TEOKIKIXTLI

Maricarmen Delfín Delgado

Te tomo en mi mano, naces en ella, cobras vida y alegras la mía, cantas, bailas, lloras y ríes, tras largo discurso mi mente absorbe tu mensaje, nos fundimos, somos dos y a la vez uno solo. Así es nuestra relación con los títeres, compañeros de juegos infantiles, contadores de cuentos, personajes que reviven con nuestras aventuras y nuestras historias.

Los títeres, marionetas cuando son movidos con alambre y guiñoles cuando se forman de un guante, con una variante llamada “de dedo”, han existido desde tiempos remotos, acompañantes del hombre desde que tuvo conciencia de su propia existencia, como elemento didáctico, para esparcimiento, y en cierto modo, como compañía. Su origen se supone fue con el hombre de las cavernas, al imitar con un muñeco movido por la mano su propia sombra que danzaba inquieta entre las rocas y las cavernas emitida por el sol o la hoguera.

En Asia se conservan vestigios encontrados en Myanmar (Birmania), se trata de figuras planas hechas con cuero, podría ser la primera manifestación del teatro de sombras. Se supone su expansión de esta zona hacia Turquía y África, cambiando su forma, tomando cuerpo y siendo parte ya de danzas y ritos. Las primeras referencias del teatro de títeres se remontan siglos atrás en Grecia, Roma y Egipto, en espectáculos públicos para escenificar hazañas de héroes y dioses, acompañados de música y canto. Los primeros títeres se encontraron en la tumba de una bailarina egipcia llamada Jelmis, junto a su momia se halló un barco conteniendo figurillas articuladas que se movían con hilos, al parecer, además de la gracia de sus movimientos también divertía a su público con escenas donde participan estos muñecos.

En Grecia los títeres de hilo alcanzaron mucha fama con representaciones en plazas públicas y en recintos particulares, Photino fue un titiritero tan famoso que se le permitió presentarse en el teatro de Dionisos y citado en los escritos de Aristóteles, Apuleyo y Petronio. El espectáculo griego de títeres era peculiar, contaba con una persona colocada al frente de escenario que se encargaba de vociferar las acciones de los personajes. A pesar de que en Roma también había espectáculos de títeres, nunca alcanzaron la popularidad como en Grecia.

En la Edad Media los juglares eran los amos del entretenimiento popular, su función era divertir e informar, para ello declamaban, cantaban, hacían malabares y representaciones teatrales con títeres en las plazas y en las cortes de los nobles. La Iglesia también echó mano de este valioso recurso didáctico y pedagógico, con escenas basadas en los Evangelios, contaban con imágenes articuladas de los santos y las vírgenes, de habla de una imagen de Jesucristo al que le brotaba sangre almacenada en una calabaza colocada en un costado. En la Cuaresma estaba prohibido cualquier espectáculo popular, solo se hacían los religiosos argumentando que los títeres eran seres sin alma, pero con un éxito mayor que los actores “de carne y hueso”.

En el siglo XVIII en México, las clases populares eran las que marcaban el ambiente que reinaba en la vía pública, las diversiones callejeras eran variadas y concurridas con jerarquías que reflejaban los grupos sociales que gustaban de ellas, los que más agradaban a la clase popular (indios, esclavos, jornaleros, etcétera) eran los maromeros, los animales exóticos, y los títeres que escenificaban problemas sociales con sarcasmo e ironía como desahogo de un pueblo con una brecha social muy marcada. Estas figuras era la voz del pueblo mudo por miedo al castigo, decían lo que estaba en su mente por la boca del muñeco, así se criticaba al opresor.

El clero también aprovechó la escena titiritera para la evangelización, fue un método eficaz para adoctrinar a los originarios de estas tierras hacia la religión católica, en los atrios de las iglesias se montaban obras basadas en el Santo Evangelio con personajes que representaban al pecado, al diablo, a los ángeles, esto derivaría tiempo después en las famosas pastorelas donde se fueron sustituidos los muñecos por las personas. Fray Bernardino de Sahagún menciona en sus crónicas que las representaciones con estos personajes animados era la mejor forma de evangelizar.

En el Mesoamérica el títere ya estaba presente antes de la invasión española, existía con una función cosmogónica y religiosa en las culturas del altiplano, del Golfo de México y de la Península de Yucatán, se encontraron figurillas articuladas de barro, hueso de ballena y madera en la región totonaca colindante con Tamaulipas, también en entierros para los rituales funerarios como objetos mágicos y religiosos, hechas a mano con expresión realista de rasgos fisonómicos bien definidos como un retrato y cuerpos delgados; se han descubierto en Cacaxtla, Xochitécatl, Zacuala, Tetila y Teotihuacán.

También como juguetes para los hijos de las clases altas y para entretenimiento de los adultos, afirman arqueólogos basados en un códice maya que representa a “Teokikixtli”, el que hace reír a los dioses, con un hombre que porta en la mano un títere de guante y en la otra un títere de hilos. En la Bilbao, Guatemala, región de influencia maya, se encuentra una piedra labrada con la figura de un hombre con títere de guante, lo que reafirma su existencia cientos de años atrás en este continente. En el Popol Vuh se cita: “La historia de los muñecos o de los hombres de palo, comienza antes de que los dioses creen a los hombres, y antes de que los hombres de maíz habiten la tierra…”

La milenaria atracción por estos seres inanimados en apariencia, ha cautivado a niños y a adultos, sin importar la clase social o la edad, en épocas remotas y actuales su enigmática presencia ha sido inspiración para la pluma de muchos, recordemos el proyecto de Federico García Lorca y Manuel de Falla, compuesto por canto, poesía y música para ser representado por títeres, con las obras: La niña que regaba la albahaca y el príncipe preguntón, Don Cristóbal y la Señá Rosita, y El retablillo de Don Cristóbal.

El títere, en su larga historia ha divertido a niños y adultos, años atrás era común encontrarlos en espectáculos infantiles, en el circo, en el teatro, en parques y mercados, hoy ya poco hablamos de ellos, mejor dicho, con ellos, sigamos dándoles vida con nuestras manos y nuestro pensamiento.