José Sebastián Segura, amante de la ciencia
|- Manantial entre arenas
Alberto Calderón
Al pie de la montaña más grande de nuestro país apuntando al cielo con su manto de plata, se desarrolló una región de hombres y mujeres sobresalientes en todos los ámbitos del quehacer científico y cultural, uno de ellos, de relevante importancia proveniente de la exuberante región, José Sebastián Segura.
Vicente Segura fue su progenitor y doña Juana Argüelles su madre; él vino al mundo el 20 de enero de 1822 en la ciudad de Córdoba. En su obra Poesías de su autoría publicada en 1884 y difundida en los estados de Veracruz, Puebla y simultáneamente en París como lo refiere el autor, nos comenta en el prefacio su afición por la ciencia, la poesía y la religión.
Siendo un bachiller con 16 años de edad entre formulas de cálculo infinitesimal escribía la primera parte engrosando su obra con su exquisita poesía, sin el conocimiento de las reglas como lo deja escrito con la honestidad que siempre lo caracterizó.
Una vez terminada su carrera como Ingeniero de minas, en sus andanzas por los cerros y valles como parte de su profesión llega a la región de Real del monte en Pachuca en donde compone ante la soledad y el paso de la luna la segunda y tercera parte de está obra. Una gran cantidad de su propuesta poética se conoció por los lectores en diversos diarios en donde recibió elogios por sus publicaciones.
En 1860 ya preparaba la edición con la recopilación de su poesía para sacarla a la luz pero se atravesaron en su vida algunos hechos desafortunados y un viaje al lejano país -en esa época- de Alemania que retrasó la publicación, al autor recordaba a orillas del Támesis las páginas de su poemario.
José Sebastián es sin lugar a dudarlo un maestro de las artes, poeta silente que imagina y canta al amor, y se deja escuchar por los sentidos, entra por la vista y el oído para llegar al corazón. Hace mención a la dificultad de publicar su obra por lo que con recursos propios la ofrece a los lectores, esto me hace recordar a muchos de los autores no valorados y no reconocidos en su patria chica, muchos de ellos excelentes escritores y poetas que tienen que recurrir de igual forma a ediciones pagadas por ellos con la finalidad de ser leídos, perdiéndose grandes poemas, cuentos y novelas en un puñado de lectores.
A la distancia se valora la gran pasión que demostró José Sebastián para que su obra se conociera en su época y se valorara.
Ejerció su profesión durante muchos años adquiriendo una sólida reputación, distinguido por su compromiso con la sociedad, sin embargo a la muerte de su esposa se apartó de la vida social dedicándose a cultivar sus conocimientos en la ciencia y las artes, estudió culturas ancestrales y sus idiomas, participó en varias agrupaciones de carácter científico y literario.
Su poesía estuvo influenciada por los poetas italianos clásicos como Petrarca ofreciendo líricas cortas bien logradas llenas de sentimiento.
Gracias a sus vastos conocimientos lingüísticos tradujo al castellano Salmos y partes de las Odas de Horacio, las Églogas de Virgilio, y otras muchas del francés y el italiano como lo mencionó Méndez Pelayo. Inició la traducción de La divina comedia que dejó inconclusa, lo que le habría representado un reconocimiento destacado.
Se consagró a la religión estudiando el sacerdocio al final de su vida, recibiendo las sagradas ordenes en 1887, su primera misa la ofreció en la parroquia de San Cosme.
En el libro Martí y México: Historia y cultura de Luis Ángel Argüelles nos refiere al poeta José Sebastián, menciona los comentarios que hizo Martí en una tertulia que tuvo en donde menciona acerca de su trabajo “es una buena obra, bien pensada, bien desarrollada, bien escrita”.
Fue un hombre lleno de sabiduría que supo ofrecer lo mejor de sí en todas sus facetas, amante de la poesía y el buen gusto. Falleció el 14 de enero de 1889.
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