Celebración del Día de Muertos en Veracruz

  • Los europeos encontraron en el Nuevo Mundo un profundo sentimiento religioso y creencias similares

LOS ESPAÑOLES PROHIBIERON QUE LOS indígenas montaran sus altares y ofrendas de muertos

Las culturas que los europeos encontraron en el Nuevo Mundo tenían un profundo sentimiento religioso y creencias similares. Muchas y muy variadas deidades regulaban la vida diaria: guerra, agricultura, literatura y educación, las artes, nacimiento, amor y muerte; todo era motivo para venerar a la naturaleza.

La divinidad, en sus múltiples aspectos, era la dueña del alma, representada por el corazón; alma que sólo permanecería un breve tiempo en la tierra. La muerte era una continuación de la vida, un suceso glorioso y un motivo de celebración; no de tristeza, pues marcaba el principio de un largo viaje a las regiones de los muertos, para finalmente llegar al encuentro predestinado con los dioses.

Entre los dioses relacionados con la muerte, el más importante era Mictlantecuhtli, Señor del Mundo del “más allá”, encargado del destino del alma de los hombres, el cual no correspondía al comportamiento del difunto en vida, sino al tipo de muerte que le hubiera tocado en suerte.

Los hombres tenían tres destinos posibles: los guerreros ocupaban la primera región y al pasar cuatro años se transformaban en aves de rico plumaje para acompañar al sol en su camino por los cielos. La mujer que moría dando a luz, era considerada una guerrera muerta en el campo de batalla. La segunda región era el Tlalocan, en los terrenos de Tláloc, dios de la lluvia; un lugar similar al paraíso, a donde iban todos los que tenían una muerte relacionada con el agua: los ahogados, los muertos por un rayo, etc.

La tercera región era el Mictlán lugar al que llegaban los que morían de muerte natural. El camino era sinuoso, largo y peligroso, por eso era necesario enterrar un perro guía en la misma sepultura, para que éste pudiera acompañar al alma del muerto en su recorrido.

En 1524, doce padres franciscanos desembarcaron en México con la misión de convertir a los indígenas del Nuevo Mundo al catolicismo. Pero si bien el cristianismo fue implantado, no logró penetrar hasta la verdadera esencia del mexicano, esa esencia que forma parte, hoy, del ser mestizo que resultó, produciendo para siempre el sincretismo del México actual.

Los antiguos mexicanos tenían la costumbre de invitar a sus muertos a cenar en el mes de Agosto, temporada de cosecha del maíz. En las reuniones que la gente organizaba en los panteones, todo el pueblo participaba adornando tumbas, alumbrándolas con velas para que el muerto reconociera el camino hasta el altar, que también se demarcaba con pétalos de cempasúchil; preparaban grandes mesas con platillos tradicionales, según la región y con todo aquello que pudiera agradar o servir al espíritu visitante. Cada región del país tiene diferentes características en esta celebración, pero todas comparten el mismo espíritu que es recordar a los muertos e invitarlos a convivir con los vivos.

Los españoles prohibieron que los indígenas montaran sus altares y ofrendas de muertos en los panteones y en plazas públicas, pero la tradición no se perdió, más bien se fundió con la tradición católica de venerar, el 1° de Noviembre, a “Todos los Santos”; así, en México, el día de muertos se celebra el 2 de Noviembre en todos los pueblos y ciudades del país.

Las celebraciones de muertos, en algunas comunidades duran más de un día, como es el caso de lo nahuas y los huastecos de Veracruz.