Soy todo, menos metódico con la poesía
|- Entrevista a Félix Suárez, Poeta, ensayista y editor. Obtuvo la Presea Sor Juana Inés de la Cruz (1984), el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino” (1987), el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines” (1997). Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares” 2017.
FÉLIX SUÁREZ, Estado de México. Poeta, ensayista y editor.
Buen día, maestro Félix Suárez. Eres parte de esta serie de entrevistas que estoy realizando para “La Jiribilla”, Suplemento cultural de el diario, Gráfico de Xalapa. Esta entrevista realmente es sobre el quehacer del escritor, su manera de ser, su forma de actuar, de ver a su alrededor. Ese mundo cotidiano que para los lectores será descubrir su entorno, así como apreciar la literatura desde el pulso de quien escribe.
1.- Tú escribes poemas, ensayos y además eres editor, ¿cómo inició tu relación, tu cercanía con la literatura y los libros?
Debo decir que yo crecí en un medio rural, una casa de labranza donde no había propiamente libros. Recuerdo que un día, a los seis o siete años tal vez, hice una “excursión” clandestina (porque no tenía permiso para ello) por los terrados de la casa donde crecí, una casa que había sido antes de mis abuelos paternos… Tal vez muchos no recuerden ya que el terrado en esas casas viejas era una suerte de pequeño entrepiso entre las vigas con tejas y un tablado que hacía las veces de plafón rústico. Ahí los campesinos guardaban muchas veces su cosecha de maíz, pero también servía para guardar triques de todo tipo y cosas que la gente quería perder de vista o que ya nadie usaba… Bueno, te decía que en esa inmersión con miedopor la oscuridad de los terrados de la casa descubrí algo que eran verdaderos tesoros para mí, no porque tuviera a esa edad conciencia de su valor, sino porque esas cosas (discos antiguos de acetato con sus cubiertas de papel, un gramófono, una vieja lámpara de pie y una pequeña cantidad de libros y revistas guardados en un par de cajas polvorientas de madera) serían primero parte de mis juegos bárbaros: mis hermanos y yo lanzábamos aquellos discos por el aire para verlos enseguida hacerse añicos al estrellarse contra el suelo. En casa, igualmente, se usaban las hojas de esos libros para encender el fogón o el brasero, aunque también algunos de ellos -las revistas- nos servían de recortes para las tareas escolares. Pocos años después de esa inintencionada barbarie aún pude rescatar algunos de esos libros (debo de conservar aún un ejemplar despastado de Las mil y una noches, un misal de mediados del siglo XIX, medio devorado por el fuego, y un volumen de las Lecturas clásicas publicadas por Vasconcelos).
Desafortunadamente ese fue mi primer (y triste) contacto con los libros. No obstante, en esos mismos libros -en lo que quedó de algunos ellos-, tuve, tiempo después, mi primera relación con una parte valiosísima de la literatura antigua, que ha sido fundamental en mi vida sin duda… Algún día te contaré cómo llegaron esos libros y todas cosas ahí… Parte de la historia familiar que hoy no viene al caso por supuesto.
2.- Cuéntanos cómo te dio por la poesía especialmente, ¿por qué no optaste por el cuento o la novela?
No sé si yo busqué la poesía…, creo que en mi caso la poesía se fue imponiendo a mí a su modo. Aunque de niño había querido escribir canciones, eso no fue algo que me mantuviera ocupado mucho tiempo, porque en seguida empecé a escribir pequeñas historias, que buscaban ser cuentos o algo así, y que derivarían después en una suerte de parábolas, inspiradas en aquel poeta árabe, muy popular por entonces, Gibrán Jalil Gibrán, que descubrí ya en la secundaria. Nunca estuve lejos de la poesía, aunque no pensaba como tal en ese género cuando escribía aún con aquellas “arañitas tomadas de la mano”, como diría Rascón Banda. Pasaron cosas: un día, por ejemplo, me inscribí en la escuela en un concurso de declamación con un texto mío que había escrito para la ocasión: ¡qué desfachatez la mía!, lo reconozco y aún me apena aquel incidente. Por supuesto, sobra decir que ese mismo día terminé también eliminado del concurso, con justa razón. Pero tal vez fue por entonces que la poesía empezó a estar más presente en mí, al menos como aspiración, curiosidad y proyecto de lectura.
3.- ¿Te impones alguna disciplina para escribir?
No creo ser precisamente un hombre disciplinado, al menos no en la escritura. Me impongo ciertamente otros deberes con la vida y en el día a día, pero la escritura -la poesía en concreto- siempre ha sido para mí un misterio y por lo mismo una gracia, un don. Aparece como una revelación en la espera, sin pedir aparentemente nada a cambio (aunque después te cobre con la vida entera); llega en estados de ánimo (incluso en el sueño) y después te abandona por un tiempo indefinido, y lo que dejan en uno esa suerte de visitaciones epifánicas es un puñado de palabras más o menos caóticas y en desorden. Y de ese caos, de esa mezcla de piedras, lodo y arenilla que trajo la avalancha, es de donde uno debe esforzarse por hallar alguna que otra pepita de oro o algo que se le parezca… Ese trabajo de desmenuzar, apartar, cernir (discernir) y volver a cernir, ese es mi trabajo, y vale decir, de cualquier trabajador de la palabra.
4.- ¿A qué hora del día escribes, y si lo haces por la mañana lo haces en ayunas?
Como he dicho, soy todo, menos metódico con la poesía. Puedo tomar notas apresuradas casi en cualquier lugar, a cualquier hora, pero no siempre. Paso por largos -a veces larguísimos- periodos de “sequía”, hasta que un día aquello empieza desbordar el vaso… Lo único que logro hacer en ayunas es caminar un poco casi todas las mañanas.
5- ¿Qué bebidas son tus preferidas?
Bueno, lo cierto es que, a cierta edad, uno deja de tomar lo que quiere, para resignarse a beber lo que puede, lo que menos mal le cae a uno en general. Así que, por encima de los fermentados, con los años me he resignado casi exclusivamente a mi trato con algunas bebidas destiladas, tequila, mezcal, vodka y hasta ahí, porque, a decir verdad, el alcohol tampoco me ha sido muy necesario nunca; diría, en la comida y acaso para fluir mejor con los amigos. Y no más.
6.- ¿Con qué otras artes sientes más cercana tu obra?
La música sin duda, la pintura…, pero sobre todo la música clásica en algunos momentos. Y eso, por más de una razón: es una compañía nunca inoportuna, puede acompañarme de ella en la lectura, pero también en la escritura de algunas cosas. Me explico: mientras la escucho puedo escribir prosa, ensayo, reseñas y otras cosas, pero la poesía difícilmente acepta su presencia. Y no es extraño: ella misma es música también, música hecha con palabras. Es el monstruo al que se refiere Montale: música hecha con palabras y hasta con ideas. ¿Cómo percibir, pues, al mismo tiempo, dos ejecuciones de obras distintas?
Ahora, debo aclarar y enfatizar que no es sólo ese tipo de música la que escucho. Insisto, depende de la actividad y el momento por supuesto…
7.- Menciona cinco músicos que te guste escuchar?
Vivaldi en primer lugar, no el de las cuatro estaciones necesariamente; el de las miniaturas, el de Stabat mater o el del Magnificat, etc. Disfruto mucho casi toda la música barroca y la música parapiano de Mozart.., aunque trataba de explicar hace un momento que en temas musicales no tengo prejuicio alguno, tengo, digamos, un paladar más amplio, porque lo mismo encuentro sublime a Bach que a algunos temas y cantantes del fado portugués, a Amália Rodrigues o a Mariza, por ejemplo. Pero también disfruto el rockc en español (ése, justamente, que escuchábamos tú y yo cuando éramos jóvenes) y el jazz y la salsa (aunque me cueste un poco bailar). Puedo morir también con las notas de algún bolero mexicano por supuesto. En fin…
8.- Cuéntanos de algunos autores españoles que te hayan ayudado en tu formación como poeta.
Son muchas mis deudas con la literatura española sin duda. Te cuento que hace muchos años hice una licenciatura en Letras españolas, gracias eso pude descubrir a plenitud lo que apenas vislumbraba, los picos de las cumbres más altas: la novela de Cervantes, la poesía de Góngora (a la que invariablemente vuelvo de tanto en tanto), el teatro de Lope de Vega y más acá, Unamuno, Valle-Inclán, toda la espléndida Generación del 27, entre ellos principalmente Luis Cernuda y Rafael Alberti. No dudaría en afirmar, por cierto, que la poesía de Cernuda es una de las piedras angulares de la actual poesía en español. De la Generación del 50, menciono de prisa a José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Jaime Gil de Biedma y un poeta poco conocido, pero también magnífico, Ángel González, entre muchos otros de esa brillantísima generación que dio no sólo poetas, sino también espléndidos narradores como Juan Marsé, el autor de esa novela extraordinaria de todas las añoranzas juveniles, Últimas tardes con Teresa.
9.- ¿De qué forma los autores hispanoamericanos te han ayudado a vislumbrar tu trabajo con la poesía?
Bueno, si por “vislumbrar” debo entender la influencia de otras obras en lo que escribo, definitivamente de jóvenes todos pasamos -aún los más reticentes- por la asimilación de otras voces. Esto, por supuesto, es absolutamente necesario. Es más todavía: prueba que descendemos de una tradición que nos nutre y nos sostiene. Lo importante, creo yo, radica en qué haces con esa tradición, cómo la prolongas dentro de tu obra, sin dejar de ser tú mismo; pero sobre todo cómo esas otras muchas voces de otros se combinan para crear una voz propia, singular, diferente a la de tus antecesores, aunque inevitablemente puedan guardar siempre un aire de familia, como ocurre con los parientes. Paz decía, en este sentido, que cada poeta construye su propia genealogía espiritual.
En mi caso, haberme encontrado desde joven con la poesía de Vallejo, Huidobro, Neruda, Borges y algunos poetas brasileños como Drumond de Andrade o Manuel Bandeira, y en México, con Paz y la generación de Contemporáneos; toda esa experiencia de poetas medulares de Latinoamérica me mostró por entonces caminos nuevos, rutas a seguir, apetecibles y seductoras, que por mí mismo no habría podido encontrar ni descubrir nunca.
10.- ¿Qué estás leyendo actualmente?, ¿podrías platicarnos?
Debo confesar primero que en el tema de la lectura soy ahora absolutamente desordenado, y como ya he dejado por la paz la academia y el rigor de los programas de estudio, puedo actualmente -tal como cuando era adolescente- darme el lujo de saltar de una lectura a otra, de un libro a otro, de un tema a otro, lo que implica a veces ir de una corriente literaria a otra, de un siglo a otro, de una literatura a otra o incluso de una rama del conocimiento a otra. Lo cual tiene algunas ventajas por supuesto, porque no tiene uno ya la obligación ni de concluir el libro si no te gusta o si termina por aburrirte. Lo cierto es que en mi caso esa actitud omnívora -que no recomiendo por supuesto- me causa a veces ciertos contratiempos e incluso ansiedad, porque me ocurre con frecuencia que luego no puedo recordar dónde, en qué libro de todos esos que me ocupan, leí tal cosa. Y eso de repente me parece que no está bien, pero lo cierto es que ya no puedo ni quiero tampoco leer de otra forma: leo -releo sobre todo- lo que me viene en gana, y a veces un libro tarda en mi mesa, ya empezado, muchos meses porque me he distraído con la lectura de otros…
En fin, respondo tu pregunta: estoy leyendo un libro de Alberto Manguel que se llama Para cada tiempo hay un libro, que es una suerte de reflexiones y anécdotaspersonales sobre el libro y la lectura; junto a ese leo una recopilación (selección) de entrevistasjustamente a José ángel Valente, que se titula El ángel de la creación, pero también he empezado un libro de Gabriel Zaid, que es una compilación de ensayitos, casi todos publicados ya en otros libros suyos, en torno a la lectura, que se llama así Leer. Y junto a mi cama tengo, desde hace unos días, un librode Elías Canetti, El libro contra la muerte, que es una serie de apuntes sobre la muerte, que recogió Cannetti a lo largo de al menos cuatro décadas, con vistas a escribir una novela sobre ese tema. Nunca la pudo iniciar, pero esas notas de todo tipo constituyen una profunda radiografía de su obsesión -preocupación- por conjurar la muerte a través de historias que no alcanzó a darles forma.
11.- ¿Cómo ves la poesía en México?
