Performance de cicatrices

  • La obra de la poeta Lilia Ramírez es Premio Nacional de Poesía Rogelio Treviño 2020

Federico Corral Vallejo

Performance de cicatrices, de Lilia Ramírez, es sin duda a mi parecer el poemario de mayor nivel literario, que haya recibido el Premio Nacional de Poesía Rogelio Treviño en sus ocho emisiones consecutivas que lleva tal reconocimiento.

Por un lado, la experiencia de vida y poética de la maestra Ramírez es sin duda una de las armas que hacen posible tal destello de Performance de cicatrices; y por el otro el bagaje de lecturas que avalan la obra de Lilia, y al decir la obra deseo abarcar todo lo publicado hasta hoy.

Tres instancias hacen de Performance de cicatrices lo que es su cuerpo, su corazón y su alma. En la primera LA REENCARNACIÓN DE SAINT ORLAN nos lleva a una experiencia corporal donde el personaje protagónico es el bisturí, teniendo como antagonista al cirujano y como premisa a la vanidad humana. Lo expresa textual el acápite de Sandra Baba:

“La experiencia corporal se vuelve ineludible en el bisturí que corta la piel, en la aguja que succiona la grasa del abdomen, en el instrumento metálico que encaja un implante en la barbilla, en la hinchazón y los moretones que van provocando la operación. El impacto no está en la belleza, sino en los borbotones de sangre, en la piel que recuerda su condición elástica, en la perforación de las capas que separan el exterior del interior del cuerpo. Orlan también evita la conclusión del performance: anunció una décima operación, que veinte años después no ha llevado a cabo. Creo que al posponerla se niega a entregar una imagen final de sí misma: su cuerpo es un proceso, y no una mercancía resplandeciente y perfecta.”

Mejor introducción no pudo haber elegido la poeta veracruzana para ejemplificar esta primera instancia, cuya temática remarca en cada prosema de los 10 que la suman, donde vanidad y egocentrismo se amalgaman y a su vez navegan en el mar de la metáfora:

Un ángel negro penetra el mar del poema: sus alas quiebran la sequedad. La cicatriz enmarcada en tu cabello dispara ese desierto de olas secas. Otros ángeles advierten en sus manos la fría espada del orgullo y la herida vuelve a su refugio de agua bajo la mirada profunda del cirujano. La anestesiada aguja apunta un siglo de juventud cuando ya no hay nada que hacer por la belleza.

Así es como el campo semántico y performático se va formando por medio de palabras hechas poemas, tales como: cuerpo, cicatriz, espalda, orgullo, herida, cirujano, aguja, anestesia… las cual cuales en conjunto se vuelven cirugías retóricas…

La segunda instancia UNA CAMA ES UN SUEÑO INACABABLE nos convida de las preocupaciones sociales que la poeta divisa y explora por medio del versículo. Mismo que de pronto resplandece con tintes místicos, políticos, económicos. Los cuales va denunciando de forma directa, a quemarropa y a bocajarro.

Un enorme aerolito atrapa puñados de sol. Por la cantera sur, temibles tlaconetes se introducen, al menor descuido, en virginales úteros. Sus crías desafueran la sabiduría de la entrepierna. Otra niña dibuja nuevamente mariposas invertidas en el punto cardinal de la factoría. La esperanza de su pequeñez, es prolongar la vida del descolorido colchón. La piedra del gigante escurre rastros de humedad y se apoderan retazos de lluvia donde ella duerme.

Como decía Neruda: “Si el poeta no hace poesible la visión de lo que le ha tocado vivir, mejor que calle. Que guarde su tinta si no es capaz de denunciar las dolencias de su pueblo, de su carne y de su sangre.” Esto lo sabe Lilia y tiene conciencia de ello, por eso siembra su palabra semilla y nos invita a reflexionar sobre su sentido, no poético sino humano.

Como tercer ojo derramando incienso púrpura, se escribe un lecho desnudo. Alguien invisible quiere poseerlo. La batalla se repite: otro fluido ensancha los desastres. De espaldas, el demonio incita lecturas desasosegantes. Pessoa y Saramago cobran vida. Los rojos son los responsables. Es Caín, y la mandíbula del asno, suena.

En estos doce trenos Lilia Ramírez despliega otro performance de cicatrices más hondas, más profundas, más dolientes, más humanas y preocupantes que están frente a nuestros ojos deshumanizándonos día con día.

Tercera instancia: MARINA dedicada a Marina Abramovic, artista serbia especializada en performances. Descrita a sí misma como “Madrina del arte de la performance”, con más de 30 años en activo, ofreciendo al público obras que exploran la relación entre ella y el público:

“Lo que aprendí fue que, si dejas que el público decida, te pueden matar. Me sentí verdaderamente atacada: me cortaron la ropa, me clavaron las espinas de las rosas en el estómago, una persona me apuntó a la cabeza con la pistola y otra se la quitó.”

 

Según la experiencia de la artista serbia, el arte del performance es un arma de doble filo, una lucha entre la vida y la muerte, donde la ficción rebasa a la función y la realidad pierde todo plano individual para convertirse en riesgo universal. Una vez más Lilia Ramírez nos sumerge en su performance creativo y nos recrea nuevas cicatrices, estas últimas por medio de la figura retórica del acróstico, donde va deletreando el nombre de Marina en forma de homenaje:

Mar ajeno tu cuerpo. Oleaje de alto calibre.

Acaso el mar, objeto o sujeto engendrador de embriones,

Ráfaga continua al corazón zum zum,

Intrusos en un pasillo tan desnudo como la vida,

Noche de mar, silencio perpetuo, navegación…

¿Acaso reiría el mar sin el hábitat que lo gobierna?

En esta instancia, la inventiva del quehacer literario de Performance de cicatrices no tiene igual, es sin duda una obra suigéneris que nos estremece el alma y nos enamora con la misma fuerza.

Finiquito diciendo que Lilia Ramírez, al igual que Jorge Luis Borges, debe estar orgullosa más allá de lo que escribe, de lo que lee, pues gracias a ese bagaje de lecturas es que ha logrado rebasar el plano escritural con este Performance de cicatrices. Enhorabuena.