¡AGUAS!
|Maricarmen Delfín Delgado
Agua, sinónimo de vida, sustancia sin sabor e incolora en estado puro, esa pureza que añoramos cuando a través de ella realizamos rituales que nos limpien, que nos purifiquen. El aseo físico sumamente necesario y beberla constantemente es parte de nuestro cotidiano, de esta sustancia depende la alimentación, la producción, la higiene y por ende la salud, todo esto solo como muestra de la dependencia que tenemos del sagrado líquido. Sin agua nada existiera, sin agua nada seríamos. Nuestra relación con ella se origina desde la aparición del humano en el planeta, recordemos que nuestro cuerpo es casi un 70% agua, de igual forma la naturaleza y todos los seres vivos dependen de sus moléculas para existir.
El agua como símbolo purificador en la mayoría de las religiones, el cristianismo, el islam, el hinduismo, el sintoísmo, el taoísmo y el judaísmo son algunas de las doctrinas religiosas que acostumbran el lavado o ablución en sus rituales. Uno de los sacramentos sagrados del cristianismo es el bautismo que se lleva a cabo mediante la aspersión, inmersión o ablución de la persona con agua. En el islam se realizan cinco oraciones en el día previo aseo de ciertas partes del cuerpo con agua limpia para purificarse, de no haber el líquido se realizan abluciones con polvo o arena. El Bo-kebán es un antiguo ritual maya en el que se lavaba al difunto, con esta misma agua se preparaban los alimentos que se les servían a los asistentes al funeral, esto con la finalidad del anular los pecados del fallecido y purificar su alma.
Como esencia de lo sagrado es venerada también, en el catolicismo como el agua bendita, en otras religiones los ríos, manantiales, arroyos y fuentes son considerados proveedores de bendiciones y purificación como el río Ganges, el pozo de Zamzam, el río Jordán; en muchas poblaciones encontramos veneros que se consideran sagrados y sus aguas milagrosas y curativas. Como la gruta de Massabielle en el Santuario de Lourdes (Francia). En la Biblia del rey Jacobo el agua es mencionada 363 veces y en la nueva versión 442 se habla de ella.
En la mitología tiene un lugar importante: para los celtas, Sulis es la diosa de las aguas termales y Coventina diosa de las aguas y la fertilidad; en la cultura griega Peneo era el dios del río, Yucuruna es la deidad del río Amazonas, Mamacocha es la deidad inca de todas las aguas. En México Chalchiuhtlicue es la diosa de las corrientes de agua, al igual Chaac, Tláloc, Dzahui y Amimititl, por citar algunos relacionados con este elemento.
El agua siempre presente en la cosmovisión de los pueblos mesoamericanos, desde el Tlalocan (paraíso de Tláloc) hasta las leyendas sobre seres mitológicos que proveen de agua a los pueblos indígenas aún existentes; en el México prehispánico era un elemento de convivencia natural y cotidiana lo que suponía una estrecha comunicación entre la naturaleza, el hombre y los dioses.
El sabio griego Tales de Mileto, afirmaba que el agua era la sustancia última, el arjé del universo, en donde todo está formado por el agua. Para Empédocles de Agrigento, era uno de los cuatro elementos clásicos (agua, aire, tierra, fuego) y la sustancia básica del cosmos, y en la teoría de los cuatro humores el agua estaba relacionada con la flema. El agua fluye hasta en los signos del zodiaco, agua y pureza es asunto antiguo.
En la literatura el agua tiene fundamental simbolismo, desempeña un papel importante como símbolo de purificación, vida y muerte, en múltiples historias el mar, los cuerpos acuosos y los ríos son escenarios como eje central donde se desarrollan las principales acciones, muchas veces relacionando el mundo físico con el metafísico para ir más allá en las sensaciones y experiencias. Desde los orígenes de la literatura ha representado la vida cuando fluye y la muerte cuando está estancada, cristalina la purificación, la mentira y la maldad como agua envenenada, el río que fluye como la juventud y la vida venidera, beberla del manantial es sabiduría, amor y vida. Enfurecida destruye, mata, arrebata y arrastra a la tragedia. En la creación literaria se utiliza como medio de expresión de lo inefable.
Recordemos el pasaje del Diluvio Universal donde todo es cubierto por el agua, menos Noé y los suyos gracias a su arca; Narciso atrapado por la firmeza mentida del espejo de agua, tanto en La Odisea y La Eneida sus autores hablan del agua positiva y del agua negativa, al igual muchos creadores de la Antigüedad se apoyan en el tema como Teócrito y Virgilio. Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique y Antonio Machado, Garcilaso de la Vega, Lope de Vega y Miguel de Cervantes, Juan de Yépez, Luis de Góngora, Andrés de Claramonte y Tirso de Molina, Francisco de Quevedo, en fin, algunos de los famosos y su atracción por el agua en sus creaciones.
Pablo Neruda se sumerge en lo más profundo del sentimiento en su Oda a la lluvia Marina, Jorge Luis Borges con Arte poética, Francisco Martín Moreno escribe sobre la ausencia del agua en México Sediento. Federico García Lorca nos ilustra con Agua, ¿dónde vas?, y Gabriela Mistral nos deleita con su poema Agua. Desde la Antigüedad hasta la actualidad, el agua refresca el pensamiento.
El agua y la palabra se entrelazan ya que decimos que hay lenguaje fluido, un torrente de ideas, un chorro de voz, un mar de palabras, discurso aguado, etcétera; y como olvidar tantos refranes y frases donde el agua da cuerpo a ciertas situaciones: “más claro que el agua”, “agua que no has de beber déjala correr”, “se va como el agua entre los dedos”, “con el agua hasta el cuello”, “como agua para chocolate”, “llevar el agua a su molino”, “cuando el río suena agua lleva”, “a río revuelto ganancia de pescadores”. “Agua corriente no mata a la gente; agua detenida mala bebida; agua de fuente, sana y transparente; agua de laguna; enfermiza y turbia.”
Le cantamos, le escribimos, la colocamos entre versos y prosa, la bebemos, la amamos. Pero,¡aguas!, si se agotara, podríamos sentir que nos ahogamos en un vaso de agua.