‘Metrópolis’, la primera gran película de ciencia ficción

María José Agudo (@Mary_Agurod)

En los años veinte, cuando el sonoro no había ni aparecido, ya estaba inventada la ciencia ficción. Incluso mucho antes si tenemos en cuenta que gracias a la magia y a la fantasía de Méliès los espectadores ya viajaron a la luna, y despertaron la curiosidad de conocer otros planetas y espacios inexplorados. Pero es ‘Metrópolis’ (1927) la película que marca el nacimiento del auténtico cine de ciencia ficción, y la que establece un universo visual y temático que ha influido en muchas películas venideras. Porque antes de los replicantes de ‘Blade Runner’, de los spinners voladores, de los robots que desafían las leyes de Asimov, mucho antes, Fritz Lang ya había parido una distopía visualmente poderosa.

Como dice el ya fallecido crítico Roger Ebert en su libro ‘Las grandes películas, 200 películas imprescindibles de la historia del cine’: “Metrópolis fijó para el resto de siglo la imagen de una ciudad futurista como un infierno de progreso científico y desesperación humana”.

‘Metrópolis’ nos traslada al año 2026. Narra la historia de un futuro dividido en dos mundos: uno mira al cielo, el otro se pudre trabajando en las profundidades de la tierra. Los pensadores habitan en lujoso áticos y se dedican al deporte y a la vida social. La clase trabajadora por el contrario, es esclava de una mitad que ni siquiera conoce y vive alienada, moviéndose al ritmo de las agujas de un reloj (objeto con gran simbolismo en la película) y presa de unas máquinas que nunca se detienen, como luego plasmaría de forma más cómica Charles Chaplin en la inolvidable ‘Tiempos modernos’ (1936).

El detonante de la trama surge cuando el hijo del amo de Metrópolis, Freder Frederson (Gustav Fröhlich), recibe en su “Jardín del placer” la visita de una joven llamada María (las reminiscencias bíblicas son obvias y están presentes en otras muchas escenas). Subyugado por la belleza y la bondad de esta joven (Brigitte Helm), Frederson se adentra en las entrañas de la ciudad subterránea. Allí descubre una realidad cruel que desconocía, así como el germen de una revolución que intentará frenar con engaño y manipulación su padre (Alfred Abel) y el científico Rotwang (Rudolf Klein-Rogge). A partir de entonces, Frederson con la ayuda de María se convertirá en el “mediador” de este enfrentamiento entre “cerebro y manos”.

Hay que recordar que el argumento de Metrópolis gira sobre un tema universal muy utilizado en la ciencia ficción y fantasía: el héroe que -casi siempre por amor- decide unirse a una noble causa contraria a su naturaleza. Es clave también en la trama la figura de Rotwang, el inventor, prototipo de un científico loco que habita en un laboratorio gótico y siniestro. Un personaje que ha sido imitado y parodiado en muchos otros films posteriores, desde ‘Frankenstein’ (James Whale, 1931) hasta el Doctor Strangelove de ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (Stanley Kubrick, 1964).

Aún hoy no podemos acceder a la versión íntegra de ‘Metrópolis’ que se proyectó en 1927 pero pese a eso, la copia reconstruida a la que tenemos acceso mantiene intacta su fuerza y fascinación visual. De la belleza de sus imágenes, enmarcadas muchas escenas dentro del expresionismo alemán, se ocupó Fritz Lang, cuyo diseño de producción, planificación de los espacios y fijación por el detalle da muestras de su genialidad. Para la recreación de la ciudad se utilizaron decorados gigantescos y hay fuentes que aseguran que participaron más de 25.000 extras, aunque según declaró Lang muchos años después la cifra no superó los 300 actores contratados. Hoy sigue impresionando la secuencia de la Torre de Babel por su magnitud, así como muchas escenas brillantemente fotografiadas que sorprenden por su originalidad y audacia, como la visión que tiene Frederson cuando la maquinaria explota y daña a los obreros, como si esta fuera una divinidad por la que se sacrifican vidas humanas, o la escena en donde María es perseguida por Rotwang con un haz de luz en las catacumbas, por citar solo algunos ejemplos.

Cuesta creer que en su día esta gran superproducción de la productora alemana UFA fuese un fracaso de taquilla. Pero el tiempo ha puesto en su lugar a ‘Metrópolis’, y vista hoy sigue siendo espectacular y de una originalidad asombrosa, gracias también a los prodigiosos efectos especiales de Eugen Schüfftan y, cómo no, a un guion (no exento de críticas por su final ingenuo y pacificador) co-escrito por Lang y su por entonces esposa Thea von Harbou, quien luego se alinearía con el nacional socialismo alemán.

En definitiva, ‘Metrópolis’ es una obra maestra del cine, una fábula rebosante de imágenes de las que nunca podremos desprendernos. Una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia.