El que se tiene que definir es él
|HISTORIAS DE REPORTERO
Carlos Loret de Mola
El que se tiene que definir es él
¿Con qué derecho el Presidente nos exige a los mexicanos
definirnos a partir de él? Sabemos que Andrés Manuel López Obrador tiende a
pensar que el país y el mundo giran alrededor de él y ahora nos advierte que
solo tenemos dos opciones: estar con su transformación o estar en contra, estar
con él o estar contra él.
Estar con él, en la línea de pensamiento que ha mostrado con nitidez desde que
llegó al poder, significa apoyar incondicionalmente sus propósitos e
iniciativas más nobles, sus dudosos métodos para alcanzarlas, pero en el
paquete se incluye la justificación y respaldo de sus caprichos, sus
ocurrencias y una lista cada vez más abultada de francos delirios.
Estar en contra, en la visión del Presidente, es aceptar gustoso inscribirse en
el club de los que él considera corruptos, tramposos, mentirosos, conspiradores
y
traidores.
Infantil, pero no por ello menos preocupante. Es la confesión más abierta de
que lo suyo es el autoritarismo, el culto a la personalidad –la suya, claro– y
la aceptación de la infalibilidad de su palabra. Es también el manifiesto más
sincero contra la pluralidad, la diversidad, el debate, la libertad de
expresión y la vida democrática. Con el líder o en contra suya. Sumisión o
sedición.
Frente al reduccionismo presidencial, la realidad es implacable:
¿Cómo le hago si quiero levantar como él la bandera anticorrupción, pero no
estoy dispuesto a solapar a los corruptos de su entorno cercano, su Gabinete y
sus acompañantes de viaje electoral?
¿Cómo le hago si quiero una economía más justa y bien distribuida, como promete
el Presidente, pero no estoy dispuesto a avalar que no exista un programa para
aliviar el golpe económico de la pandemia en 12 millones de mexicanos que han
perdido su ingreso?
¿Cómo le hago si quiero defender la soberanía, como López Obrador se cansa de
decir en el discurso, pero lo que veo es al Presidente de México a los pies de
Donald Trump?
¿Cómo le hago si quiero paz, como él delineó en campaña, pero lo veo
empatizando con los narcos y despreciando a la víctimas de la violencia?
¿Cómo le hago si me gusta un Presidente humanista, pero veo a uno que insulta y
calumnia a padres de niños con cáncer, maestras de estancias infantiles,
policías, médicos, migrantes, mujeres, periodistas y un largo etcétera de
quienes se ganan el desprecio presidencial por el simple arrojo de defender sus
derechos democráticos?
¿Cómo apoyo un Gobierno democrático si encuentro a cada paso rumbos autoritarios
y delirios de conspiraciones?
No tenemos qué definirnos quienes creemos en la democracia, la pluralidad, el
debate, la libertad de expresión, el combate a la desigualdad, el uso de
fuerzas civiles para la seguridad, el derecho de las mujeres a decidir sobre su
cuerpo, la diversidad sexual, la no discriminación, el derecho a la libre
empresa, los derechos sociales, la libertad de culto, el derecho de asociación
y tantos otros, porque creemos en todo ello sin importar quién ocupe Palacio
Nacional.
No somos nosotros los que debemos definirnos. Estamos definidos y no a partir
de lo que piense, crea o imagine un Presidente.
Los que se tienen que definir son otros. Los que se dicen de izquierda y actúan
como derecha, se dicen progresistas y se comportan como reaccionarios, se dicen
liberales y se muestran profundamente conservadores.
El que necesita definirse es el Presidente, y conciliar lo que dice con lo que
hace.