“Las pruebas y la esperanza”

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“Las pruebas y la esperanza”

La vida del ser humano incluye alegrías y tristezas, adversidad y prosperidad, salud y enfermedad, éxito y derrota. Evidentemente quisiéramos una vida tranquila y sin muchas preocupaciones, sin embargo para crecer y madurar son necesarias las pruebas, pero no nos preparamos para ellas y por eso nos sorprenden, y en ocasiones nos hacen hasta desconfiar de Dios.

A veces, las pruebas son breves y no tan fuertes, y las olvidamos rápidamente. En otras ocasiones, sin embargo, esas pruebas persisten y son difíciles, dejándonos exhaustos y hasta abatidos. Ocasionalmente, no podemos funcionar bien después de las pruebas. Estas pruebas difíciles son a las que san Pedro se refiere cuando escribe sobre el “fuego de prueba”. El sufrimiento bajo las pruebas es el tema principal de la primera epístola de Pedro. Los receptores eran cristianos esparcidos quienes enfrentaban circunstancias difíciles; y esas circunstancias no eran merecidas, eran injustas, y en términos generales no eran esperadas, sino impredecibles. De hecho, en este pasaje el apóstol Pedro se enfoca en esta forma intensa del sufrimiento, en cómo debemos reaccionar ante el fuego de las pruebas, qué cosas debemos recordar durante ese tiempo y en quién debemos confiar cuando ese fuego de las prueba se extiende.

Como cristianos, tal vez tendremos que luchar en contra de la desesperanza, ¡pero no es necesario sucumbir a ella! La esperanza genuina, como se presenta en las Escrituras, tiene el poder para cambiar nuestra perspectiva en la vida cuando llegan las pruebas.

Pero después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios los hará perfectos, firmes, fuertes y seguros. Es el mismo Dios que en su gran amor nos ha llamado a tener parte en su gloria eterna en unión con Jesucristo. A él sea el poder para siempre. Amén” (1 Pedro 5,10-11).

Dios es el fundamento, el poseedor de la gracia que perdona, restaura y por la que nos es implantada la vida eterna. Fue Cristo quien logró que hoy gocemos del favor de Dios, favor que para nosotros es gratuito, pero que a Cristo le costó su vida, es decir Cristo satisfizo a Dios y por eso todas las bondades divinas nos son dadas en abundancia. Por el favor de Dios somos fortalecidos y consolados cuando sufrimos, por eso a pesar de los tiempos difíciles los hijos de Dios crecemos y seguimos confiando.

La riqueza de la gracia de Dios es dada solo a los humildes, los que aceptan la necesidad de Dios en sus vidas, es por eso que debemos estar de rodillas ante Dios buscando el perdón y seguro lo encontraremos, ante la prueba estaremos de pie si estamos de rodillas ante Dios. Reconocer nuestra pobreza de espíritu nos hace ricos espuriamente, porque esta actitud es aceptar que solos no podemos enfrentar el pecado y las tribulaciones.

Fuimos llamados por Dios en Cristo no para seguir viviendo en derrotas o en miseria, fuimos sacados de la esclavitud del pecado y en la miseria fuimos visitados por la gracia de Cristo, para que hoy podamos vivir en gozo, en paz y en esperanza a pesar de los constantes ataques del maligno, y aunque tengamos que pasar por pruebas estaremos muy bien, porque incluso, ahí mismo está la gloria de Dios que nos sostiene para salir victoriosos hasta que Cristo venga por nosotros.

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