A 130 años del nacimiento de Oliverio Girondo, el poeta que anuló la solemnidad

  • Girondo se recibió de abogado, pero nunca ejerció. Entre 1920 y 1921 siguió recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil.

CIUDAD DE MÉXICO.

Hoy cumpliría 130 años, pero en 1967 tuvo su encuentro con la muerte. Enero en ese Buenos Aires que lo vio nacer.

Lo llamaron Octavio José Oliverio Girondo, pero para todos sería nada más (y nada menos) que Oliverio Girondo.

Nació en Buenos Aires, el 17 de agosto de 1891. El buen pasar de su familia le permitió conocer Europa a temprana edad, donde vivió y estudió algunos años en Inglaterra y Francia.

Allí conoció y estrechó lazos literarios y amistosos con poetas y artistas que lo introdujeron en los diversos círculos de las corrientes estéticas emergentes, como el surrealismo. Su conocimiento de los movimientos artísticos de vanguardia europeos lo llevó a investigar un estilo que revolucionaría la literatura argentina.

En 1915 hizo una breve incursión en la dramaturgia y estrenó La madrastra, un drama escrito en colaboración con Zapata Quesada, su gran amigo de la infancia y la juventud. Juntos escribieron una segunda obra que nunca llegó a estrenarse.

Girondo se recibió de abogado, pero nunca ejerció. Entre 1920 y 1921 siguió recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil. El resultado de esos viajes se vio impreso en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, su primer poemario, editado en 1922 con ilustraciones del propio Girondo.

La aparición de este libro, un año antes que Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poesía de Borges, lo posicionó como representantes de la vanguardia porteña de esa época. Ambos escritores –junto con Evar Méndez, Samuel Glusberg, Jacobo Fijman, Xul Solar, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández–, se reunirían en torno de las revistas Proa (1922) y Martín Fierro (1924–1927) y serían conocidos como los integrantes del “Grupo de Florida”, caracterizado por su estética elitista y vanguardista, por reunirse en la Confitería Richmond y por su antagonismo con el “Grupo Boedo” , de impronta más social y que priorizaba más el contenido que la forma.

Girondo codirigió con Evar Méndez la revista Martín Fierro y escribió su “Manifiesto”, publicado en el cuarto número, el 15 de mayo de 1924:

“Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca…. Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”.

Entre sus obras de poesía se encuentran: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922), Calcomanías (1925), Espantapájaros (1932), Persuasión de los días (1942), Campo nuestro (1946), En la masmédula (1953). Y entre las de prosa: Interlunio (1937) y Nuestra actitud ante el desastre (1940).

El inicio de una de sus obras más disruptivas: el Espantapájaros (1932).

Girondo murió en la ciudad de Buenos Aires, el 24 de enero de 1967, a los 75 años.

Aquí, siete de sus grandes poemas:

¡Todo era amor!

¡Todo era amor… amor!

No había nada más que amor.

En todas partes se encontraba amor.

No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla,

amor al portador, amor a plazos.

Amor analizable, analizado.

Amor ultramarino.

Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche…

lleno de prevenciones, de preventivos;

lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M,

con una M mayúscula,

chorreado de merengue,

cubierto de flores blancas…

Amor espermatozoico, esperantista.

Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos;

con sus faltas de puntualidad, de ortografía;

con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes,

de los bomberos.

Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,

que arranca los botones de los botines,

que se alimenta de encelo y de ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto.

Amor incandescente y amor incauto.

Amor indeformable. Amor desnudo.

Amor-amor que es, simplemente, amor.

Amor y amor… ¡y nada más que amor!

Poema 12

Se miran, se presienten, se desean,

se acarician, se besan, se desnudan,

se respiran, se acuestan, se olfatean,

se penetran, se chupan, se demudan,

se adormecen, se despiertan, se iluminan,

se codician, se palpan, se fascinan,

se mastican, se gustan, se babean,

se confunden, se acoplan, se disgregan,

se aletargan, fallecen, se reintegran,

se distienden, se enarcan, se menean,

e retuercen, se estiran, se caldean,

se estrangulan, se aprietan se estremecen,

se tantean, se juntan, desfallecen,

se repelen, se enervan, se apetecen,

se acometen, se enlazan, se entrechocan,

se agazapan, se apresan, se dislocan,

se perforan, se incrustan, se acribillan,

se remachan, se injertan, se atornillan,

se desmayan, reviven, resplandecen,

se contemplan, se inflaman, se enloquecen,

se derriten, se sueldan, se calcinan,

se desgarran, se muerden, se asesinan,

resucitan, se buscan, se refriegan,

se rehuyen, se evaden, y se entregan.

