El Ángel Ebrio, de Baudelio Lara

Baudelio Lara, El Ángel ebrio, FCE, /Universidad de Guadalajara, 1998, letras mexicanas, (82 pp.)

Por Pedro Cerecedo

Si la poesía es el temblor de las cosas, la visión del hombre en el mundo, el sentimiento abierto de y sobre las cosas que se observan, que se miran a través de los sentidos. Sí, creo pensar que así es ese mundo tan raro e importante para que los sentidos se valoren en este arte, el de las palabras. Con esas premisas entramos al libro, que por cierto, fue merecedor del IX Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta en  Guanajuato 1997. Su riqueza verbal, estriba en el manejo del verso libre, con un ritmo que lo va guiando a uno en las imágenes con que se valora la presente edición del Fondo de cultura económica.

     Lo integran seis apartados que a su vez, tiene un encuentro con sus arterias poéticas, que vienen siendo un volumen atractivo para el lector acucioso de poesía. “Runas de agua” serie de poemas de un tono alusivo al interés de lo que el peta lleva dentro de sí, después de haber observado el mundo, del que forma parte, la manera y forma de integrarse al poema con aquella materia que le ha servido para llegar a ese filtro poético, la luz, utilizando el poema anafórico para sumar el interés con que, el poeta quiere que el lector retenga su mensaje, ese contenido que se va formando en los versos libres con esa figura poética. Así Baudelio Lara sabe establecer ese llamado de la poesía para tomarla, capturarla y en ese temblor, acudir a la esencia y presencia que le da pie para escribir, el mundo, si el que le rodea, el que le sale con los silencios que va sugiriendo y extendiendo como una red hacia esa luz que codifica su equilibro entre materia y espíritu. El silencio, el movimiento se unen para formar y deformar la visión interna de lo que se trae por dentro, pero que acaso, el que escribe no será su protagonista, recordemos que la poesía, también se nos presenta como una canción, historia, cuento, instrucción, anhelo, pasión, desahogo, esa variantes se instalan en El Ángel ebrio para cantar su momento, su instante, sus variaciones momentáneas al tiempo presente.

De pronto te asalta

esa breve vibración, ese silencio

simple

como una armónica piedra ese insecto

confundido

en su propio movimiento

y te dices: he aquí un poema

que toca a la puerta.

El ritmo del poema es ineludible a esa voz que dice, nombra las cosas, los actos, las acciones en el poema. El poema pierde eso estático y adquiere, un movimiento como preparando el terreno para lo que vendrá en el poema que da título al libro. La presencia de verbos, que son ejes de las acciones, terminan en ese cambio circunstancial de las cosas, ya acciones. Así entre casi bamboleos van las direcciones de lo que se dice, de lo que se nombra para designar un tiempo sin quietud. Esa  pérdida por instantes del eje móvil de expresión como lo es y viene  siendo el poema. Así va caminando, circulando la imagen en movimiento.

Desliza sus piernas

en mi cuello

Sus lenguas bífidas se adentran

en el caracol de mi oreja:

oigo el mar

Esa parte erótica en el poemario viene siendo el equilibro que medie entre lo que se dice y lo que se sugiere. A manera de sentencia se afirma: “Abrir al azar/ un libro de poemas/No encontrar/ la respuesta”, así camina, alcanza la voz del poeta para llegar a la parte que da título al libro: cuando expresa: “Siempre falta algo. / En todo lo que intuyo/ hay un vacío”. Dice en El Ángel ebrio ya en el poema. Pero acaso esa soledad, esa tristeza que siente, que se mira, que se oye, se va diluyendo en el tiempo.

       De tal manera, el lector tiene en sus manos un título de gran beneficio para ahondar en la palabra escrita. Los poemas del presente libro van sumando alegrías, para después desembocar en la ruina amorosa, donde el que pierde no es la carne, sino el espíritu. Aquí la invitación a leerlo.