DÍA DE OFICINA

«Tu desnudez llena mis ojos. Eres única. Tu cuerpo es el equilibrio perfecto entre la sensualidad de las frutas que paseas frente a mí y el hambre indecente que nace bajo mi ombligo”

Musa Peregrina

Esa noche escuchábamos salsa y me enseñabas algunos pasos básicos. Te confieso, que más que aprender, disfrutaba verte bailar. Porque además me encanta como lo haces, sobre todo la alegría que se posa en tus movimientos, así que, desafiaste las leyes del tiempo. Ya que al otro día despertaríamos muy temprano.

Mas de pronto detuviste el erótico ritmo de tu cuerpo y me pediste que me sentara en tu sillón de oficina. Nunca pensé que me invitarías a viajar al centro del infierno de Dante, mi pulso inició a acelerarse al descubrir tus intensiones. Invadiste de golpe la zona sur de mi cuerpo, deshojaste mi blusa y besaste la flor amarilla que se anidaba entre mis senos, oré y cerré mis ojos e inicié a observar tu fogata resplandecer con sus brillos incitantes, quedé extasiada.

Con las manos empapadas de pecado y con la señal de la cruz quemando mi frente, volví a ser oscura y el mito sumerio quedó de manifiesto en tu piel, más el mito hebraico equilibró el goce de nuestros cuerpos lujuriosos, entregados al vicio del orgasmo. Me negué a permanecer en el paraíso sumisa y obediente e inicié el ritual con mi lengua que te transporta al éxtasis, fuiste mi súbdito, después, cerraste los ojos y te abandonaste al fuego de mi infierno sin remordimientos. 

Hurgaste entre mis pliegues, recorriste laberintos situados en el punto exacto del placer, allí, donde se une la laguna y el océano.

Sé que me acechas, demasiada inteligencia te habita, por momentos olvido que somos iguales y juntos entramos en escena a la habitación, retiraste el caos que vacié de mi maleta,

lo colocaste en una toalla.

Con la fantasía de poseer un ser mitológico me acomodaste en la cama a tu antojo, acariciaste mi larga cabellera, besaste mi desnudez adornada con símbolos de la serpiente que habita mi femenina fatalidad…

Llegamos a una deliciosa catarsis que desbordó enfrentamiento entre luces y sombras, recuerdo el acto aquel, en el que besaste mis hombros sin saber completa mi historia, uno más, en el que me acurrucaste entre tus brazos para protegerme de mí misma…

¿Amor, que me das que no conocí antes?

 ¿Por qué resucitas mis tentaciones?

 ¿Acaso es que eres un ángel legendario de la mitología mesopotámica?

Tú mi Adán, antes de la creación de Eva, Yo, tu Lilith castigada, demonizada, por rebelarme a sólo entregarte placer y por luchar por el mío …

Después, te abracé y descansé en la blancura de tu tórax y volví a ser tu niña buena…