El puro no

El no

el no inóvulo

el no nonato

el noo

el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan

y nooan

y plurimono noan al morbo amorfo noo

no démono

no deo

sin son sin sexo ni órbita

el yerto inóseo noo en unisolo amódulo

sin poros ya sin nódulo

ni yo ni fosa ni hoyo

el macro no ni polvo

el no más nada todo

el puro no

sin no

Llorar a lágrima viva…

Llorar a lágrima viva

Llorar a chorros.

Llorar la digestión.

Llorar el sueño.

Llorar ante las puertas y los puertos.

Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,

las compuertas del llanto.

Empaparnos el alma,

la camiseta.

Inundar las veredas y los paseos,

y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,

llorando.

Festejar los cumpleaños familiares,

llorando.

Atravesar el África,

llorando.

Llorar como un cacuy,

como un cocodrilo…

si es verdad

que los cacuyes y los cocodrilos

no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,

pero llorarlo bien.

Llorarlo con la nariz,

con las rodillas.

Llorarlo por el ombligo,

por la boca.

Llorar de amor,

de hastío,

de alegría.

Llorar de frac,

de flato, de flacura.

Llorar improvisando,

de memoria.

¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

¿Dónde?

¿Me extravié en la fiebre?

¿Detrás de las sonrisas?

¿Entre los alfileres?

En la duda?

¿En el rezo?

¿En medio de la herrumbre?

¿Asomado a la angustia,

al engaño,

a lo verde?…

No estaba junto al llanto,

junto a lo despiadado,

por encima del asco,

adherido a la ausencia,

mezclado a la ceniza,

al horror,

al delirio.

No estaba con mi sombra,

no estaba con mis gestos,

más allá de las normas,

más allá del misterio,

en el fondo del sueño,

del eco,

del olvido.

No estaba.

¡Estoy seguro!

No estaba.

Hazaña

Todo,

todo,

en el aire,

en el agua,

en la tierra

desarraigado y ácido,

descompuesto,

perdido.

El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.

Los toros transformados en sumisas poleas.

El engaño sin malla,

sin “tutu”,

sin pezones.

La impúdica mentira exhibiendo el trasero

en todas las posturas,

en todas las esquinas.

Las polillas voraces de expediente cocido,

disfrazadas de hiena,

de tapir con mochila.

Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.

Las ventanas que escupen dentaduras de piano,

cacerolas,

espejos,

piernas carbonizadas.

Porque mirad

sin musgo,

mi corazón de yesca,

qué hicimos,

qué hemos hecho

con nuestras pobres manos,

con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

Desatar el incendio.

Aplaudir el desastre.

Trasladar,

sobre caucho,

apetitos de pústula.

Prostituir los crepúsculos.

Adorar los bulones

y los secos cerebros de nuez reblandecida…

Como si no existiera más que el sudor y el asco;

como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre

las raíces del odio;

como si ya no fuese bastante deprimente

saber que sólo somos un pálido excremento

del amor,

de la muerte.

Ella

Es una intensísima corriente

un relámpago ser de lecho

una dona mórbida ola

un reflujo zumbo de anestesia

una rompiente ente florescente

una voraz contráctil prensil corola entreabierta

y su rocío afrodisíaco

y su carnalesencia

natal

letal

alveolo beodo de violo

es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que

estrellan y disgregan

aunque Dios sea su vientre

pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada

una libélula de médula

una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frote

un chupochupo súcubo molusco

que gota a gota agota boca a boca

la mucho mucho gozo

la muy total sofoco

la toda ¡shock! tras ¡shock!

la íntegra colapso

es un hermoso síncope con foso

un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico

un ¡knock out! técnico dichoso

si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno

el sedimento aglutinante de un precipitado de labios

el obsesivo residuo de una solución insoluble

un mecanismo radioanímico

un terno bípedo bullente

un ¡robot! hembra electroerótico con su emisora de delirio

y espasmos lírico-dramáticos

aunque tal vez sea un espejismo

un paradigma

un eromito

una apariencia de la ausencia

una entelequia inexistente

las trenzas náyades de Ofelia

o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable

una despótica materia

el paraíso hecho carne

una perdiz a la crema.