mexicano. (Hasta hace poco tiempo se creyó que había nacido en la localidad del San José del Llano del actual municipio de Apaseo el Grande. El actual cronista de Apaseo el Alto, de apellido Francisco Sauza Vega insiste que este personaje nació en San Bartolomé, Aguascalientes, en el actual municipio de Apaseo El Alto. Aunque su acta de bautismo establece claramente que nació en la actual ciudad de Apaseo el Grande, en aquel momento denominada simplemente Apaseo)

Orígenes, familia y muerte

Sus padres, de origen Español, fueron don José María Plaza y doña María de la Luz Llamas y Menéndez, matrimonio que residió en la ciudad de Celaya. Se casó y tuvo tres hijos, a quienes amaba intensamente. El único cuyo nombre se conoce fue el mayor, Edmundo —al cual le dedicó sentidísimos versos—, y que falleció en Yokohama, siendo Cónsul General en el imperio del Japón. El poeta murió en la ciudad de México a los 49 años. Sus funerales fueron modestos, siendo sepultado en el Panteón del Tepeyac (Villa de Guadalupe), publicándose en los periódicos artículos llenos de sentimiento y pesar por la desaparición de tan insigne pluma.

Estudios y Carrera militar

Fue enviado a la Ciudad de México; ahí ingresó en el Seminario Conciliar donde sólo se cursaban las carreras eclesiáticas y jurisprudencia. «El niño era precoz y liberal por instintos; así es que de aquellas aulas, de donde salieron Juan José Baz, Manuel Romero Rubio, Justino Fernández Mondoño, Manuel Fernando Soto y tantos otros patricios de renombre a defender la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, él salió para alistarse como soldado en las filas progresistas y en ellas sirvió hasta el año de 1861 en que se retiró con licencia y con un pie inutilizado por una bala de cañón en pleno campo de batalla».2

En 1862, ya con el grado de teniente coronel, fue ingresado al Depósito de Jefes y Oficiales asistiendo a las campañas de Querétaro. Posteriormente, en 1867, llegó nuevamente a la Ciudad de México con el ejército, retirándose definitivamente de éste el año siguiente.

El Periodista

Sus ideales liberales y sus críticas, que encendían los corazones impulsando el movimiento revolucionario que modificó los destinos de la patria, fueron plasmados en los periódicos El Horóscopo, Los Padres del Agua Fría, La Idea, La Bandera Roja, La Luz de los Libres, El Constitucional, La Orquesta, La Pluma Roja, San Baltasar, y La Revista Mexicana, logrando la admiración de muchos… y el resentimiento de otros tantos.

POEMA A UNA RAMERA

Mujer preciosa para el bien nacida,

Mujer preciosa por mí mal hallada,

Perla del solio del Señor caída

Y en albañal inmundo sepultada;

Cándida rosa en el Edén crecida

Y por manos infames deshojada;

Cisne de cuello alabastrino y blando

En indecente bacanal cantando.

II

Objeto vil de mi pasión sublime,

Ramera infame a quien el alma adora.

¿Por qué el Dios ha colocado, dime,

el candor en tu faz engañadora?

¿Por qué el reflejo de su gloria imprime

en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora

hechizos mil en tu redondo seno,

si hay en tu corazón lodo y veneno?

III

Copa de bendición de llanto llena,

Do el crimen su ponzoña ha derramado;

Ángel que el cielo abandonó sin pena,

Y en brazos del demonio ha entregado;

Mujer más pura que la luz serena,

Más negra que la sombra del pecado,

Oye y perdona si al cantarte lloro;

Porque, ángel o demonio, yo te adoro.

IV

Por la senda del mundo yo vagaba

Indiferente en medio de los seres;

De la virtud y el vicio me burlaba;

Me reí del amor de las mujeres,

Que amar a una mujer nunca pensaba;

Y hastiado de pesares y placeres

Siempre vivió con el amor en guerra

Mi ya gastado corazón de tierra.