Es un tema espinoso ése, sin duda. Creo que la verdadera poesía se sigue haciendo como se ha hecho siempre: desde la soledad y el silencio. No existe por ello en las redes sociales (donde lo efímero del espectáculo diario es lo que predomina), pese a que todos los días somos testigos de la desmesura con la que se autopromueve ahí, hasta el hartazgo, una poesía inexistente, ahora marcada por una intención de denuncia y propaganda de todo tipo, que me hace recordar a veces la poesía “comprometida” de algunos desafortunados momentos del siglo XX, porque de ella no queda nada o muy poco… Diría, pues, parafraseando a Jean-Claude Carriére, que nunca como ahora se han escrito tantos poemas y jamás tan poca poesía. Pero más allá de eso que me parece necesario mencionar, podría asegurar que la poesía de todas partes goza de cabal salud, es decir, sigue viviendo en la oscuridad (de la que procede y a la que se debe), minoritaria, excluida e ignorada, afortunadamente, por las grandes editoriales, por el poder y los negocios.
12. -¿Cómo defines los premios literarios?
Los buenos premios -y no hablo de montos- son por lo general buenos por definición, salvo para los concursantes que no los obtienen por supuesto. Son buenos para todos si pensamos más ampliamente en la cadena del libro: para el autor ganador, por ejemplo, el premio constituye casi siempre un respiro a su menguada economía personal y se vuelve una suerte de caja de resonancia para su poesía; por otra parte, para el editor, el premio es un motivo de orgullo y una clara oportunidad para dar salida a algunos pocos de los 50 o 500 ejemplares que muy heroicamente se arriesgó a publicar; y para el lector, finalmente, el premio le da, de algún modo, la certeza de adquirir, con gran probabilidad, un buen libro de poesía -aunque, por supuesto, no dejaría de matizar esto último, porque sabemos que no necesariamente todos los buenos libros de poesía han sido reconocidos con algún premio, ni seguramente todos los libros premiados son lo mejor que se presenta a ese tipo certámenes. Es más, hay otros libros -la mayoría- que ni siquiera son enviados a esos concursos por distintas y válidas razones todas ellas. Pero, más allá de todo eso, y en suma, me atrevería a afirmar que casi todos los buenos premios de poesía de este país arrojan al año un importante número de poemarios de muy buen nivel. Así que si me preguntas si creo en los premios literarios diría que sí por supuesto. Las salvedades las hay en todas partes…
13.- ¿Crees en la política?
Debería decir que sí, pero siento que cada vez me alejo un poco más de ese interés que en otro tiempo me mantenía al pendiente. Creo que, con el paso de los años, me he ido convirtiendo no sólo en un desencantado de algunos temas vitales, sino también de la política y de sus hacedores. No me preguntes la razón… Dice Marco Antonio Campos en algún poema suyo que “cuando la política es tema se agria la boca”.
14.- ¿Cómo ves el tiempo de hoy en México?
FÉLIX SUÁREZ, Estado de México. Poeta, ensayista y editor. Maestro en Humanidades por la Universidad Anáhuac. Fue becario del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Centro Toluqueño de Escritores. Obtuvo la Presea Sor Juana Inés de la Cruz (1984), el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino” (1987), el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines” (1997), el Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares” (2017). Tiene los siguientes títulos de poesía publicados: La mordedura del caimán, Peleas, Río subterráneo, En señal del cuerpo, Legiones, También la noche es claridad. (Antología poética 1984-2015). El libro de ensayos titulado Visitaciones del porvenir. Enigma y profecía en la tradición de Occidente. Su obra se encuentra incluida en una veintena de antologías colectivas, entre ellas, Antología general de la poesía mexicana, de la época prehispánica a nuestros días; Antología esencial de la poesía mexicana, cien poetas de los siglos XV al XXI; Literatura del Estado de México de los siglos XVI al XX; Estado de México, donde nadie permanece; Poetas de Tierra Adentro, En el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma, Eco de voces (generación poética de los sesenta), Vigencia del epigrama, etc. A lo largo de más de treinta años, ha preparado para su edición alrededor de un millar y medio de títulos para diferentes instituciones públicas y privadas. Fue fundador y director por diez años de la revista Castálida. Poemas suyos han sido traducidos al francés, inglés, árabe, catalán e italiano. Actualmente se desempeña como editor del Consejo Editorial del Gobierno del Estado de México.