¿QUIÉN DIJO MIEDO?

Raúl Silva

Con el murmullo de los grillos, la lluvia cayendo sobre el tejado, el crujir de las ramas del chirimoyo de la huerta contigua a su cuarto, que provocaban que salieran de sus guaridas las arañas de todo tipo y los amenazadores alacranes adosados a las paredes de su habitación, así transcurrían sus noches infantiles. Todo podía soportar excepto el infinito taladrar de sus oídos por el ruido de los grillos. Vencía el miedo a las arañas y alacranes porque le enseñaron una oración para no temerles: «San Jorge Bendito, amarra tus animalitos con tu cordón bendito.» Aunque parecía a veces que el santo estaba dormido, porque veía reptar a los terribles alacranes casi hasta donde él estaba, pero confiado en su rezo, sólo quedaba el otro miedo, a los otros personajes que le asustaban, pero había otra oración de la que echaba mano: «San Silvestre Papa del Monte Mayor cuida mi casa alrededor de brujas hechiceras, de un perro con rabia y un hombre malhechor.»

No sabía si cerca de su casa pudieran acercarse el perro con rabia, la maldita hechicera, o hubiera un osado hombre malhechor, porque su papá tenía un revolver calibre 44 parecido al del Marshall Dillon, que según él, era imposible que cualquiera, de esas tres amenazas se parara por la casa. O era su devoción a las  benditas oraciones o a aquel armatoste de su papá que sus sueños llegaban hasta su cuarto plácidamente. Su padre era para él una especie de héroe o un caballero como los de los cuentos que le contaba su abuela.