Olga Tokarczuk, inventa narrativas y rescata la mirada femenina

  • La Nobel de Literatura 2018 asegura que nuestra mente percibe la realidad, conecta las cosas, maquina, urde y crea historias.

CIUDAD DE MÉXICO.

El trastorno como manera de describir. Esa es la apuesta de la polaca Olga Tokarczuk (1962), Premio Nobel de Literatura 2018, anunciado en 2019. “Pienso en forma de historias. Percibimos la realidad a través de narraciones. Creo que es la mejor forma de entender qué pasa a nuestro alrededor. Quizá sea una cualidad de nuestra mente, conectamos las cosas, maquinamos, urdimos, creamos historias”, afirmó.

La poeta, novelista y ensayista admitió que, a veces, el relato no es capaz de transmitir lo que está en la lengua, en las ideas. “Así que la forma más perfecta de contar una historia es mezclándola con frases, con la lengua, para recordar que aún tenemos una, es el músculo fuerte”.

La autora de Los errantes, considerada su obra cumbre, ganadora del Man Booker International 2018, Sobre los huesos de los muertos y Los libros de Jacob reflexionó sobre su literatura, la identidad centroeuropea y la cultura polaca en una conferencia transmitida ayer en la edición virtual del Hay Festival Querétaro.

Me gusta la literatura insólita, porque nos da la posibilidad de mirar desde diferentes puntos de vista. Ese es el milagro de la literatura: ponernos juntos en el mismo crisol de la realidad y ese crisol cambia todo el tiempo”, agregó.

Quien publicó su primer libro, el poemario La ciudad en los espejos, en 1989 dijo que la literatura escrita en los países de Europa central es diferente.

La cultura centroeuropea no confía en la realidad, porque nuestro mundo es más fluido, inestable, las fronteras varían. Todo es móvil, incluso nuestra identidad. Por eso, le debo mucho a Franz Kafka”.

Destacó que el mejor ejemplo de su propuesta literaria es Los errantes (Bieguni, en polaco), nombre con el que se designa a una secta que existió en la Rusia del siglo XVII. “No es una palabra habitual en el vocabulario polaco, apenas se usa. Pero su raíz está relacionada con escapar, huir. Los integrantes de esta secta dicen que sólo puedes ser buen creyente si estás en constante movimiento. Que el demonio siempre trata de atraparte, de encerrarte en algún sitio. La buena acción consiste en estar en movimiento, física y mentalmente”, explicó.

La también autora de adaptaciones escénicas definió a Los errantes como una novela constelación. “Me di cuenta que seguimos con el antiguo régimen de la narración lineal del siglo XIX. Eso ya no funciona. Vivimos una realidad diferente, saltamos de una ventana a otra del ordenador. Hoy nuestra vida está muy fragmentada. Tenemos que inventar otra forma de describir los significados de este tipo de experiencia”.

Confesó que su primer intento con esta estructura fue Casa diurna, casa nocturna (1998). “Hubo un momento en que era muy viajera. Y pensé que era inútil usar esas formas antiguas de describir los viajes, las memorias, los diarios, los relatos lineales de dónde estoy y hacia dónde voy.

Entonces, inventé una estructura a través de metáforas. Descubrí que no percibimos las estrellas como una constelación caótica, que es lo que son, sino que proyectamos nuestro propio orden interno hacia ellas. Quise preparar para el lector una constelación de historias, asociaciones, frases, imágenes, y mostrarlas con la confianza de que fueran un intercambio de ideas”, señaló.

La sicóloga egresada de la Universidad de Varsovia añadió que en Los errantes la narradora es una pieza clave. “No soy yo, pero tiene muchos datos sacados de mi biografía. Es la única mente en la que podemos confiar en medio de esa locura”.

UNA DECISIÓN VALIENTE

Tokarczuk confesó que, desde niña, supo que su vida tendría algo que ver con la literatura. “Estuvo muy presente en mi infancia. Me dedicaba a leer. Mis padres eran profesores, así que había una buena biblioteca en casa. Yo tenía una especie de dieta a base de lectura. No en orden alfabético, sino de estantería en estantería. Empezaba un libro y lo terminaba al cabo de unos días, y pasaba al siguiente y al siguiente”.

Contó que de adolescente decidió que esa sería su verdadera vida. “Fue entonces cuando intenté escribir por primera vez. Empecé escribiendo poesía, por supuesto, como todos. En Polonia, en particular, la poesía tiene mucho peso. Leí que en el país hay unas 300 mil personas que escriben poesía. Se trata de un oficio muy polaco, sí. Y, por supuesto, tenemos dos Nobel de Literatura poetas”.

La autora de Alma perdida y Relatos bizarros narró que, si bien estudió sicología, cambió de opinión. “Decidí ser sicoterapeuta, hasta que me di cuenta, durante la sicoterapia, que estaba más trastornada que mis clientes. Y entonces lo dejé. Tras mi segundo título, El viaje de los hombres del libro, decidí dedicarme a la literatura. Fue una decisión valiente, tenía un hijo, pero ahora puedo vivir de mi escritura”.

La narradora indicó que, al inicio, sentía que pertenecía a una generación harta de la política. “A principios de los  años 90 creíamos que la política estaba acabada, que sería el fin de la historia. Escribíamos de manera introvertida e íntima, buscábamos nuestras propias experiencias. Pero después vimos que la política estaba en todas partes y puede afectar todos los aspectos de tu vida”.

Concluyó que ahora, cuando piensa en política, se propone “pequeñas acciones”, como cuando trabajó en diversos archivos y bibliotecas, para escribir una novela histórica del siglo XVII, y se dio cuenta que no había testimonios de mujeres en la historia de Polonia. “Nadie puede creer que la historia haya sido posible sin mujeres. Entonces supe que encontrarlas era mi deber, para cambiar nuestra percepción del pasado”.