ARS SCRIBENDI

  • Lucha libre, la época dorada

Por RAFAEL ROJAS COLORADO (rafaelrojascolorado@yahoo.com.mx)

No recuerdo el año, pero principiaban los sesentas, mi papá me llevó por vez primera a presenciar una lucha libre profesional a la ciudad de Xalapa, recuerdo que la Arena se ubicaba en la calle Úrsulo Galván, ya muy cerca de Los Sauces.

Era una Arena sencilla, estaba sentado a la orilla del pasillo cuando pasó el luchador Henry Pilusso y me rozó el hombro con su capa, es al único luchador que recuerdo en esa ocasión y me impresionó mucho verlo luchar.

Al poco tiempo se inauguró la Arena Xalapa, se ubicaba en la calle de Sayago, allí me llevaba mi papá los domingos, cuando no podía lo hacía mi mamá.

Esa Arena la recuerdo con mucho cariño y sentimiento. Entrábamos por un pasillo como de cuatro metros de ancho y a unos doce metros se ubicaban las taquillas de ambos lados, ya solo se requería correr una cortina de terciopelo rojo y las butacas y el ring quedaban al descubierto.

Nosotros íbamos a gradas, se dominaba un mejor panorama y estábamos exentos de cualquier accidente cerca del ring. Antes de comenzar la función de lucha libre, se escuchaban canciones de Javier Solís “Escándalo”, “La historia de Tomy” de César Costa” entre otras más, la gente iba llegando y buscaba su lugar.

A veces tuve la suerte de ver a algunos luchadores entrar a la Arena y me emocionaba mucho.

La función dominical era de seis de la tarde a las ocho de la noche, cuando apagaban la luz y se encendía el reflector central quedaba iluminado el cuadrilátero, entonces veíamos aparecer a los gladiadores de la primera lucha, recuerdo a Albero Rojas, llegué a admirarlo mucho. Conocí a los técnicos Jesús Chucho Monroy, Hiraclys Fenerly, daban espectáculos maravillosos.

También vi luchar a El Angelito, Estrella Sureña, Pantera, Ray Mendoza, los hermanos Hernández y muchos más, técnicos y rudos dieron espectáculos que nos ponían de pie, los veíamos volar por los aires para asentar un tope al rival, patadas voladoras, llaves y costalazos, piquetes de ojos y muchos golpes prohibidos.

La Arena a reventar, en las gradas se escuchaba el alarido apoyando a su luchador favorito, al que convertían en ídolo, gritos y mentadas de madre, retar al mismo luchador a una pelea cuerpo a cuerpo, de todos colores se pintaba esa escenografía de rudeza, en las gradas se comerciaban las palomitas y refrescos, cigarros y alguna clandestina cerveza.

Al terminar la función los aficionados comentaban sus experiencias y todo era alegría y pasión en esos encuentros en los que también se jugaba la máscara contra la cabellera.

A veces mi papá me llevaba a la Arena Xalapa los jueves, la función empezaba a las ocho de la noche y terminaba a las once de la noche, venían luchadores de la ciudad de México, es decir, los mejores a nivel nacional, así fue como conocí a El Santo El Enmascarado de Plata, Blue Demon “El Demonio Azul”, Sugi Sito, Tarzán López, Cavernario Galindo, Rolando Vera, Gori Guerrero, Ciclón Corona, Neutrón, Black Shadow, Dorrel Dixon, El Enfermero y a casi todos los que se encontraban en el pináculo de la lucha libre mexicana de esa nostálgica época, cuando ese deporte desbordaba la pasión en los aficionados, los gritos y porras encendían la Arena Xalapa coreando a los ídolos de ring; el referí se llevaba la peor parte, pues los luchadores lo costaleaban y la afición le gritaba infinidad de insultos.

José Alberto Rojas Cárdenas me gustaba mucho verlo luchar, a veces subía al cuadrilátero cuando aún no apagaban las luces del pequeño coliseo, pero ya estaba lanzando patadas voladoras, llaves y costalazos, su técnica la iba depurando cada vez que enfrentaba al rival.

Alberto Rojas fue uno de mis luchadores favoritos que recuerdo como si lo estuviera viendo luchar y yo en las gradas temblando de emoción y nerviosismo. Los años siguieron su curso y llegué a la tercera edad, gustaba de tomar fotos a los corredores de fondo y grande fue mi sorpresa cuando fotografiaba a un atleta que siempre me sonreía.

No lo reconocía, pues el tiempo cambia la faz de las personas, un día me dijo, fui luchador profesional y me llamo Alberto Rojas, en ese momento mi infancia se sé hizo presente y lo vi en el centro del ring coreado por los aficionados, gracias Alberto por llenar un espacio de mi niñez con tu espectáculo como gladiador del ring, el tiempo se detiene en ese punto en el que volabas por los aires haciendo indelebles tus huellas de luchador.

Los luchadores llenaron de felicidad y fantasía mi edad infantil, fue una época muy bonita que ya no se puede repetir jamás, pero en esa Arena Xalapa, está la imagen de Porfirio Rojas García, mi padre y de Aurora Colorado Estévez, mi madre, ellos siempre buscaban que yo fuera feliz y en ese lugar experimenté muchas emociones que transportaban a un mundo de mucha felicidad.

En el programa se ve la fotografía de Alberto Rojas, es el que está sin máscara.