El camino

Por allí caminaba un chamaco, por caminos como estos ese cabrón sintió que el futuro cabía en las sueños de su padre. De ahí nació el amor por la tierra, la palabra y la semilla, por los pensamientos de un mañana compartido, por la tarea de una cosecha noble y generosa. Llegó la penumbra, se apagó la voz, se plantó la canícula. Nació la incertidumbre. La ambición y la ceguera del mediocre arrebataron aspiraciones y deseos que eran de todos. Se deshizo del «nosotros» para enlodarse con el «yo». Pero no hay ayer que no quepa en el mañana, no hay ahora si no hay renacimiento, no hay muerte que sea eterna, no hay injusticia que quede impune para siempre.

No cupe en mi tumba, y tuve que regresar. Ustedes disculpen. Sigo caminando. No hay cansancio, no hay rencor, no hay olvido. Hay árbol y sombra bienhechora, hay memoria, hay frutos. Hay voluntad, hay carácter, fe en mí mismo, confianza nacida del amor, sentimiento tan enorme como la presencia infinita de mis hijos, tan profundo como la mirada que me muestra mi reflejo.

Hay ruta, hay vereda, hay rumbo. Desde antes conocía mi itinerario. No me extravié, me borraron el camino. Y ahí está. Yo no quiero que sea fácil. Yo quiero que sea justo. No quiero que sea mío. Quisiera que fuera nuestro. Hoy será como tenga que ser. Camino porque sé a dónde voy.