Escritura, demolición y esperanza; David Grossman presenta su más reciente libro

  • En La vida juega conmigo el autor presenta una obra reflexiva, humana y profunda desde la voz de tres mujeres.

CIUDAD DE MÉXICO.

Es inevitable experimentar dolor cuando uno escribe, porque escribir significa desmoronarse en cierto modo”, confesó ayer el escritor israelí David Grossman (Jerusalen, 1954), quien presentó su más reciente libro La vida juega conmigo.

La escritura, afirmó, “es un proceso doloroso y ese dolor da esperanza porque nos abre un futuro. El mundo de la esperanza es un mundo que tiene el futuro”. Además, “para tener imaginación tenemos que tener esperanza, porque esto nos permite ir más allá de nuestros límites”.

De acuerdo con los editores, La vida juega conmigo lleva las señas de identidad de Grossman y la definen como una obra profunda y humana llena de reflexión desde la voz de tres mujeres: la nonagenaria Vera, Nina y Guili.

La novela está basada en una historia real, la de Eva Panic, amiga y confidente del autor (fallecida en 2015), una judía nacida en una población de Croacia que se casó con un oficial serbio, que sobrevivió al Holocausto, estuvo prisionera y migró a Israel. Sin embargo, en la trama Eva es torturada, amenazada de muerte y enviada a una isla tras negarse a decir que su marido es un traidor.

 En todos mis libros siempre trato de escribir algún tipo de pensamiento de la dictadura, de cómo actuaron los nazis, de la arbitrariedad del cuerpo sobre el alma o de la muerte, de cómo uno pierde a una persona querida”, comentó Grossman, firme candidato al Premio Nobel de Literatura y ganador del International Booker (2017).

Sin embargo, “una de las cosas más importantes de este relato es la forma en que Eva Panic mantiene su dignidad como ser humano, cuando estaba en el campo de concentración de Goli Otok, pues nunca traicionó a sus amigos ni a sí misma y eso es algo que para mí es tan fuerte y potente de ella. Ella siempre me pareció una mujer sólida como una roca, que no estaba dispuesta a venderse a ningún precio”.

¿Considera que la identidad de una sociedad está marcada por la tragedia y el abandono? “Para mí, la identidad es la historia que nos relatamos todos, y está muy relacionada con el recuerdo y la memoria. Una de las cosas que nos caracterizan a los judíos como pueblo es que tenemos una memoria que va muy atrás, tenemos una memoria escrita de 4 mil años y me gusta pensar que si Abraham, el patriarca, pudiera sentarse aquí, para hablar con nosotros, en una cena familiar, comprendería la mitad de la conversación. Historia, idioma, recuerdo y memoria. Eso es identidad.”

Hay una pregunta que Grossman se hace a menudo y alude al Día Internacional del Holocausto y la liberación de Auschwitz: ¿Cómo recordar (el Holocausto) después de tantos años?

Creo que hay dos formas de hacerlo. La primera es científica, recopilando información, los estudios y todo lo relacionado con los hechos ocurridos que permitieron que aquello se produjera.

Pero también se puede recordar desde las artes, porque es a través de éstas que uno se puede identificar con la gente que fue asesinada allí. Sólo a través del arte logramos sentir que no estamos protegidos de las atrocidades y podemos hallar una situación extrema para preguntarnos ¿cómo hubiera actuado yo como víctima?”

¿Cuál es el papel de la literatura y el lenguaje en un momento digitalizado? “El mundo digital tiene muchas ventajas, no quiero excluir todas las ventajas que tiene. Lo que la literatura y el arte nos aporta es la posibilidad de decidir, y debemos insistir en los matices, porque no podemos dejarnos llevar por las decisiones y estereotipos”.

Lo que el arte nos puede aportar es ponernos cara a cara con nuestro rostro humano. Y por eso, cuando leemos La metamorfosis de Kafka o leemos a Virginia Wolf, volvemos a sentir que somos ambivalentes, que tenemos limitaciones y sentimos nuestra humanidad. Soy un gran defensor de las artes y del proceso creativo”.

¿Es la literatura una forma de resistencia ante la pandemia? “Sí lo creo, porque insistimos en cosas que la pandemia quiere borrar. Stalin dijo que la muerte de una persona es una tragedia, pero la muerte de millones son estadísticas. Así que la literatura nos permite dejar de ser números, estadísticas y datos de personas fallecidas o de respiradores activos. La literatura vuelve a la vida de los individuos”.