“La esperanza es protección en un mundo sombrío”

VIVIR CON ESPERANZA

Por Jacinto Rojas Ramos

“La esperanza es protección en un mundo sombrío”

La maravillosa virtud de la esperanza es verdadera protección para un mundo sombrío como el que enfrentamos en este época.

La esperanza nos da resistencia en los golpes. Cuando ocurre un desastre natural o una desgracia personal, quienes creen firmemente que hay una solución experimentan una medida adicional de fuerzas para recuperarse de las pérdidas materiales y de su propio abatimiento.

Además de ser una actitud positiva hacia el futuro y fuente de salud mental, la esperanza está estrechamente relacionada con la fe religiosa. La mayoría de las religiones se basan en la esperanza o tienen un fuerte componente de ella. Para el creyente, la esperanza es un don de Dios que une el pasado con el presente y el futuro para proporcionar un final feliz y definitivo. Algunas características sobresalientes de la esperanza en el contexto religioso:

Esperanza de la salvación. La esperanza religiosa ofrece la solución definitiva al problema del sufrimiento. La salvación eterna se consigue de acuerdo con el plan establecido por Dios mismo: “La esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1, 2).

Es esencial para la supervivencia. En un mundo lleno de injusticia y sufrimiento, necesitamos encontrar refugio en las palabras del salmista, quien ofrece la esperanza en Dios como un medio de sustento vital: “¡Yo estoy seguro, Señor, que he de ver tu bondad en esta tierra de los vivientes! ¡Espera en el Señor! ¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento! ¡Sí, espera en el Señor!” (Salmo 27,13-14).

Su obtención requiere algo más que el esfuerzo humano. En el contexto bíblico, no es solo el interés y la decisión personal, sino la intervención divina lo que hace posible el gran don de la esperanza. El apóstol Pablo dice que la verdadera esperanza proviene gratuitamente de Dios: “Que nuestro Señor Jesucristo mismo, y nuestro Dios y Padre, que nos amó y nos dio consuelo eterno y buena esperanza por gracia […]” (2 Tesalonicenses 2,16).

Proporciona alegría. La verdadera esperanza es motivo de alegría, felicidad y bienestar. San Pablo usa esta idea claramente: “Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración” (Romanos 12,12).

Permanece hasta el regreso de Jesús. La esperanza es la culminación del regreso de Cristo a este mundo, un hecho que indicará el final del miedo, la injusticia y el sufrimiento: “Aguardamos la bendita esperanza y la gloriosa manifestación de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2,13).

Incluye la certeza de la resurrección. La esperanza cristiana anima al creyente a saber que un día resucitará para la salvación eterna: “Hermanos, no queremos que ustedes se queden sin saber lo que pasará con los que ya han muerto, ni que se pongan tristes, como los que no tienen esperanza. […] El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán” (1 Tesalonicenses 4,13-16).

Se centra en una recompensa perfecta y eterna. La esperanza presenta otra dimensión, otro orden de cosas, y llega hasta la solución final y total: “Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos” (1 Pedro 1,3-4).

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