V

Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora

En que te vi, mujer! Dejaste herida

A mi alma que te adora, como adora

El alma que de llanto está nutrida.

Horrible sufrimiento me devora,

Que hiciste la desgracia de mi vida.

Mas dolor tan inmenso, tan profundo,

No lo cambio, mujer, por todo el mundo.

VI

¿Eres demonio que arrojó el infierno

para abrirme una herida mal cerrada?

¿Eres un ángel que mandó el Eterno

a velar mi existencia infortunada?

¿Este amor tan ardiente, tan interno,

me enaltece, mujer, o me degrada?

No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.

¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!.

VII

¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,

tu pobre perro que doquier te siga.

Seré feliz si con mi sangre lavo

Tu huella, aunque al seguirte me persiga

Ridículo y deshonra; al cabo, al cabo,

Nada me importa lo que el mundo diga.

Nada me importa tu manchada historia

Si a través de tus ojos veo la gloria.

VIII

Yo mendigo, mujer, y tú ramera,

Descalzos por el mundo marcharemos.

Que el mundo nos desprecie cuando quiera,

En nuestro amor un mundo encontraremos.

Y si horrible miseria nos espera,

Ni de un rey por el otro la daremos;

Que cubiertos de andrajos asquerosos,

Dos corazones latirán dichosos.

IX

Un calvario maldito hallé en la vida

En el que mis creencias expiraron,

Y al abrirme los hombres una herida,

De odio profundo el alma me llenaron.

Por eso el alma de rencor henchida

Odia lo que ellos aman, lo que amaron,

Y a ti sola, mujer, a ti yo entrego

Todo ese amor que a los mortales niego.

X

Porque nací, mujer, para adorarte

Y la vida sin ti me es fastidiosa,

Que mi único placer es contemplarte,

Aunque tú halles mi pasión odiosa,

Yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.

Ojalá que tuviera alguna cosa

Más que la vida y el honor más cara,

Y por ti sin violencia la inmolara.

XI

Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!

Sus pechos mi niñez alimentaron,

Y mi sed apagó su tierno llanto,

Y sus vigilias hombre me formaron.

A ese ángel para mí tan santo,

Última fe de creencias que pasaron,

A ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,

Olvido por tu amor… ¡loca ramera!

XII

Sé que tu amor no me dará placer,

Sé  que burlas mis grandes sacrificios.

Eres tú la más vil de las mujeres;

Conozco tu maldad, tus artificios.

Pero te amo, mujer, te amo como eres;

Amo tu perversión, amo tus vicios.

Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,

Mientras más vil te encuentro, más te amo.

XIII

Quiero besar tu planta a cada instante,

Morir contigo de placer beodo;

Porque es tuya mi mente delirante,

Y tuyo es mi corazón de lodo.

Yo que soy en amores inconstante,

Hoy me siento por ti capaz de todo.

Por ti será mi corazón do imperas,

Virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

XIV

Yo me siento con fuerza muy sobrada,

Y hasta un niño me vence sin empeño.

¿Soy águila que duerme encadenada,

o vil gusano que titán me sueño?

Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;

Si soy átomo grande o dios pequeño;

Pero gusano o dios, débil o fuerte,

Sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

XV

No me importa lo que eres, lo que has sido,

Porque en vez de razón para juzgarte,

Yo sólo tengo de ternura henchido

Gigante corazón para adorarte.

Seré tu redención, seré tu olvido,

Y de ese fango vil vendré a sacarte.

Que si los vicios en tu ser se imprimen

Mi pasión es más grande que tu crimen.

XVI

Es tu amor nada más lo que ambiciono,

Con tu imagen soñando me desvelo;

De tu voz con el eco me emociono,

Y por darte la dicha que yo anhelo

Si fuera rey, te regalara un trono;

Si fuera Dios, te regalara un cielo.

Y si Dios de ese Dios tan grande fuera,

Me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!