«Un poema para Daniela, por su no cumpleaños»
|Fabiola Aranza Muñoz
Nadie quería volver a la montaña
por decisión propia,
pocos los saben,
las circunstancias fueron más fuertes
que todos nuestros sueños
y nos volvió inmigrantes otra vez.
La única certeza del futuro
viajaba resguardada en su propia placenta,
hecha un ovillo,
nadie conocía su rostro
excepto nosotros;
nadie pudo tocarla,
ni siquiera la mano de la muerte.
Al final, la recompensa que tuvimos
por comenzar de nuevo y librar el holocausto,
fueron sus ojos grises escudriñando el mundo,
tarareando una canción
que solo pudo haber escuchado
estando en el vientre de su madre,
justo hace once años
a medio Ezeiza,
antes de su llegada a nuestras vidas,
lejos de transformar al mundo
como toda zona de promesas
que siempre llega a término.
Ha sido ella,
la bisnieta de Juana que ama la montaña
infinitamente.
Ella, que es mía y de nadie más.