El sorprendente giro del extraño caso Cienfuegos
|HISTORIAS DE REPORTERO
Carlos Loret de Mola
El sorprendente giro del extraño caso Cienfuegos
El caso del exsecretario de la
Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, ha sido sorprendente desde su
detención el 15 de octubre al aterrizar en Los Ángeles hasta que ayer se
anunció que el Gobierno (saliente) de Estados Unidos decidió retirarle los
cargos y devolverlo a México para que sea investigado aquí.
La decisión inédita del Departamento de Justicia
ocurre cuando el Gobierno mexicano está prácticamente aislado en el mundo en su
apoyo al derrotado presidente Trump y cuando el Mandatario mexicano enfrentaba
fuertes presiones del Ejército, la institución sobre cuyos hombros ha puesto
gran parte de su proyecto de país.
1.- La acusación. Según el expediente en contra
del general Cienfuegos, que se supone tiene 700 páginas, el secretario de la
Defensa Nacional mexicano chateaba por Blackberry con el número dos de un
cártel de bajo perfil en Nayarit. No con “El Chapo”, no con “El Mencho”, ni
siquiera con “El H-2” (el líder de ese cártel nayarita de bajo perfil), sino
con el número dos del “H-2”. Para muchos, la indagatoria y detención de quien
durante su alto encargo era uno de los consentidos del Gobierno americano (su
nivel de acceso así lo reflejaba), sin la coordinación ni los canales
habituales, fue reflejo del desastre de organización interna que trae el
Gobierno de Donald Trump.
2.- La reacción del Presidente. Cuando se supo
de la detención, la primera reacción del presidente Andrés Manuel López Obrador
fue montarse electoralmente en el asunto y colocar al general Cienfuegos en el
basurero de los corruptos del pasado que alimentan diariamente su narrativa electoral
de las conferencias “mañaneras”. Duró poco. Las presiones del Ejército Mexicano
en favor de uno de los suyos surtieron efecto: a las pocas horas, el Presidente
cambió radicalmente el discurso y de la condena al pasado pasó a la queja del
presente; se mostró indignado porque EU no le dijo nada a México del expediente
Cienfuegos y amagó con revisar la cooperación con las agencias estadunidenses.
3.- Estados Unidos retira los cargos porque
confía en México. El comunicado en inglés de la fiscalía americana dice que lo
hizo “en reconocimiento a la sólida sociedad entre México y EU para la
aplicación de la ley”. Si algo saben, piensan y abiertamente dicen todas las
agencias de inteligencia de EU es que en México no hay estado de derecho y no
se aplica la ley.
4.- México va a investigar a Cienfuegos. El
comunicado en español resalta que ahora el general Cienfuegos será “investigado
y, en su caso, procesado acorde con las leyes mexicanas”. Eso no va a suceder,
lo sabemos todos. Regresará a México y quedará libre, porque esa es la garantía
que ha dado el presidente López Obrador al Ejército.
El documento oficial que el Departamento de
Justicia pone a consideración de la juez dice con todas sus letras: “Estados
Unidos ha determinado que consideraciones importantes y sensibles de política
exterior pesan más que el interés del Gobierno en continuar el juicio del
defendido”. Con ese párrafo, el Gobierno norteamericano se sacude la
responsabilidad de demostrar que su caso estaba bien armado y si en México
queda libre el general, no serán ellos los culpables de inventar un caso, sino
los corruptos mexicanos que no tienen remedio. Queda para el futuro saber a
detalle qué hay de esas “consideraciones importantes y sensibles de política
exterior” que pesan tanto. El enfado contra el neoliberalismo y la
globalización, y el error de los partidos por fundirse, borrar sus fronteras y
dar la espalda a las mayorías, lo capitalizaron líderes como Donald Trump, en
Estados Unidos, y Andrés Manuel López Obrador, en México, para llenar el vacío
de poder. Acaso por ello se entienden, incluso el líder de la 4T, no ha
reconocido el triunfo de Joe Biden. Después de la Guerra Fría, los partidos se
corrieron hacia el centro y al hacerlo perdieron identidad. Trump y AMLO
abandonaron el centrismo, congestionado por derechas e izquierdas, polarizaron
y se distinguieron de los demás.
El senador Bernie Sanders apuntaba hacia el
socialismo democrático, pero era mucho para Estados Unidos y el Partido
Demócrata, razón por la cual se decantaron por el moderado Biden. La corrección
política neutralizó a los partidos y a sus gobiernos. El deseo de quedar bien
con todo el mundo, la costumbre de no llamar a las cosas por su nombre y la
rendición ante los grupos de presión, debilitó a los poderes públicos y a las
instituciones. El lenguaje se pobló de eufemismos para no herir sensibilidades
ni molestar a la sociedad ni a las corporaciones con la aplicación estricta de
la ley. En México, los rescoldos de oposición en el PAN y PRD fueron devorados
por los pantanos de la corrupción peñista y por el embuste del Pacto por
México.
Fuera del centro, el discurso antisistema,
contestatario y rupturista de Trump y López Obrador, conectó con legiones de
ciudadanos despreciados por el “establishment” y agraviados por líderes
políticos y gobernantes venales. Sin ser modelo de congruencia de sus prédicas,
el derechista y el izquierdista lograron un amplio respaldo en las urnas pese a
sus errores y políticas divisivas. Ambos se enfrentan a los medios de
comunicación y a los sectores críticos de la sociedad. Trump hizo de las
noticias falsas la base de su Gobierno y AMLO ha convertido las conferencias
“mañaneras” en jurado popular donde no hay más juez que él.
La paradoja consiste en que el Presidente
estadunidense superó su propia votación y estuvo en la antesala de la
reelección; el mexicano, a su vez, mantiene altos niveles de aprobación, no
obstante los graves y crecientes problemas del país. En ambos lados de la
frontera preocupa más el tema económico que la pandemia por coronavirus;
incluso en México, 52% aprueba la gestión de la pandemia y 45% la reprueba, de
acuerdo con la última encuesta cuatrimensual de Reforma. La cita de AMLO con
las urnas será el 6 de junio próximo cuando se elija nuevo Congreso federal, 15
gubernaturas y casi 2 mil alcaldías. La intención de voto favorece al partido
del Presidente (Morena), entre otros factores por la falta de oposición. Sin
embargo, también anticipaba un triunfo apabullante de Biden.
Al margen de cómo termine el proceso del 3 de noviembre
en Estados Unidos y del resultado de las elecciones intermedias en México, los
movimientos políticos de Donald Trump y López Obrador, trascenderán sus
gobiernos para bien o para mal, según el color del cristal con que se mira.
Ambos visibilizaron heridas y agravios ocultos por sistemas basados en la
corrupción, los privilegios y las complicidades. Antes de su ascenso al poder,
las sociedades al norte y al sur del río Bravo ya se hallaban divididas;
prevalecían la desigualdad, la injusticia; el racismo allá y el clasismo aquí.
Empero, en lugar de sanar los males, los han agravado con el virus de la
mendacidad y la discordia.