“La gran esperanza cristiana: La Resurrección”

  • Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos
  • 1 Pedro 1,3

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“La gran esperanza cristiana: La Resurrección”

A la solemnidad de Todos los Santos sigue la Conmemoración de los Fieles Difuntos. Extraordinaria oportunidad para elevar plegarias por todos aquellos hermanos que se nos han adelantado y descansan en paz.

Dios, que en Jesucristo se ha empeñado en favor del hombre, le participa de una vida eterna después de la muerte. El anuncio de la resurrección de Jesús es el verdadero fundamento de la esperanza de la humanidad. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, no solo sería vana nuestra fe (Cf. 1 Co 15,14), sino también nuestra esperanza, porque el mal y la muerte nos tendrían como rehenes. Sin embargo, con su muerte, Jesús ha quebrantado y vencido la férrea ley de la muerte, extirpando para siempre su raíz ponzoñosa.

Por mucho que tratemos de disimularlo, particularmente en nuestros días, la muerte es el mayor enigma de la vida. Si morimos para siempre, todo se lo habría tragado y aniquilado la muerte. No hay desilusión ni decepción que pueda medirse con la muerte. Ningún esfuerzo por la justicia o por mejorar la condición humana, ningún amor por feliz que sea, pueden sustraerse a la sombra que sobre ellas echa la muerte. En el fondo, la muerte lo deja todo sin valor y sin fuerza. Pero la ley universal de la muerte no es, aunque parezca lo contrario, el supremo poder sobre la tierra: la muerte no tiene la última palabra. Porque Dios está por la vida. Al resucitar a Jesucristo, ha sido vencida definitivamente la muerte.

Podemos fiarnos incondicionalmente de Dios en cualquier callejón sin salida. La resurrección de Jesús significa que Dios ha actuado, que interviene en la historia, que quiere y puede entrar en este mundo nuestro, en nuestra vida y en nuestra muerte. Ella nos da la certeza de que existe Dios y de que es un Dios de los hombres, nuestro Padre. En Cristo, Dios, vida y amor, ha triunfado para siempre. El odio, la violencia, la injusticia han quedado heridos de muerte de manera definitiva.

La resurrección de Jesucristo es la revelación suprema, la manifestación decisiva, la respuesta triunfadora a la pregunta sobre quién reina realmente, si el mal o el bien, el odio o el amor, la venganza o el perdón, la violencia o la paz, la libertad o la esclavitud, la vida o la muerte, Dios o el mal, Dios o las leyes de la naturaleza, o las fuerzas desatadas de la naturaleza o de la historia. El verdadero mensaje cristiano es: Dios existe, y el que comienza a intuir qué significa esto, sabe qué significa ser salvado, sabe qué significa ser hombre en toda su densidad y verdad, en toda su hondura y en el gozo de ser esa criatura tan maravillosa que Dios ha querido, y como Él la ha querido y la quiere: el hombre llamado a la vida, vida eterna, vida plena y dichosa, vida llena de amor, vida divina en Él, en Dios. La resurrección de Jesucristo es la señal última y plena de la verdad de Jesucristo, verdad de Dios y verdad del hombre.

Supliquemos a Jesús Resurrección y Vida participe de la vida eterna a todos los que se nos han adelantado y les conceda el descanso eterno. Al momento, más de 90 mil familias hemos despedido a un ser querido, hemos llorado la inesperada partida de alguien que a principios de este año tenía metas y sueños. No hablamos de la partida de desconocidos, sino de nuestros muertos que siguen viviendo en nuestro corazón y memoria.

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