YO MUJER

Musa Peregrina

Se pierde la mirada del tiempo en los días esclavos de mi infancia, obsérvome sola, para vanagloria de una lágrima jugueteando en la miel de mis pupilas, mis manos virtuosas conocen el mundo, mi pelvis el reino de la desnudez, mi entrecejo se agobia ante la sonrisa amarga del ayer.

Descubro caminos y sombras enterradas en la tierra, un poder descomunal en mi interior, cientos de auroras entre mis piernas, me esparzo al viento, vago taciturna entre mareas de emociones que mueren ahogadas en la virginidad de mi garganta suplicando un te amo.

Miré a mi madre y a mi abuela abrazarse a la eternidad, transitar el proceso evolutivo de la carne, respirando lejos de mí, las vi dormir entre mis letras, cerca de todas aquellas generaciones femeninas unidas como eslabones, atadas con hilos de plata en cada dolor y espasmo en el que murió su esperanza.

Mi alma se eleva entre las nubes y tormentas que dejan los años, mis cabellos canos carecen de culpa y pecado, ser mujer es un milagro, poseo arrugas dibujadas en mis mejillas, sonrientes, amorosas, como el primer llanto del recién nacido que ofrece balbuceos de amor ante la mirada del ser que le arroja a la vida.

Yo mujer, estoy hecha de guerras y de caricias, de soledad y ausencia, vivo fortalecida de voluntad y de fe, consiente de mis temblores. Es así como enfrento mi destino, con mis sueños y cortinas entreabiertas al sentimiento de un amor enjaulado que ruge en mi corazón de agua, fluyendo día con día, anhelante de armonía es que desciendo entre la paz de las colinas.

Me llueven las emociones y la ternura se anida en mi pecho, abrazo la vida, mi estirpe avanza entre las piedras del camino, lucho al igual que todas aquellas hembras que trenzaron sus cabellos a orillas del río de los recuerdos, pariendo decepciones cada noche, sonriendo y llorando porque no llega el olvido, aplaudiendo a los hijos sus hazañas, dando de beber amor a todo aquel que se detiene a mirar mis ojos con devoción…

Porque una mujer tiene la mirada de un lince, mira fijamente a todo aquel que le brinda alegría sin disfraz, al amado que duerme en su lecho, mira y se deleita acariciando el equilibrio, vigila la balanza que oscila entre sus labios y un beso, arranca su corazón inocente del corazón culpable cuando el atardecer a su piel a llegado…

Un día descansando en la memoria de mis primaveras es que me cuestioné de que estoy hecha, acaso de marítimas soledades, o quizá de paraísos contiguos, esa es una gran virtud que las mujeres poseemos al escuchar lo que hablamos y no lo que callamos, necesario torrente, la mejor fruta del árbol, a menudo solemos ser fuertes, pero no lo decimos a nadie, nuestra creación es grande, el mundo nos celebra…

¿Cómo es que cabe tanto en nuestras manos pequeñas que las ofrecemos llenas?