El valor de la discreción y la prudencia

La persona prudente

El gran problema de la indiscreción es que no tiene vuelta atrás. Las palabras no se las lleva el viento, y lo dicho, aunque pidas disculpas, dicho queda. Cuesta ganarse la confianza de la gente, cuesta ser alguien en el que poder confiar, pero bastan unas solas palabras para echar por la borda toda la reputación. Una frase o una conducta imprudente acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de ti.

Ser prudente supone guardar confidencialidad con la información de otras personas, con la tuya propia o tener cuidado de no lastimar a otros con comentarios que puedan ser hirientes. Ser prudente es estar en tu sitio con discreción. La prudencia está estrecha y directamente relacionada con la capacidad de valorar las consecuencias de nuestros actos y comentarios. La persona que consigue comportarse con prudencia realiza un análisis del impacto que puede tener lo que diga o lo que haga. Por el contrario, la persona imprudente no mide, no evalúa, no tiene en cuenta las consecuencias de lo que comparte. Y esto hoy en día, con la exposición a la que estamos sometidos, es un peligro. Puede arruinar una idea profesional, dejarte en ridículo, perder un trabajo, perder amigos…

La sociedad de hace treinta años facilitaba en mayor grado la prudencia. Al no existir redes sociales, compartías con menos gente la información. No existía tanto acceso a todo ni nos llegaban las últimas noticias al instante. El bombardeo de información y la exhibición que ronda ahora por las redes facilita la imprudencia y convierte lo que antes era privado en público. Las nuevas generaciones que se educan en este continuo escaparate terminan por no distinguir entre lo que es correcto compartir y lo que no lo es.

Dado que existen fórmulas para conocer el contenido desde el primer tuit que colgaste hace años, lo inteligente es actuar con prudencia para no convertirte en una persona que se cierra puertas a sí misma. Nadie quiere tener como compañero de trabajo o como amigo a una persona que no mide lo que dice o lo que hace.

Cuando te rodeas de amigos y colegas prudentes y discretos, te sientes seguro y protegido. Puedes mantener relaciones de confianza y complicidad sin miedo a que te traicionen o se vayan de la lengua. ¿Cómo se comporta una persona prudente?

1.No participa de las críticas. Ni opina sobre terceras personas que no están presentes ni se queda a escuchar lo que otros critican. Con un simple “lo siento, es que me siento incómodo hablando de otras personas” es suficiente para salirse de una conversación tóxica e imprudente.

2.Observa antes de hablar. Hay personas que sin observar, hablan. Sobre religión, temas sociales, políticos, futbolísticos. Y hablan dictando sentencia, sin mirar en qué contexto están y con qué personas. Hay personas que despellejan a alguien por llevar velo, por divorciarse, por ser del Barça o porque sus hijos no van a hacer la comunión. Juzgan sin conocer qué opiniones tienen la gente que de alrededor, pudiendo así herir la sensibilidad de otros. Todos tenemos derecho y libertad a expresar lo que pensamos, pero de una forma oportuna y prudente, sin juicios de valor.

3.No habla de forma dicotómica. Expresa su opinión y está abierto a la opinión de los demás, No juzga si lo suyo es bueno o malo, lo toma solo como una postura más. La flexibilidad mental es importante para ser prudente.

4.No cuenta un secreto de otra persona. Por mucho que crea que se encuentra en un foro seguro, en el que su amigo no le va a traicionar contando el secreto a otra persona, nunca comparte un secreto. Porque en el momento en el que lo hace, ya está traicionando a quien confió en él.

5.No habla a voces, no se mueve como un molino de viento ni se comporta de forma histriónica. Habla con un volumen conversacional, gesticula con serenidad, se relaciona con educación, sin exceso de llamar la atención.

6.No habla con el cerebro vacío. La persona imprudente opina sobre temas de los que no tiene ni idea, creyendo además que lo sabe todo.

7.Pide permiso antes de dar un consejo personal a alguien. No todo el mundo desea que les abran los ojos, les guíen por el camino o les den soluciones a sus problemas. Es mejor preguntar antes de proponer algo que no te han pedido. “¿Querrías saber qué haría yo en esta situación?”, “¿quieres que te diga lo que opino?”.

8.No dice groserías ni hace chistes de mal gusto. Dependiendo de los ambientes en los que te muevas, sobre todo en los laborales, hay chistes machistas, racistas, xenófobos, que no tienen gracia ninguna. En general nunca la tienen, pero mucho menos en un ambiente formal en el que no conviene llamar la atención de esta manera.

9.No acapara la conversación. Permite que otros participen, sabe escuchar o pide el turno para hablar.

10.No comparte fotos, comentarios o historias que no son suyas sin pedir permiso. Las redes sociales no es un lugar en el que todo el mundo se sienta cómodo. Así que antes de compartir algo de otra persona pregunta a la persona si te da permiso. A ti puede parecerte muy normal compartir una foto determinada, pero puede que a uno de los que sale en ella no le apetezca para nadar salir públicamente.

La confianza es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, solo frívolas, superficiales, en las que se habla del tiempo y poco más. Una de las ventajas de ser prudente es que consigues tener relaciones personales de calidad y de respeto.