La Moda mexicana durante el Porfiriato

  • Durante el gobierno de Porfirio Díaz hubo un derroche de estilo en la moda nacional. Conoce más al respecto para entender el panorama actual

EL MAQUILLAJE DEBÍA SER SIMPLE o de lo contrario, las mujeres eran mal vistas

Por: Diana Garrido

Ante la presencia del emperador, según el mismo Porfirio, las personas se intimidaban, levantaban el rostro y le mostraban su mejor gesto. Todos volcaban su atención al hombre y le respetaban. Claro, su personalidad influía en dicha reacción, pero también lo hacía su forma de vestir, porque si ésta fallaba, ¿qué clase de autoridad sería? Es por ello que el entonces presidente de México adoptó la misma forma de vestir que el kaiser y haciendo homenaje a su fascinación por lo militar, impuso una tendencia en cuanto a prendas se refiere.

Para cuando llegó Porfirio al poder en México, la mayoría de los caballeros solían usar chaquetas militares, insignias y ropa elegante. Esto orilló a las mujeres a vestirse igualmente fascinantes, así que adoptaron las tendencias europeas; en especial de Francia. Pero no era sólo copiar las vestimentas y modales, sino portarlos de tal modo que no hubiera distinción. Aunque en realidad, la moda porfirista era mucho más que eso y, en efecto, se volvió nuestra. Así que como parteaguas en la historia de la industria (de la Moda) del país, dejamos que conozcas algunos datos de este rubro y así puedas entender mejor el panorama actual.

La mayor inspiraron de la moda en México era Charles Frederick Worth, considerado el padre de la alta costura. Su sede era en París, donde presentaba una colección anual con prendas que firmaba personalmente como si se tratara de una pieza artística.

En México había pocas opciones textiles, así que la mayoría de las prendas hechas en el país eran de manta, algodón, lino o lana. Al ser materiales tan comunes, la aristocracia porfirista buscaba más allá, y trajo de Europa otras telas como la seda, el satín y el encaje.

Los colores solían ser neutros, destacando el negro y el blanco. Pero no era suficiente usar estos tonos para que una mujer u hombre se identificara como alguien de alta sociedad. Había que agregar algún complemento; así surgieron los sombreros y las sombrillas como accesorios esenciales en nuestro país.

La mayoría de las mujeres estaba en contra de los escotes, por lo que predominaban los cuellos altos y las mangas largas. No obstante, la cintura se veía moldeada gracias al corsé y ésa era considerada la parte más femenina (y sensual) del atuendo. De igual manera, enfatizaban en las faldas amplias y esponjadas por la parte trasera, pero sueltas en el área frontal.

Los zapatos más finos y elegantes se vendían a través de catálogos que provenían directamente de Europa. En sus páginas había una amplia variedad de dibujos (posteriormente fotografías) que mostraban los diferentes modelos. En aquellos años predominaban los botines y por lo general los tacones bajos que no superaban los 6 cm de altura.

La moda no era únicamente para las mujeres de alta alcurnia. En las posiciones más bajas también existían tendencias, aunque un poco más simples. Las vendedoras de flores, las artesanas o planchadoras solían usar ocasionalmente rebozos. Estos eran hechos de lana, de algodón y en algunos casos aislados, de seda. Por lo general eran oscuros, pero para celebraciones y fechas importantes se enfundaban en colores.

Rara vez se vendían prendas ya hechas, por lo general los modistos o, inclusive los clientes, acudían a la plancha del Zócalo, donde vendían las telas y materiales para crear los atuendos. Una vez realizadas las compras, en la calle Madero (Plateros, en aquellos años) se realizaba el ajuar completo. Esto cambió cuando llegó El Palacio de Hierro al país, ya que era la única boutique que ofrecía ropa de gran calidad “en serie”.

Porfirio Díaz impuso su propio estilo logrando que los caballeros de la época se olvidaran del estilo de Maximiliano, quien dio origen al traje de mariachi. Para entonces, los hombres solían usar chaquetas más largas, pantalones rectos y algo ajustados, así como accesorios que incluían lentes, corbatines y relojes de bolsillo.

En esos años de gobierno, las fiestas de disfraces eran muy populares ya que eran la ocasión ideal para que las mujeres —principalmente— presumieran su poder económico y belleza a través de ostentosas piezas; mismas que resultaban un derroche de riqueza. El favorito era el de odalisca, ya que podían presumir sus joyas y telas traídas del viejo continente.

El maquillaje debía ser simple o de lo contrario, las mujeres eran mal vistas. El objetivo de usar productos de belleza en el rostro era emular la tez blanca de las europeas, agregando un ligero toque mexicano. Hablamos de un color tenue en las mejillas y con algo de suerte, un poco de labial, aunque éste no era el más solicitado ni apreciado.

La industria de la moda es completamente mexicana en la actualidad. Gracias a la influencia de otros sitios se ha ido formando una identidad propia, misma que va en crecimiento y pinta para ser importante en el mundo. Han pasado muchas cosas en el camino, pero eso hace de la moda nacional una potencia más importante y fuerte aún.