#ElCuento Si la mayoría lo hace
|Fernando Hernández Flores
Justo a las siete y cuarto de la mañana, del día 19 de septiembre de 1985, muy cerca de la capital del país, en un espacio agradable rodeado de la naturaleza, se encontraba el joven Rosendo jugando con una vara en un manantial. Giraba y giraba la vara en el agua. Pasaron tan solo unos minutos, cuando de pronto sintió que alguien lo estaba moviendo a él. No podía estar parado, él era muy delgado y se iba de un lado para otro. Se sobresaltó y de pronto se resbaló y cae al manantial. El pozo de agua se lo traga y el siente que cae y no encuentra el fondo. Se desmaya y pierde el sentido.
Su familia se la pasó buscándolo después del fuerte terremoto que sucedió en México con la intensidad de 8.1 grados escala Richter. Fue un desaparecido más de aquellos tiempos y no necesariamente quedó atrapado entre los escombros de los rascacielos que estaban construidos en el Distrito Federal. Su familia realizó sus rezos durante nueve días y le hicieron una lápida en el panteón del pueblo, donde ni su cuerpo ni siquiera está enterrado, pero era como para guardar memoria de sus padres y familiares de un desaparecido más.
Transcurren 35 años y es el 19 de septiembre, muy cerca de la Sierra Norte de Puebla aparece como a las doce del día un joven en el campo con una cabellera muy sucia y larga, la ropa desgastada por el tiempo y va caminando rumbo a la ciudad. Huele a rayos y se ve mal alimentado. Encuentra a una señora que va cubierta de su rostro con un trapo y le intenta platicar. Ella se aleja y corre. Poco a poco, los demás lo ven como a un ser extraño. Se encuentra a un borrachito y le pregunta, donde queda tal pueblo y el borrachito mejor le invita de su botella.
El borrachito le cuenta que la gente a él también lo ven extraño.
- De una fecha para acá, todos cambiaron en sus formas de ser. Unos traen en su cara unos como plásticos, lentes y otros llevan cubre bocas. Parecen doctores. Cuentan que llegó una epidemia o un virus muy fuerte. Muchos se han muerto. Pero veme a mí, aquí sigo y que bueno que encuentro con quien platicar. ¿Cómo te llamas?
El joven aún nervioso porque se siente perdido, le responde:
- Me llamo Rosendo y vivo en un bonito pueblo cerca de México.
Le comienza a contar que su familia se dedica al trabajo de campo. En algunas temporadas cortan manzanas, peras y otros productos. El solo estudio hasta la secundaria y después a puro trabajo de chapear y limpiar con el azadón. Pero recuerda que la última vez estaba cerca de un manantial y después no recuerda más.
- Este lugar lo veo con sus letreros en la calle muy distinto, será porque es otra ciudad. No sé por qué se visten diferente y los carros que pasan no son iguales a los que vi allá por mi pueblo. ¡Ya sé que voy hacer a partir de mañana!
El borrachito le pregunta:
- ¿Qué vas hacer mañana, Chendo?
- Mañana iré a donde encuentre agua y me daré un baño. Hoy es demasiado tarde y prefiero dormir en algún rincón, donde no me vean los asaltantes, además que no tengo ningún peso en mis bolsas del pantalón. (Respondió Rosendo)
Rosendo pensó que si la mayoría lo hace, el también. Así que intentó ser como la mayoría y por lo mientras, trataría de conseguir dinero de una manera honrada y así poder regresar a su pueblo que lo vio nacer. Aún no sabía que ya habían pasado 35 años y el seguía siendo joven, pero sus padres habían muerto y sus hermanos vendieron el terreno. De ellos no se sabía nada, solo que un día perdieron a un hijo en aquel terremoto del 85.
(*) Escritor de un rincón del Totonacapan. Tepetototl, el ave de la montaña.
Correo: venandiz@hotmail.com
Twitter: @tepetototl