Pina Bausch, original, osada y libre

  • Margarita Tortajada, Diego Vázquez y Jessica Sandoval recuerdan a una de las figuras más importantes de las artes escénicas de la segunda mitad del siglo XX.

CIUDAD DE MÉXICO. Pina Bausch (1940-2009) fue una de las figuras más relevantes de las artes escénicas en la segunda mitad del siglo XX porque supo conjuntar la danza con el teatro y su compañía Tanztheater Wuppertal, que comenzó a dirigir en 1973, estuvo integrada no sólo por bailarines, sino por artistas escénicos.

Entre los temas que abordó Pina Bausch en sus creaciones se encuentra la guerra de los sexos, el amor, el deseo y el drama moderno de la incomunicación verbal.

En 1980 Pina Bausch y su compañía visitaron por primera vez México y desde ese momento hasta nuestros días su influencia es notoria y de ello hablan en entrevista con Excélsior Margarita Tortajada, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza José Limón; Diego Vázquez, director del Taller Coreográfico de la UNAM, y la bailarina y coreógrafa Jessica Sandoval.

Pionera de la danza teatro, Pina Bausch logró en su arte expresar los sentimientos de manera colectiva y  atrapar a su público.

Creadora de más de 30 piezas coreográficas, la artista alemana nacida en Solingen el 27 de julio de 1940 buscó, ante todo, conmover.

Margarita Tortajada, recuerda. “La primera vez que se presentó en México el Wuppertal Tanztheater, dirigido por Pina Bausch, fue en 1980, con las obras La consagración de la primavera y Café Müller, entre otras. Otra visita al país fue en 1994 con Claveles. Antes y después de esas fechas he tenido la oportunidad de ver muchos videos y documentales, así como la película Pina (2011) de Wenders”, apunta la investigadora.

El primer encuentro con la obra de Bausch provoca conmoción y desconcierto. La bailarina y coreógrafa Jessica Sandoval habla de la obra Nelken (Claveles).

Fue de una belleza abrumadora, el espacio con miles de claveles que se iban transformando a lo largo del espectáculo volviéndose parte fundamental de la coreografía, los bailarines de una sutileza y a la vez fuerza  interpretativa reflejaba el trabajo tan particular que Pina hacía con su compañía, fue absolutamente conmovedor.”

Una de las genialidades de Pina Bausch era su capacidad para observar y plasmar con movimientos los sentimientos que quería transmitir.

A partir de su trabajo, los ojos del mundo de la danza se posaron no sólo en su arte, sino en la técnica y la contundencia de su obra.

Diego Vázquez destaca la relevancia de la artista a quien considera un genio de las artes escénicas. “Creo que lo que hizo que Pina Bausch se convirtiera en una de las figuras más relevantes de la danza de la segunda mitad del siglo XX fue que supo conjuntar, amalgamar perfectamente la danza con el teatro y que su compañía estaba integrada por artistas escénicos con unos rostros muy fuertes, muy expresivos, con unas manos preciosas.

Hay una escena muy famosa en la que ella se le echa a los brazos al bailarín y él la deja caer muchísimas veces, y entra a escena esta tercera persona que los abraza a ambos y cómo se repite hasta el cansancio, deja una impronta en el espectador sobre cómo una pareja se puede agotar. Uno puede agotar al otro sin importar el sexo”.

El director del Taller Coreográfico de la UNAM abunda: Me parece más que brillante lo que hace con sus elementos escenográficos. Ninguno es gratuito y le dan una fuerza y una contundencia a su discurso coreográfico.

Y respecto a la influencia de esta creadora alemana en México, Margarita Tortajada señala: “la danza teatro que Pina Bausch reveló a los bailarines y coreógrafos mexicanos no necesariamente los determinó en su trabajo, pero sí les abrió una puerta más para la creación y la experimentación. Los jóvenes aceptaron la influencia, pero también el reto para elaborar su propio trabajo”, indica.

Entre las características de esta artista, original, osada y libre, además de su espigada figura y su cabello negro, era su adicción al tabaco.

En diversas escenas de la película Pina, de Wim Wenders, se le observa con un cigarro en las manos, adicción que le causó un cáncer pulmonar que le provocó la muerte el 30 de junio de 2009 a los 68 años.