ARS SCRIBENDI

  • La musa de la Unidad Deportiva “Roberto Amorós Guiot”

Rafael Rojas Colorado

En una especie de ritual invernal, la neblina descendía a besar el césped, la temperatura debajo de los quince grados, la Unidad Deportiva “Roberto Amorós Guiot” exhibía un paisaje melancólico, apenas visible, sólo unos cuantos deportistas se ejercitaban, pues el frío helaba el cuerpo.

Las manecillas del reloj marcaban las dos de la tarde, cuando llegó Anita Arcos, ésta joven peca de puntual, jamás falta a su cita, parece tener un compromiso consigo misma y con el soberbio santuario deportivo, caminaba lentamente hasta donde se encuentran los aparatos de gimnasio, parecía que venus se hacía presente, vestida de pants azules con flores blancas, camiseta negra pegada a su piel y gafas oscuras, esa es su personalidad, todavía llevaba en la mano un vaso con Herbalife, con calma agotó el líquido y comenzó a trotar, a pesar del frío ella no llevaba rompeviento, su juventud y fortaleza no lo requiere, sólo le importa y la hace feliz lo que llaman: Correr.

Poco a poco fue entrando en calor e iba aumentando el ritmo de carrera, cuando se desplazaba a la vera del río, con atención escuchaba el murmullo del agua, parecía un adagio musical que le acariciaba él alma, el viento le rozaba su rostro y la acompañaba en cada paso, en cada sueño, en cada latido, sus ilusiones se despertaban, la motivaban y le llenaban el espíritu de emoción y vitalidad, una invitación a no desmayar.

La parte baja de esa pista tiene pequeñas cuestas que le permiten fortalecer su anatomía, cuando elevando las rodillas subió la más prolongada para llegar a los límites del campo de futbol número dos, en su mente se dibujó un recuerdo. Se visualizó en aquella lejana tarde practicando farklet –técnica sueca de cambios de velocidad– con el propósito de mejorar su ritmo de carrera, era una tarde de otoño, dorada como los rayos del sol cuando agonizan en el crepúsculo del atardecer, el viento jugaba con su cabello lo mecía de un lado hacia el otro haciéndolo bailar, el sudor perlaba su rostro y los latidos de su acelerado corazón parecía un cronómetro que le iba marcando su tiempo. La unidad deportiva exhibía sus más bellos matices mientras los deportistas derrochaban energía, muchos cesaron su entrenamiento, prefirieron deleitarse con la musa de ese vergel, parecía flotar en el césped como si fuera una nube de viento, una alada deidad que emergió de la nada como por arte de magia o quizá un pequeño duende que en cada paso emitía la ternura, de los oyameles, cipreses y encinas se desprendían de sus ramas las hojas, descendían haciendo piruetas en el aire hasta detenerse en el pasto, sin duda alguna, un poema del campo en el que la musa es el verso más dulce e inspirado, una voz varonil se escuchó, vamos maestra es todo un ejemplo a imitar, en ese instante volvió a la realidad, seguía avanzando en ese clima invernal, miró al cielo, pero al sol no lo dejaban ver las nubes que se aliaron con la densa neblina.

Esa fría tarde su programa de entrenamiento le señalaba diez kilómetros, ella seguía con entusiasmo recorriendo el perímetro de la Unidad Deportiva “Roberto Amorós Guiot” y lo cumplía con alegría, pues la felicidad le guarecía alma, minutos más tarde su reloj le anunció que acababa de terminar, caminó lentamente unos pasos, su respiración se normalizó, sobre la corteza de un árbol colocó su celular en automático y ella quedó inmortalizada en una bella postal para su álbum del recuerdo, un sólo instante que detuvo el tiempo para delinear su faz, poco después de las tres de la tarde la musa de la unidad deportiva se retiró satisfecha, pero su perfume seguía flotando como si fuera parte de ese paisaje deportivo. Mañana será otro día. rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx.